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lunes, 23 de febrero de 2009

Otra mirada sobre la santidad (1)


No hace mucho, creo recordar, comenté acá un libro, "Todos los santos", publicado por LUMEN, y cuyo autor es Robert Ellsberg. Es un libro que recomendaba y recomiendo otra vez. Para que gusten algo de él durante los próximos días les compartiré buena parte de su prólogo, que habla acerca de la santidad cristiana, y de una nueva visión acerca de la misma.


"He pasado mucho tiempo, los domingos por la mañana, contemplando los vi­trales de mi parroquia. Como en muchas otras iglesias católicas, estos vitrales ¡­nos presentan una galería de santos populares y nos recuerdan que quienes se reúnen para adorar a Dios en nombre de Jesús, nunca están solos. Hay una "co­munión de los santos" más amplia, que une a los creyentes a través de las fron­teras del tiempo y el espacio; incluso a través de esa frontera que divide a este mundo del próximo.
Esta comunión con quienes han "muerto en el Señor" fue una vívida realidad
para los cristianos primitivos. Les gustaba reunirse alrededor de las tumbas de los mártires para recordar su heroico testimonio y conmemorar los aniversarios de sus muertes. Fue esta devoción la que inició el culto a los santos.
Hubo un tiempo en que el martirio era, virtualmente, la característica que de­finía la santidad. Los hombres y mujeres que murieron en la arena romana ha­bían dado un testimonio total de Cristo, no sólo al imitar su muerte en la cruz, sino proclamando, con su sacrificio, su fe en la resurrección. Su sangre, como dijo Tertuliano, fue la semilla de la iglesia. Sin embargo, cuando la era del mar­tirio pasó, se volvió claro que había otras maneras de dar testimonio. Habían per­sonas cuyas oraciones y sacrificios eran tan intensos que constituían una suerte de martirio viviente. Estos santos hombres y mujeres hicieron más que dar un ejemplo edificante: adquirieron un aura de trascendencia y poder sagrado. Su poder se extendía incluso más allá de sus muertes, de ahí los milagros asociados a sus reliquias y a la invocación de sus nombres. De manera creciente, este po­der milagroso se volvió un signo cierto de santidad. No obstante, a medida que esto sucedía, los santos servían menos como ideales del apostolado cristiano y más como hacedores de milagros o autoridades celestiales. Daba la impresión de que los santos servían más para ser venerados que imitados.
En los vitrales de mi iglesia parroquial puedo ver a varios de los más grandes santos canonizados: Teresa de Ávila, Jerónimo, Agustín, Catalina de Siena, Cla­ra y Francisco de Asís. Me pregunto si resultan visibles o si es que forman par­te de la arquitectura "religiosa" que se da fácilmente por sentada. Para muchos cristianos, los santos son apenas figuras legendarias -"cristianos perfectos"- que ejercen poca influencia en sus propias luchas y preocupaciones cotidianas. El he­cho de que muchos de estos santos estén con vestiduras religiosas no ayuda de­masiado. ¿Qué relación tiene esta gente "especial" con los desafíos de la vida or­dinaria en "el mundo"?"...... (Continuará)

3 comentarios:

Anónimo dijo...

En el tema de los santos “oficiales” soy una persona escéptica, o quizá fría, por varias razones. Argumentarlas daría lugar, casi,a formular una tesina. Y este no es lugar ni momento.
No obstante, creo que hay santidades indiscutibles y diáfanas. Pongo a Teresa de Jesús como ejemplo (tengo debilidad por esta mujer, torbellino arrollador en amor, por el Amor).
Pero, sin embargo, también puedo decir que los dos últimos papas han sido tan pródigos en beatificaciones y canonizaciones, que han podido contribuir a devaluar la idea misma de santidad. A eso se añade que los criterios seguidos para seleccionar a los nuevos beatos y santos no contemplan las distintas formas de santidad. Mientras unas canonizaciones circulan por autopista, otras lo hacen por caminos vecinales, salvando innumerables obstáculos, muchas veces sólo ideológicos. Como muestra un ejemplo: la celeridad del proceso de monseñor Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei, beatificado diecisiete años después de su muerte y canonizado diez años después.
Me gustaría que se observaran más, en las propuestas de santidad, las semillas que sembraron y las cosechas que recolectaron mujeres y hombres movidos por el amor de Cristo, que sirven a sus hermanos sin distinción de raza o de clase. Mujeres y hombres que se saben identificar con los que sufren y vivir con ellos hasta dar la vida en su ayuda; valientes que saben defender los derechos humanos hasta el sacrificio de la vida, si es necesario.
Y, para terminar, me pregunto y reflexiono: si Jesús de Nazaret fuera sometido hoy a un proceso de beatificación, quizás no lograría superar la prueba. El abogado del diablo le echaría en cara sus permanentes conflictos con las autoridades políticas, su actitud antiimperialista, su desacato a las autoridades religiosas, su pertinaz anticlericalismo, sus constantes llamadas a subvertir el orden establecido, su heterodoxia religiosa, su libertad insobornable y su crítica de la religión.
Pido disculpas por la extensión del comentario. (Manuel, si lo consideras demasiado largo, corta y pega).

Inés García, aci dijo...

Gracias p.Manuel por los libros recomendados en la entrada siguiente son muy interesantes para varias de mis hermanas de comunidad que ya son muy mayores. Y si adquieren alguno lo leeré con gusto.
Qué bueno que siga compartiendo del libro "Todos los santos", ayudará a despertarnos y agradecer cuánta gracia derramada en la vida de los santos.

Que Jesús les conceda a todos una buena cuaresma y felíz pascua 2009.
En unión de oraciones,
Inés

Adriana dijo...

Hola hermanos.
Creo en la comunion de los santos. Para mi es una realidad muy cercana.Los santos son amigos que llegan antes que nosotros al cielo dijo alguna vez un sacerdote argentino y santo.
Al participar en la comunion con los santos ellos dan señales de su intercesion a aquellos que lo invocamos.
Merton es un gran amigo cercano, al igual de Teresita de Lisieux, Beato Hno Rafael y tantos otros.
Son tan cercanos y hasta la comunicacion con ellos es tan agil y mas rapida que con nuestros amigos y familiares.
Animense los que aun no tienen devocion por los santos a invocarlos ellos daran su respuesta

un abrazo
adri

Ser parte de todo...

¡Oh Dios! Somos uno contigo. Tú nos has hecho uno contigo. Tú nos has enseñado que si permanecemos abiertos unos a otros Tú moras en nosotros. Ayúdanos a mantener esta apertura y a luchar por ella con todo nuestro corazón. Ayúdanos a comprender que no puede haber entendimiento mutuo si hay rechazo. ¡Oh Dios! Aceptándonos unos a otros de todo corazón, plenamente, totalmente, te aceptamos a Ti y te damos gracias, te adoramos y te amamos con todo nuestro ser, nuestro espíritu está enraizado en tu Espíritu. Llénanos, pues, de amor y únenos en el amor conforme seguimos nuestros propios caminos, unidos en este único Espíritu que te hace presente en el mundo, y que te hace testigo de la suprema realidad que es el amor. El amor vence siempre. El amor es victorioso. AMÉN.
-Thomas Merton-

Santidad es descubrir quién soy...

“Es cierto decir que para mí la santidad consiste en ser yo mismo y para ti la santidad consiste en ser tú mismo y que, en último término, tu santidad nunca será la mía, y la mía nunca será la tuya, salvo en el comunismo de la caridad y la gracia. Para mí ser santo significa ser yo mismo. Por lo tanto el problema de la santidad y la salvación es en realidad el problema de descubrir quién soy yo y de encontrar mi yo verdadero… Dios nos deja en libertad de ser lo que nos parezca. Podemos ser nosotros mismos o no, según nos plazca. Pero el problema es este: puesto que Dios solo posee el secreto de mi identidad, únicamente él puede hacerme quien soy o, mejor, únicamente Él puede hacerme quien yo querré ser cuando por fin empiece plenamente a ser. Las semillas plantadas en mi libertad en cada momento, por la voluntad de Dios son las semillas de mi propia identidad, mi propia realidad, mi propia felicidad, mi propia santidad” (Semillas de contemplación).

LA DANZA GENERAL.

"Lo que es serio para los hombres a menudo no tiene importancia a los ojos de Dios.Lo que en Dios puede parecernos un juego es quizás lo que El toma más seriamente.Dios juega en el jardin de la creación, y, si dejamos de lado nuestras obsesionessobre lo que consideramos el significado de todo, podemos escuchar el llamado de Diosy seguirlo en su misteriosa Danza Cósmica.No tenemos que ir muy lejos para escuchar los ecos de esa danza.Cuando estamos solos en una noche estrellada; cuando por casualidad vemos a los pajaros que en otoño bajan sobre un bosque de nísperos para descansar y comer; cuando vemos a los niños en el momento en que son realmente niños; cuando conocemos al amor en nuestros corazones; o cuando, como el poeta japonés Basho, oímos a una vieja ranachapotear en una solitaria laguna; en esas ocasiones, el despertar, la inversiónde todos los valores, la "novedad", el vacío y la pureza de visión que los hace tan evidentes nos dan un eco de la danza cosmica.Porque el mundo y el tiempo son la danza del Señor en el vacío. El silencio de las esferas es la música de un festín de bodas. Mientras más insistimos en entender mal los fenómenos de la vida, más nos envolvemos en tristeza, absurdo y desesperación. Pero eso no importa, porque ninguna desesperación nuestra puede alterar la realidad de las cosas, o manchar la alegría de la danza cósmica que está siempre allí. Es más, estamos en medio de ella, y ella está en medio de nosotros, latiendo en nuestra propia sangre, lo queramos o no".
Thomas Merton.

ORACIÓN DE CONFIANZA...

“Señor Dios mío, no tengo idea de hacia dónde voy. No conozco el camino que hay ante mí. No tengo seguridad de dónde termina. No me conozco realmente, y el hecho de que piense que cumplo tu voluntad, no significa que realmente lo haga. Pero creo que el deseo de agradarte te agrada realmente. Y espero tener este deseo en todo lo que estoy haciendo. Espero no hacer nunca nada aparte de tal deseo. Y sé que si hago esto, tú me llevarás por el camino recto, aunque yo no lo conozca. Por lo tanto, siempre confiaré en ti aunque parezca perdido y a la sombra de la muerte. No temeré, pues tú estás siempre conmigo y no me dejarás que haga frente solo a mis peligros

Para intercambiar comentarios sobre Thomas Merton y otros maestros contemporaneos del espíritu.