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lunes, 31 de diciembre de 2007

FELIZ AÑO NUEVO.


En este último día del año 2007 quiero dar gracias a todos los que me han acompañado en el camino que hemos andado con este blog; nació en febrero y me ha dado muchas satisfacciones.

Gracias a todas y todos los que han compartido conmigo su fe, su alegría, sus dudas y sus sueños.

Gracias por tantos amigos y amigas que este blog me ha regalado.

Gracias a Thomas Merton, y a los demás maestros espirituales que nos iluminan con sus enseñanzas.

Gracias a Jesús, el MAESTRO, cuyo nacimiento estamos celebrando.

Que en el 2008 sigamos haciendo camino, madurando juntos para la siega del Reino.

Dios les bendiga a todas y todos.

UN abrazo fraterno en Cristo Señor.

!!!!FELIZ AÑO NUEVO!!!!!

domingo, 30 de diciembre de 2007

Navidad: somos tan sólo el establo.


No debemos malinterpretar el nacimiento de Dios como si pudiéramos disponer de Dios. C.S. Jung dice que la persona debe saber que es solamente el establo en el que nace Dios. No somos un palacio que alberga a Dios. No merecemos que Dios esté en nosotros. Tampoco lo mereceremos ni aun con ascetismo ni oración ni con meditación.
Somos apenas el establo. Y en este establo, hay estiércol y suciedad. No es necesario ocultar lo impuro que hay en nosotros. Dios nos dignifica habitando en nosotros a pesar de todo. Pero necesitamos de la celebración de la Navidad para poder creer. Pues por nosotros mismos, no podemos creer. En nosotros, vemos muchas veces sólo lo oscuro, lo enmarañado, los límites y las flaquezas. Nos percibimos muchas veces muy lejos de Dios. Tenemos que tener ante nuestros ojos el recuerdo de que Dios ha nacido en el pesebre, en el establo, rodeado de bueyes y burros, y que justamente los pastores, las zonas menos agradables de nuestra alma, deben venir para adorar a este niño, mientras que nuestra razón, por ser la zona más noble, se retira disculpándose: “No hay lugar en la posada”. Y necesitamos villancicos y velas para creer que el nacimiento de Dios puede lograr en nosotros un nuevo sonido con nuevas cuerdas.
Anselm Grün.

viernes, 28 de diciembre de 2007

Dirección espiritual.


De la lectura del libro “Dirección espiritual. Sabiduría para la larga andadura de la fe”, escrito por Henri Nouwen, y desarrollado por sus editores Michael J. Christensen y Rebecca J. Laird, y publicado por Sal Terrae este mismo año, son estos textos que compartiré en los próximos días. Creo que pueden darnos coordenadas útiles para entender mejor el lugar del maestro, del acompañamiento o dirección espiritual para nuestro crecimiento humano y cristiano.

Dirección espiritual supone decidirse a dar cabida a Dios en nuestra vida, lo cual exige tiempo y compromiso. Cualquier práctica de la dirección espiritual proporciona la oportunidad de una amistad espiritual y el tiempo y la estructura, la sabiduría y la disciplina para crear en tu vida un espacio sagrado en el que Dios pueda actuar. Al crear un espacio sagrado, reservas una parte de ti e impides que tu vida se vea completamente repleta, ocupada o preocupada. La dirección espiritual proporciona la “dirección" de la casa de tu vida, a fin de que puedas ser “dirigido” por Dios en la oración. Cuando esto sucede, tu vida comienza a transformarse como jamás habías imaginado o previsto, porque Dios actúa de formas maravillosas y sorprendentes.
El propósito de la dirección espiritual es la formación espiritual, la capacidad cada vez mayor de vivir una vida espiritual desde el corazón. La vida espiritual no puede conformarse sin disciplina, práctica y cuenta de conciencia. Hay muchas disciplinas espirituales.
Prácticamente cualquier cosa que nos exija proceder con más calma y ordenar nuestro tiempo, así como nuestros deseos y pensamientos, con el fin de contrarrestar el egoísmo, la impulsividad o la confusión mental, puede ser una disciplina espiritual.

En mi opinión, al menos tres disciplinas o prácticas espirituales clásicas son particularmente útiles en la relación de dirección espiritual, porque pueden ayudar a dar cabida a Dios en nosotros:
1- la disciplina del corazón
2- la disciplina del Libro
3- la disciplina de la Iglesia o comunidad de fe.

Juntas, estas prácticas espirituales nos ayudarán a superar nuestras resistencias a la escucha contemplativa y la obediencia activa a Dios, liberándonos para vivir una vida espiritual encarnada y plena”.
Henri Nouwen.

Nota: Otras disciplinas espirituales clásicas se subsumen en las tres disciplinas mencionadas por Nouwen, incluidas la pobreza o sencillez, la castidad, la obediencia, la estabilidad, el ayuno, la meditación, la contemplación, la comunidad, el servicio, la generosidad y muchas formas de oración interior.

jueves, 27 de diciembre de 2007

Pan en el desierto.


Hace unos días comentaba brevemente acerca de los salmos bíblicos en la obra de Thomas Merton, y cometí el error de mencionar únicamente el libro “Orar los Salmos”, publicado por Desclée De Brower; ese es un libro de apenas 70 páginas, que recoge más bien algunas meditaciones o reflexiones de Merton, en un tono coloquial y oracional.
Pero hay otro libro de Merton, que ha sido editado por LUMEN, y que lleva el título de “Pan en el desierto” en el cual Merton realiza un estudio poético y místico de los Salmos. Así dice en la contraportada:

“Los Salmos, la más antigua e influyente colección de poemas religiosos, resume la teología del Antiguo Testamento y sirven como alimento cotidiano para quienes tienen como vocación la vida de oración, pero también para aquellos que buscan una guía de conducta en un mundo cada vez más ansioso de valores perdurables”.

Este libro fue escrito por Merton en la década del 50 del pasado siglo, y sus capítulos hacen referencia a los Salmos y la contemplación; poesía, simbolismo y tipología, etc. Es, lo confieso, uno de esos libros de Merton que aguardan el momento justo para ser leídos por mí, siendo de los primeros que tuve en mis manos, pero creo mucho en la Providencia y ya les comentaré más acerca de este texto en otro momento.
Los interesados en adentrarse en el mundo de los Salmos tienen en estos dos textos de Thomas Merton una ventana por donde asomarse para comprender y aprovechar mejor estos poemas bíblicos.

miércoles, 26 de diciembre de 2007

Salvados por la confianza.( Thomas Merton)


“Cristo, luz del mundo, ha nacido hoy, y puesto que ha nacido para nosotros, ha nacido en nosotros como luz y por tanto, los que creemos hemos nacido hoy a una nueva luz. Eso es decir que nuestras almas han nacido a nueva vida y nueva gracia al recibirle a Él, que es la verdad. Pues Cristo, invisible en su naturaleza, se ha hecho visible en nuestra naturaleza. ¿Qué otra cosa puede significar esto, sino que primero se hizo visible en Su Iglesia? Quiere ser visible en nosotros, vivir en nosotros, y salvarnos mediante Su acción secreta en nuestros corazones y en los corazones de nuestros hermanos. Así, hemos de recibir la luz de nuestro Salvador recién nacido, por la fe, para manifestarlo por nuestro testimonio en alabanza común y por las obras de nuestra caridad mutua”.

(La palabra LUZ está siempre vinculada con Cristo; tanto en la Escritura, en los textos de nuestro Breviario, en las oraciones litúrgicas, etc, siempre aparece Cristo vinculado a la luz. Él es luz para nosotros, luz para el mundo. Me gusta usar esa imagen en mis meditaciones, me gusta imaginarme lleno de esa luz
El texto de Merton habla también de “su acción secreta en nuestros corazones”. Es el obrar de Dios imperceptible para nosotros, pero siempre actuante, pues Dios nunca deja de trabajar en nosotros).

“Nacemos hoy en Cristo a ese abrazo y a esa paz. ¿Puede sorprendernos que sintamos en nuestros corazones la exultación de la luz divina que afluye a nuestro espíritu desde la presencia del Salvador recién nacido y nos transforma de gloria a gloria en Su imagen?”

“En todas sus oraciones, la Iglesia nos sumerge en la Luz de Dios que brilla en la oscuridad del mundo, para que seamos iluminados y transformados por la presencia del Salvador recién nacido, y así nazca y viva verdaderamente en nosotros haciendo que todos nuestros pensamientos y acciones brillen en Él mismo”.

“No tengan miedo de Él. Dios se ha vaciado de Sí mismo y ha venido a nosotros como niño, para que los que no hemos sido salvados por el temor, sino sólo destruidos por él, recobremos ahora ánimo y nos salvemos por la confianza”.
(Todos los textos son de "Tiempos de Celebración", Thomas Merton)

martes, 25 de diciembre de 2007

Carta sobre la oración: Bruno Forte.(3)


"Un don especial, fruto de la fidelidad en la oración, será el amor por los demás y el sentido de Iglesia. Cuanto más reces, mayor misericordia sentirás por los demás, más querrás ayudar a quien sufre, más tendrás hambre y sed de justicia para con todos, especialmente con los más pobres y débiles, más te harás cargo del pecado de los otros para completar en ti lo que falta a la pasión de Cristo.

Al rezar, sentirás qué bello es estar en la barca de Pedro, solidario, dócil, sostenido por la oración de todos, dispuesto a los demás con gratuidad, sin pedir nada a cambio. Al rezar sentirás crecer en ti la pasión por la unidad del cuerpo de Cristo y de toda la familia humana.
Al rezar se aprende a rezar, y se gustan los frutos del espíritu que dan verdad y belleza a la vida.

Al rezar, uno se transforma en amor; y la vida cobra el sentido y la hermosura que Dios ha querido.

Al rezar se advierte la urgencia de llevar el Evangelio a todos, hasta los últimos confines de la tierra.

Al rezar se descubren los infinitos dones del Amado y se aprende a darle gracias por cada cosa.

Al rezar se vive. Al rezar se ama, se alaba.


Si tuviera, entonces, que desearte el regalo más preciado, si quisiera pedírselo a Dios para ti, no dudaría en solicitar el don de la oración. Se lo pido. Y tú no dudes en pedírselo a Dios para mí. Y para ti. Que la paz de Nuestro Señor Jesucristo, el amor de Dios Padre y la comunión del Espíritu Santo estén contigo. Y tú en ellos, porque al rezar entrarás en el corazón de Dios, escondido con Cristo en él, envuelto en su amor eterno, fiel y siempre nuevo. Ya lo sabes, quien reza con Jesús y en él, quien reza a Jesús o al Padre o invoca su Espíritu, no le está rezando a un Dios genérico y lejano.

Desde el Padre, por medio de Jesús, gracias al Espíritu, cada uno recibirá el don perfecto, el más oportuno, el que le ha sido preparado desde siempre. Es el regalo que nos espera. El regalo que te espera".

lunes, 24 de diciembre de 2007

Risa consoladora.


“Contempladlo y quedaréis radiantes” Salmo 34, 6.

“Cuando una persona alza su mirada hacia Él, Hacia Jesucristo, le sobreviene una transformación, en comparación con la cual la mayor revolución es una nimiedad. Consiste, sencillamente, en que quien alza la mirada hacia Él, cree en Él, puede llamarse y ser aquí en la tierra hijo de Dios. Es ésta una transformación interior que, sin embargo, resulta imposible que se quede en algo puramente interior. Por el contrario, cuando se produce, se abre paso con fuerza hacia fuera. A esa persona le amanece una gran luz, intensa y constante. Y precisamente esa luz se refleja en su rostro, en sus ojos, en su conducta, en sus palabras y en su manera de comportarse. A una persona así, incluso en medio de sus preocupaciones y sufrimientos, pese a todos sus suspiros y gruñidos, se le causa una alegría: no una alegría gratuita y superficial, sino profunda; no pasajera, sino permanente. Y precisamente esa alegría lo convierte, aun cuando esté triste y sus circunstancias sean igualmente tristes, en una persona alegre. Digámoslo con franqueza: ha recibido algo por lo que reír, y no puede reprimir esa risa ni siquiera cuando, por lo demás, no tiene nada de qué reír. No se trata de una risa malvada, sino bondadosa; ni de una risa sarcástica, sino amable y consoladora; tampoco es una risa diplomática, como se ha hecho habitual en el ámbito político, sino una risa sincera, procedente de lo más profundo del corazón”.
Kart Barth.

Carta sobre la oración: Bruno Forte.(2)


Cuando vayas a rezar con el corazón agitado, si perseveras, advertirás que luego de haber rezado largamente no obtendrás respuestas a tus interrogantes, pero ellos se irán derritiendo como la escarcha ante el sol. Y en tu corazón irrumpirá una gran paz: la paz de estar en las manos de Dios y de dejarte conducir con docilidad por él hacia el lugar que te ha preparado. Entonces, tu corazón renovado podrá cantar el cántico nuevo, y el "Magnificat" de María estará espontáneamente en tus labios y será cantado por la silenciosa elocuencia de tus obras.
Sin embargo, no faltarán momentos de dificultad. A veces no podrás acallar el ruido que te rodea y que está en ti; a veces sentirás el cansancio y hasta el desagrado de rezar; a veces tu sensibilidad preferirá cualquier otra cosa menos que estar en oración frente a Dios, como si ese fuera sólo "tiempo perdido". Sentirás, finalmente, las tentaciones del Maligno, que tratará de separarte del Señor, de alejarte de la oración. No temas. Las mismas pruebas que tú vives las experimentaron antes los santos, a menudo mucho más abrumadoras. Persevera, resiste y recuerda que lo único que realmente podemos darle a Dios es la prueba de nuestra fidelidad. Con la perseverancia salvarás tu oración y tu vida.
Llegará después la hora de la "noche oscura", cuando todo te parecerá árido o inclusive absurdo en las cosas de Dios. No temas. Ese es el momento en que Dios lucha junto a ti: remueve todo pecado en la confesión humilde y sincera de tus culpas y busca el perdón sacramental. Dale a Dios más de tu tiempo. Deja que la noche de los sentidos y del espíritu se convierta para ti en la hora de la participación en la pasión del Señor. En este punto Jesús mismo cargará con tu cruz y te conducirá consigo hacia la alegría de la Pascua. No te asombrará, entonces, descubrir como amable esa noche, ya que la verás transformada para ti en noche de amor, inundada por la alegría de la presencia del Amado.
No tengas miedo, por tanto, de las pruebas y de las dificultades de la oración. Recuerda solamente que Dios es fiel y no permitirá nunca una prueba sin salida, no dejará nunca que seas tentado sin darte la fuerza para soportar y vencer. Déjate amar por Dios. Como una gota de agua que se evapora bajo los rayos del sol y sube para volver a la tierra como lluvia fecunda o rocío consolador, deja así que tu ser sea cincelado por Dios, plasmado por el amor de los Tres, absorbido y restituido a la historia como regalo fecundo. Deja que la oración haga crecer en ti la libertad de todo miedo, el valor y la audacia del amor, la fidelidad a las personas que Dios te ha confiado y a las situaciones en las que te ha puesto, sin buscar evasiones o consuelos mediocres. Aprende, al rezar, a vivir la paciencia de esperar los tiempos de Dios, que no son los nuestros, y a seguir sus caminos, que a menudo tampoco son los nuestros.
Continuará...

domingo, 23 de diciembre de 2007

Carta sobre la oración: Bruno Forte.


"Me preguntas ¿por qué rezar? Te contesto, para vivir. Porque, en efecto, para vivir de verdad hay que rezar. ¿Por qué? Porque vivir significa amar. Una vida sin amor no es vida. Es soledad vacía, es cárcel y es tristeza. Sólo quien ama vive de verdad. Y solamente ama quien se siente amado, alcanzado y transformado por el amor. Así como la planta no puede florecer y dar sus frutos si no recibe los rayos del sol, también el corazón humano no puede abrirse a la vida verdadera y plena si no es alcanzado por el amor. Ahora bien, el amor nace y vive del encuentro con el amor de Dios, el más grande y verdadero de todos los amores posibles; más aún: el amor que está más allá de cualquier definición que podamos dar y de todas nuestras posibilidades. Al rezar nos dejamos amar por Dios y nacemos al amor. Por lo tanto, quien ama vive en el tiempo y para la eternidad.
¿Y quién no reza? Quien no reza corre el riesgo de morir interiormente, porque tarde o temprano le faltará el aire para respirar, el calor para vivir, la luz para ver, el alimento para crecer y la alegría que da sentido a la existencia.
Me dices: ¡pero yo no sé rezar! Me preguntas: ¿cómo se reza? Te contesto: empieza por darle algo de tu tiempo a Dios. Al comienzo, no importará que ese tiempo sea mucho, sino que tú se lo des con fidelidad. Fija tú mismo un tiempo para darle cada día al Señor, y dalo con fidelidad, cotidianamente, cuando lo sientas y cuando no. Busca un lugar tranquilo, donde si es posible haya algún signo que remita a la presencia de Dios. Medita en silencio, invoca al Espíritu Santo para que sea él quien diga en ti: "Abbá, Padre". Llévale a Dios tu corazón, aunque esté confuso. No tengas miedo de decirle todo: tus dificultades y tu dolor, tu pecado y tu incredulidad, y también tu rebelión y tu oposición, si así lo sientes.
Abandonándolo todo en las manos de Dios. Recuerda que es Padre-Madre en el amor, que todo lo recibe, todo lo perdona, todo lo ilumina, todo lo salva. Escucha su silencio. No quieras recibir en seguida respuestas. Persevera. Como el profeta Elías, camina en el desierto hacia el monte de Dios. Y cuando te hayas acercado a él, no lo busques en el viento, en el temblor o en el fuego, en signos de fuerza o de grandeza, sino en la voz sutil del silencio. No pretendas poseerlo, deja en cambio que pase por tu vida y por tu corazón, que toque tu alma y se deje contemplar por ti aunque sólo sea de espaldas.Escucha la voz de su silencio. Escucha su Palabra de vida. Abre la Biblia y medita con amor. Deja que la palabra de Jesús hable al corazón de tu corazón. Lee los salmos, donde encontrarás expresado todo lo que querrías decirle. Escucha a los apóstoles y a los profetas. Enamórate de la historia de los patriarcas, del pueblo elegido y de la iglesia naciente. Cuando hayas escuchado la Palabra de Dios, sigue caminando por los senderos del silencio, dejando que el Espíritu te una a Cristo, Palabra eterna del Padre. Al comienzo, te podrá parecer que el tiempo es demasiado. Persevera con humildad, dándole a Dios todo el tiempo que logres darle, pero nunca menos de lo que estableciste poder darle cada día. Verás que, de cita en cita, tu fidelidad se verá premiada. Y advertirás que poco a poco crecerá en ti el gusto por la oración: lo que al inicio te parecía inalcanzable, se tornará cada vez más fácil y hermoso. Comprenderás que lo que cuenta no es obtener respuestas, sino ponerse a disposición de Dios. Y verás que todo lo que presentes en la oración poco a poco se irá transfigurando".

Continuará...

sábado, 22 de diciembre de 2007

La voz de Isaías.


“Ay de los que llaman al mal bien y al bien mal,que tienen las tinieblas por luz y la luz por tinieblas,que tienen lo amargo por dulce y lo dulce por amargo.

Ay de los valientes para beber vino,y los aguerridos en mezclar licores;de los que por soborno absuelven al culpabley niegan la justicia al inocente.”…

“Vagará afligido y hambriento,y rabioso de hambre maldecirá a su rey y a su Dios.Volverá la cabeza a lo alto y mirará a la tierra:encontrará aprieto y oscuridad sin salida,angustia y tinieblas persistentes.…

“Pero el pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz,a los que habitaban en tinieblas y en sombra de muerte una luz les brilló.

Acreciste la alegría, aumentaste el gozo:se gozan en tu presencia, como gozan al cosechar,como se alegran al repartirse un botín.

Porque la vara del opresor,el yugo de su carga,el bastón de su hombro,los quebrantaste como en el día de Madián.

Porque la bota que pisa con estrépito y la capa empapada en sangre,serán combustible y pasto del fuego.…

“Porque un niño nos ha nacido,un hijo se nos ha dado, lleva al hombro el principado, y es su nombre:Maravilla de Consejero…Padre Perpetuo,Príncipe de la Paz.

Para dilatar el principado con una paz sin límites…

Para consolidarlo y sostenerlo con la justicia y el derecho,desde ahora y por siempre.

El celo del Señor lo realizará.”

(Isaías 5,20-23. 8,21-22.9,1-6)

Seremos salvos, seremos libres, seremos uno.


“La esencia de estar a solas, a solas consigo mismo, no está en huir de todas las personas de este mundo. Esto no tiene ningún sentido. No se trata de huir de la gente ni de correr a buscarla. Estar solo es simplemente otra forma de estar con ellos.

El estar físicamente presente para todos es casi siempre más o menos irrelevante. Se está o no se está. Y eso no tiene en realidad tanta importancia, puesto que estamos unidos en el Espíritu. Y así es como será en el cielo. En el cielo hay una verdadera vida comunitaria, sin pequeñeces ni trivialidades. Allí, no nos preocupamos por nuestra propia identidad y nuestra individualidad, y todas esas minucias.
En el cielo, todas las cosas serán como cuando son mejores que nunca para nosotros aquí en la tierra, y mucho mejores. En otras palabras, allí seremos realmente uno. Este es el propósito de nuestra vida, lo que buscamos y anhelamos, y lo que vamos a tener. Seremos salvos, seremos libres, seremos uno.

No tenemos que preocuparnos por el hecho de que las cosas sean ahora imperfectas. El tiempo se avecina, y será mucho mejor de todo cuanto podamos pensar o imaginar. Y así será porque seremos uno. Así, cuando estamos juntos, enriquecemos nuestra eternidad.
Esto es lo que significa ser cristianos. Así es como obra Dios. Y lo que hace que le estemos tan agradecidos. Sabemos que no es nuestra misión hacer que las cosas “funcionen”, ni satisfacer ninguna clase de precondiciones, ni “enderezar” todas las cosas”.

Thomas Merton.
Los Manantiales de la Contemplación.

viernes, 21 de diciembre de 2007

NAVIDAD: Qué estamos haciendo con nuestra vida?


"El continuo retorno de las estaciones, con sus fiestas y conmemoraciones, nos coloca al final de un año y en el umbral del naciente 2008. Es el tiempo y la vida que pasa. Es nuestra vida, la de cada uno de nosotros, la que pasa. Y hay solamente dos opciones: o la dejamos escapar o la vivimos intensamente, con un sentido y una misión. Hay muchos en nuestro pueblo que sienten, y algunos hasta lo dicen, que están perdiendo la vida. ¡La única que tenemos! Al llegar las fiestas de Navidad y Año Nuevo todos debemos preguntarnos por qué algunos compatriotas nuestros tienen la decepcionante sensación de que están perdiendo la vida.

En efecto, la Navidad es la fiesta de la Vida que nace, es la Fiesta del Nacimiento de Jesucristo, Aquel que vino para que tengamos vida y la tengamos en abundancia. Por tanto, es tiempo oportuno para detenernos y reflexionar sobre nuestra propia vida: ¿Qué sentido tiene vivir? ¿Qué estamos haciendo con nuestra vida? ¿Qué entorpece nuestra propia realización personal? Cada persona que viene a este mundo tiene el sagrado derecho a vivir y a vivir plenamente. Este es un derecho inherente al ser humano, es un derecho que viene de Dios. Ningún hombre, ningún Estado, ninguna religión, puede, ni dar, ni quitar la vida, porque ella sólo pertenece a Dios de quien procede.Pero, además del derecho a la vida, cada persona que viene a este mundo tiene el derecho a ser el dueño, el sujeto y el protagonista de su propia vida. Nadie puede arrebatarnos las riendas de nuestra existencia. Nadie puede administrarnos la vida. Nadie puede manipular nuestra existencia con los hilos sutiles o visibles de lo que te darán, lo que perderás, lo que te perjudicará, lo que te otorgarán por tus servicios. La vida no puede ser sólo una cuenta de costo-beneficio material. Eso es una nueva y más peligrosa forma de chantaje y esclavitud. Cada persona es dueña de su vida, de toda su vida, de su presente y de su destino, de su pasado y de su futuro. Nadie puede, ni debe, irrumpir en el santuario sagrado de la vida del otro, sin su permiso y sin su vigilancia y estricto control. Nadie tampoco puede convertirse en vigilante de la vida ajena sin faltar gravemente al respeto de su dignidad.

Cuando en una nación se crea un estado de miedo, de desconfianza con delatores y delatados, y se le propone a una cantidad increíble de gente sencilla y honesta que sean confidentes, algo muy malo está pasando en esa sociedad. Porque el bien hay que buscarlo a la luz del sol, no en la penumbra del secretismo y la delación. Si algo en aras del bien público no se puede saber, es porque los medios, o el fin que se busca, no pueden hacerse a la luz del día, y eso no es bueno, ni es lo mejor para servir al bien público. La estabilidad de una nación y la gobernabilidad de un Estado se pueden medir por el grado de transparencia de sus gestiones y por el grado de confianza mutua en que viven sus ciudadanos. Lo contrario es la paranoia y la doblez. Señales de que la gente no puede pensar con cabeza propia, y si lo logra no puede decir libremente lo que piensa; y si logra decir libremente lo que piensa, no puede actuar en coherencia con lo que piensa y lo que dice; y si lo alcanza a hacer, sufre penosas consecuencias. Si esto es lo que sucede en Cuba, algo muy grave ocurre aquí.

No debemos resbalar por la pendiente de la doblez y el miedo a la persecución, acostumbrándonos a una vida sin riendas y sin sentido. Esto no lo puede resistir con salud mental ningún ciudadano y esto no lo puede resistir, con bienestar para sus ciudadanos, ningún pueblo.Dispongámonos pues a tomar en nuestras manos las riendas de nuestra propia vida. Que al celebrar esta Navidad y Año Nuevo nuestras felicitaciones estén repletas de sentido, de profundidad, de coherencia entre lo que se piensa, se dice y se actúa".


(Editorial de la revista "Vitral" en el año 2003)

miércoles, 19 de diciembre de 2007

Tres imágenes de la Iglesia que soñamos.


"Hay tres imágenes que son importantes para la Iglesia de hoy. La Iglesia debería llegar a ser un lugar en el que el ser humano pueda vivir una experiencia espiritual; esa es la imagen de la Iglesia mística. En segundo lugar, debería crear un espacio para un nuevo tipo de comunidad, concretamente un espacio para la comprensión de las personas entre sí. Esto es válido tanto en el marco de la Iglesia universal como para las iglesias locales. Hoy en día, muchas personas se sienten solas y perdidas en medio de la muchedumbre anónima. Esas personas deberían encontrar su hogar en la Iglesia. En tercer lugar, la Iglesia debería trasmitir cultura cristiana de la vida y facilitar el acceso a una vida sana, que incluye, evidentemente, las buenas costumbres. En primera línea están los elementos saludables, la oración y la vida espiritual, pero también una vida diaria correcta y unos ritos saludables. Dicho en pocas palabras: todo lo que hace posible una vida sana. El cristianismo debería convertirse en una cultura visible en la que el ser humano experimenta su propia dignidad. Esas son las imágenes más importantes de la Iglesia".

(Anselm Grün)

lunes, 17 de diciembre de 2007

La verdadera autoridad del sacerdote.Anselm Grün.


"La fortaleza de una persona se pone de manifiesto, entre otras cosas, en dejar que los demás desarrollen sus facultades. El sacerdote no puede dominarlo todo; ni como teólogo ni como guía de su parroquia tiene que ser el mejor. Debe dejar que las facultades de cada persona sean fructíferas para su comunidad. Si conserva el equilibrio de su vida, si celebra los servicios religiosos y atiende a las personas a partir de una intensa relación con Cristo, conocerá el respeto de los demás. En el futuro, al sacerdote se le va a exigir sobre todo competencia espiritual.

(Competencia espiritual significa para mí que el sacerdote mismo siga un camino espiritual y haga experiencias espirituales. Y significa también que entienda a las personas que acuden a él para hablarle de sus experiencias espirituales. Por eso el sacerdote tiene que ser, ante todo, un hombre de oración. Lo cual no significa que deba recitar muchas oraciones, sino que viva a partir de la oración y que conozca y practique los métodos de la meditación y el camino interior).

La verdadera autoridad del sacerdote debería basarse en su deseo de despertar la vida en el ser humano y en procurar que esa vida siga creciendo después. Por consiguiente, la autoridad no es ante todo una cuestión de decisiones, sino una cuestión de acrecentamiento de la vida (autoridad proviene de augere, que significa acrecentar). El sacerdote necesita ciertamente competencia espiritual y litúrgica, pero también competencia en la dirección de otras personas. Es determinante, ante todo, que obispos y sacerdotes sean personas espirituales. Además, es importante que tengan paz interior y confíen en Dios, que sean equilibrados y no proyecten en otros sus aspectos reprimidos. Sacerdotes y obispos tienen que aprender a plantearse conflictos y a abordarlos objetivamente. Si convencen con su vida, conseguirán una autoridad natural y la gente aceptará lo que ellos prediquen".

domingo, 16 de diciembre de 2007

Adviento: cambios necesarios.


En estos días hemos recibido la carta que los obispos cubanos envian a la Iglesia para la commemoración de la Navidad. De esa carta hemos tomado un fragmento para este Tercer Domingo De Adviento.


"Este año estamos celebrando diez años de que en Cuba se volviera a conmemorar oficialmente el Día de Navidad, declarándolo feriado nacional. De esta manera nos sentimos unidos a los pueblos latinoamericanos, con los cuales compartimos las mismas raíces culturales cristianas, en una de las tradiciones y celebraciones más antiguas y genuinas de América Latina y El Caribe.
La ausencia por casi tres décadas de la celebración de la Navidad de manera oficial, unida a otros obstáculos de diversa índole, hicieron que más de una generación desconociera el sentido religioso, esperanzador y humano de esta fiesta. Hoy constatamos que la celebración de la Navidad recibe cada día más acogida entre las personas y las familias, lo cual revela un anhelo que perduró en el alma de nuestro pueblo. En este sentido también nos alegramos porque, a partir de este año, nuestros niños y jóvenes podrán disfrutar de vacaciones escolares por Navidad y Fin de Año. Esto contribuye al bien de nuestra nación
No podemos olvidar que el Papa Juan Pablo II, haciéndose eco de este deseo de nuestro pueblo y de la Iglesia, solicitó al gobierno de Cuba que la Navidad volviese a ser celebrada como un día feriado. Justamente, el próximo año, celebraremos el décimo aniversario de su visita. Él vino como «mensajero de la verdad y la esperanza». Su presencia entre nosotros fue una bendición para todos. Fue recibido por nuestro pueblo con calor y aprecio desbordante y las autoridades del país le brindaron una afectuosa acogida. Recorrió casi toda nuestra geografía. Con el Evangelio en la mano nos habló de la verdad sobre el hombre, sobre Jesucristo, sobre la Iglesia y nos dejó un mensaje de esperanza con el que nos animó a buscar entre todos un futuro mejor. El supo iluminar con voz de pastor muchas posibilidades concretas de crecimiento humano que pueden ser dinamizadas por la esperanza cristiana.
La esperanza que brota de nuestra fe en Jesucristo no es un escape de la realidad hacia un mundo fantasioso, no es un consuelo para las frustraciones de nuestra vida; es una liberación de nuestros miedos y un ensanchamiento de nuestros horizontes, es una fuerza movilizadora hacia metas más altas que desde ahora pueden animar nuestras acciones más concretas. ¡«No tengan miedo de abrir sus corazones a Cristo»!, esa fue la exclamación con la que nos saludó el Papa Juan Pablo II desde que puso sus pies en tierra cubana, la misma que fue como un lema de su pontificado.
Basta recordar de las enseñanzas del Papa algunas de sus palabras que son particularmente iluminadoras para este momento de nuestra historia: «Cuba, cuida a tus familias para que conserves sano tu corazón» ... «No busquen fuera lo que pueden encontrar dentro, no esperen de los otros lo que ustedes son capaces y están llamados a ser y a hacer. No dejen para mañana el construir una sociedad nueva, donde los sueños más nobles no se frustren y donde ustedes puedan ser los protagonistas de su historia» ... «Quiero repetir mi llamado a dejarse iluminar por Jesucristo, a aceptar sin reservas el esplendor de su verdad, para que todos puedan emprender el camino de la unidad por medio del amor y la solidaridad, evitando la exclusión, el aislamiento y el enfrentamiento, que son contrarios a la voluntad del Dios-Amor» ... «Esta es la hora de emprender nuevos caminos que exigen los tiempos de renovación que vivimos».
Esperanza y expectativas
Precisamente, en esta Navidad y fin de año, cuando en Cuba surgen tantas expectativas acerca de cambios necesarios que puedan mejorar y transformar la vida nacional, estas palabras cobran mayor significado, porque a través de muchos años se han acumulado dificultades que resultan agobiantes y duran demasiado. La Iglesia Católica, como parte de nuestro pueblo, participa de esta espera y ofrece su oración y su contribución para que se encuentren soluciones reales y eficaces que favorezcan caminos de esperanza.
En esta tarea todos estamos implicados, sin exclusiones ni marginaciones. Es necesario dar espacios a la iniciativa y creatividad personal, pues todos corremos la misma suerte. Todos somos capaces de aportar soluciones, como todos supimos solidarizarnos, de modo ejemplar, con las víctimas de las inundaciones que, recientemente, afectaron a las provincias orientales: los más cercanos abriendo las puertas de sus hogares, y los más lejanos entregando sus ayudas".

sábado, 15 de diciembre de 2007

Adviento: un comienzo totalmente nuevo.



"El misterio de Adviento es un misterio de vaciamiento, de pobreza, de limitación. Debe ser así. De otro modo no podría ser un misterio de esperanza. El misterio de Adviento es un misterio de comienzo: pero también es el misterio de un fin. La plenitud del tiempo es el final de todo lo que todavía estaba incompleto, todo lo que todavía era parcial. Es el cumplimiento en unidad de todo lo que era fragmentario.
El misterio de Adviento en nuestras vidas es el comienzo del fin de todo lo que en nosotros no es todavía Cristo. Es el comienzo del fin de la irrealidad. Y eso, sin duda, es motivo de alegría. Pero por desgracia nos aferramos a nuestra irrealidad, preferimos la parte al todo, continuamos siendo fragmentos, no queremos ser”un solo hombre en Cristo”.
El Cuerpo de Adán (“hombre”), que debería ser el Cuerpo del Amor de Dios, está desgarrado de odio. El Cuerpo de Adán, que debería estar transfigurado de luz, es un cuerpo de oscuridad y mentira. Lo que debería ser Uno en amor está dividido en millones de hostilidades frenéticas y asesinas. Pero sigue en pie el hecho: Cristo, el Rey de la Paz, ha venido al mundo y lo ha salvado. Ha salvado al Hombre, ha establecido Su Reino, y Su Reino es el reino de la Paz.
Adviento, para nosotros, significa aceptación de ese comienzo totalmente nuevo. Significa una disposición para hacer que la eternidad y el tiempo se encuentren no sólo en Cristo sino en nosotros, en el Hombre, en nuestra vida, en nuestro mundo, en nuestro tiempo. Si hemos de entrar en el comienzo de lo nuevo, debemos aceptar la muerte de lo viejo. El comienzo, pues, es el fin. Hemos de aceptar el fin, antes de poder empezar. O más bien, para ser más fieles a la complejidad de la vida, hemos de aceptar el final en el comienzo, ambos juntos".

Thomas Merton, “Tiempos de Celebración”.

viernes, 14 de diciembre de 2007

Gozo en el Amado.


Mi Amado, las montañas,
Los valles solitarios, nemorosos,
Las ínsulas extrañas,
Los ríos sonorosos,
El silbo de los aires amorosos;
La noche sosegada
Al par de los levantes de la aurora,
La música callada,
La soledad sonora,
La cena que recrea y enamora.

Cántico espiritual 14-15.

San Juan de la Cruz.

jueves, 13 de diciembre de 2007

San Juan de la Cruz. Sus cautelas.

Estamos para celebrar este 14 de diciembre otra vez la memoria de San Juan de la Cruz, y por eso les comparto el inicio de sus "Cautelas", un texto precioso, en el que muestra el santo un fino discernimiento de espiritus, y una capacidad especial para mirar en las profundidades del alma humana.


"El alma que quiere llegar en breve al santo recogimiento, silencio
espiritual, desnudez y pobreza de espíritu, donde se goza el
pacífico refrigerio del Espíritu Santo, y se alcanza unidad con Dios,
y librarse de los impedimentos de toda criatura de este mundo, y
defenderse de las astucias y engaños del demonio, y libertarse de
si mismo, tiene necesidad de ejercitar los documentos siguientes,
advirtiendo que todos los daños que el alma recibe nacen de los
enemigos ya dichos, que son: mundo, demonio y carne.
El mundo es el enemigo menos dificultoso: el demonio es más
oscuro de entender; pero la carne es más tenaz que todos, y duran
sus acometimientos mientras dura el hombre viejo.
Para vencer a uno de estos enemigos es menester vencerlos a
todos tres; y enflaquecido uno, se enflaquecen los otros dos, y
vencidos todos tres, no le queda al alma más guerra".

Una vocación encarnada.

"No hay nada más positivo, más positivo que la fe por la cual el Creador de todas las cosas mora y actúa en nuestros corazones. No obstante sabemos por nuestra historia pasada, que el ideal de “preservar la fe” puede a veces menguar hasta convertirse en algo muy negativo, enconado y obtuso: un mero “no” a todo aquello con lo que no estamos de acuerdo. Ya no podemos permitirnos el lujo de atrincherarnos en nuestro entorno católico y utilizarlo como una pequeña fortaleza de seguridad en un mundo de paganos. Ahora, la mayoría de nosotros estamos obligados por nuestra fe y nuestro amor a la verdad a consagrarnos humilde y enteramente, no solo al mensaje de Cristo, sino también a todo cuanto es válido en la cultura y en la civilización humanas, porque esto, también es suyo, por derecho. No es tan sólo algo que debamos salvar para Cristo, sino más, no está desvinculado de nuestra propia salvación. Si el Señor de todas las cosas se hizo carne y santificó a la naturaleza toda, restituyéndola al Padre por Su Resurrección, también nosotros tenemos nuestra misión que cumplir extendiendo el poder de la Resurrección al mundo entero por medio de nuestras plegarias, nuestros pensamientos, nuestro trabajo y nuestra vida total. Y nada impedirá tan efectivamente que podamos hacerlo como la división, la discontinuidad de la vida espiritual que sitúa a Dios y a la oración en un compartimiento, y el trabajo y el apostolado en otro, como si trabajo y oración fuesen, de algún modo, antagónicos".
Thomas Merton.
Los Manantiales de la contemplación.

miércoles, 12 de diciembre de 2007

Quién soy yo?


Yo soy una persona a la que Dios CONOCE perfectamente; yo mismo no sé a veces quién soy, pero me queda el consuelo de saber que Dios sí lo sabe, lo sabe de una manera única, conoce cada rincón de mi ser, cada luz y cada oscuridad de mi vida. Y lo mejor es que, conociéndome como me conoce, soy también una persona AMADA por Dios.
Soy además una persona LLAMADA por Dios; llamada desde la eternidad y para la eternidad. Es evidente que a ese llamamiento respondo mal y que a ese amor que Él me da soy muy a menudo infiel. Por eso soy también una persona PERDONADA por Dios. NO debemos vivir con sentimientos de culpa, pues vivimos bajo el signo del perdón, bajo el signo de la Gracia.
Soy una persona ENRIQUECIDA por Dios: por todo lo que la naturaleza me ha dado, por la Gracia de Dios que me acompaña siempre, por los dones y la fuerza del Espíritu, que habita en mí. Puedo decir aquello de San Juan de la Cruz: “Todo es mío, porque Cristo es mío y todo para mí”.
Soy una persona ENVIADA por Dios a vivir en la luz de su Gracia, a anunciar su Reino, a dar el fruto de su Espíritu; enviada a la región de la paz, de la alegría y del amor.
Soy, definitivamente, una persona BENDECIDA por Dios.
Puedes leer: Romanos 8, 31-39

lunes, 10 de diciembre de 2007

Aniversario.


Desde el amanecer de este día estoy evocando una presencia especial de Thomas Merton para recordar otro aniversario de su entrada en la vida, un 1o de dciembre de 1968, en Asia, muy lejos de su Getsemaní. Allá le llevó su búsqueda, y nos dejó un testimonio increíble, recogido en sus libros, especialmente en sus diarios. Merton es para mí un compañero de camino, un amigo, pues sólo así quería él realizar su magisterio espiritual con nosotros. Este blog quiere ser un gesto de agradecimiento a su persona, y al mismo tiempo expresión del deseo de compartir el gozo de tenerle como amigo.

Al final de su autobiografía el propio Merton tuvo una luz de lo que sería su misión en el mundo, y escribió:


"Serás ensalzado, y será como arder en la pira. Serás amado, y te matará el corazón y te llevará al desierto.

Tendrás dones, y te abrumarán con su peso. Tendrás placeres en la oración, y te enfermarán y huirás de ellos.

Y cuando hayas sido ensalzado un poco y amado un poco Yo te quitaré todos tus dones y todo tu amor y toda tu vanagloria y quedarás completamente olvidado y abandonado y no serás nada, una cosa muerta, un desecho. Y en ese día empezarás a poseer la soledad que tanto tiempo has anhelado. Y tu soledad producirá inmenso fruto en las almas de los hombres que no conocerás nunca en la tierra....

Para que seas el hermano de Dios y aprendas a conocer al Cristo de los hombres abrasados".

domingo, 9 de diciembre de 2007

Imágenes y símbolos del calendario litúrgico.

Este SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO, trae ya la figura de Juan Bautista, pero sigue estándo aun en la dinámica escatológica de la segunda venida de Cristo. Les propongo un texto de Anselm Grün que va en la línea de un redescubrimiento de la liturgia cristiana.
"El calendario litúrgico con sus diversas fiestas les ofrece a los pensamientos y sentimientos, a las imágenes e ideas que se encuentran desplazadas en el inconsciente la posibilidad de expresarse y de representarse. Nos muestran imágenes y símbolos que corresponden a nuestros sueños. En nuestro idioma cotidiano, no tenemos las palabras ni los conceptos para lo que transcurre debajo de la superficie. Y sin embargo, esto debe ser elevado al idioma para que no se quiebre ni nos produzca una fisura incurable. Cuando puede expresarse, puede desarrollar un efecto curativo en nosotros y nos infunde nuevas fuerzas y un equilibrio interior.
Las imágenes y los símbolos del calendario eclesiástico nos muestran quiénes somos en realidad. Elevan nuestros pensamientos y sentimientos inconscientes al consciente y le dan una forma de expresarse. Todo esto nos hace bien. Nos libera del miedo de que, en el inconsciente, algo se nos anegue. Y nos da la posibilidad de relacionarnos con toda franqueza con nuestro inconsciente. El calendario eclesiástico no nos dicta clases de psicología sobre nuestro inconsciente, tampoco lo analiza, sino que lo representa en imágenes y símbolos, en la fiesta de la liturgia, en ritos y gestos. Saca a la luz los contenidos inconscientes y los pone en acción.
La liturgia es, al fin y al cabo, una representación, una representación santa que integra a todos y los hace partícipes de lo representado, del misterio de la festividad, del misterio de nuestra redención".
(Anselm Grün)

sábado, 8 de diciembre de 2007

Para recordarnos los caminos de Cristo.



Al hablar del Adviento, Thomas Merton hace un señalamiento importante y curioso que llama nuestra atención. Es el siguiente:

“Puede ocurrir que los mejores cristianos estén entre los que, por alguna razón, se consideran malos cristianos. Eso también puede ser parte del misterio de Adviento, y nos puede recordar los caminos de Cristo”.

¿Qué piensan? Léanlo varias veces y verán cuántas ideas llegan, cuántas preguntas, y también algo de luz. Aquí está eso que la teología ha llamado la “kénosis” o “abajamiento” de que habla la Carta a los Hebreos y San Pablo también. Sigamos escuchando a Merton:

“La plenitud del tiempo es el tiempo de Su vaciamiento en nosotros. La plenitud del tiempo es el tiempo de nuestro vaciamiento, que atrae a Cristo a bajar a nuestras vidas de modo que en nosotros y por medio de nosotros pueda traer la plenitud de Su verdad al mundo”.

Dice Merton:
“Aquí es donde hemos de tener cuidado con nuestros torcidos conceptos de “plenitud” y “planificación”. Es cierto que la gloria y la presencia de Cristo a veces han rebosado visiblemente no sólo en carismas espirituales, sino también en lo que podríamos llamar el carisma de la cultura y las formas espirituales de la civilita. Pero, obviamente, ese “carisma”, en el mejor de los casos, es metafórico o analógico, ya que implica el “bautizar” formas que son muy limitadas en el tiempo y en la geografía. Cuanto más “llenos” estamos de esos cumplimientos, y cuanto más identificamos la fisonomía de una cultura próspera con el rostro del Kyrios glorificado, más tendemos a dejarnos engañar por una proyección y cumplimiento ilusorios, y mayor el peligro de que nuestro Cristianismo se convierta en una vana presunción ante los ojos de Dios. En tal caso, el Advenimiento del Señor no pide ni más ni menos que un retorno al “vaciamiento” de la fe. Incluso puede significar la destrucción de la falsa imagen que habíamos erigido en honor de nuestro propio logro, o que, aunque erigida en honor del Señor, no era digna de Él”.

Sigue entonces su argumentación para acabar de iluminar la frase inicial de esta entrada:

“Si el Señor desea vivir en nosotros Su vaciamiento de Sí mismo, Su Kénosis, no es probable que tolere en nosotros la plenitud y ufanía de la arrogancia colectiva. ¿En quién descansará Su Espíritu sino en los humildes y en los pobres? Eso no significa que el orgullo ocasional, o incluso corriente, pueda arrojar válidas dudas sobre la verdad de la Iglesia; pero significa que la fuerza y santidad de la Iglesia no están, en ese momento, donde se supone y se afirma que están”.

Aquí habría ahora que volver a leer la frase inicial, y por eso vuelvo a escribirla:

“Puede ocurrir que los mejores cristianos estén entre los que, por alguna razón, se consideran malos cristianos. Eso también puede ser parte del misterio de Adviento, y nos puede recordar los caminos de Cristo”.

¡Recordarnos los caminos de Cristo! Qué importante es esto siempre, por nuestra mala memoria.

jueves, 6 de diciembre de 2007

Camino a Getsemaní. 2



Thomas Merton conoció a los trapenses de un modo casual, la mención de un amigo; aunque ya sabemos que la Providencia se disfraza a menudo de casualidad para ponernos en el camino lo más necesitamos en un determinado momento. En su autobiografía Merton nos va contando paso a paso todo ese itinerario vocacional que le permitió irse abriendo progresivamente al descubrimiento de la voluntad de Dios para su vida. Les comparto algunos pasajes de la misma, a propósito del cercano aniversario de la entrada de Thomas Merton a Getsemaní, y también de su muerte. Ambas fueron de alguna manera realidades similares: la primera, muerte al mundo, nacimiento a una vida renovada; la segunda, también muerte definitiva al mundo, y nacimiento definitivo a la Vida plena de Dios.

“Llegó el año nuevo, 1941. En su enero, tenía que cumplir mi vigésimo sexto aniversario y entrar en mi vigésimo séptimo, el año más trascendental.
Ya en febrero, o antes, se me ocurrió la idea de que podría hacer un retiro en algún monasterio por Semana Santa y Pascua florida. ¿Dónde sería? El primer lugar que vino a mi mente fue la abadía trapense de que me había hablado Dan Walsh, en Kentucky. Tan pronto como lo pensé vi que era la única elección. Allí necesitaba ir. Algo se había despertado en mi interior, en los meses últimos, algo que requería, que pedía al menos una semana en aquel silencio, en aquella austeridad, rezando juntamente con los monjes en su coro frío. Mi corazón se ensanchó de expectación y felicidad.
A finales de marzo escribí a los trapenses de Getsemaní pidiendo ir allí a pasar un retiro por Semana Santa. Apenas había recibido su contestación, diciéndome que se alegrarían de tenerme allí, cuando llegó otra carta. Era de la Caja de Reclutamiento, anunciándome que mi número correspondía al ejército.
Quedé sorprendido. Había olvidado el reclutamiento, o, más bien, había hecho cálculos que alejaban esto hasta por lo menos después de la Pascua. Sin embargo, había tomado mi posición con respecto a la guerra y sabía lo que tenía que hacer en conciencia. Redacté mi respuesta a los cuestionarios con paz en mi corazón, sin esperar que ello importara mucho a mi caso”.(M7C)


En las páginas de la autobiografía, y a propósito de esta citación que recibió para el ejército, Merton comparte algunas de sus ideas de entonces respecto a la guerra, y las leo ahora con la motivación de otra lectura que hago en estos días: “Paz en tiempos de oscuridad”, del propio Merton, editado recientemente por Desclée. Merton buscó en la Enciclopedia Católica todo lo referente a los trapenses y otras órdenes afines. Escribe:

“Afuera, en el mundo, había hombres santos que eran santos en el sentido de que iban acompañados de las imágenes de todas las situaciones posibles en las cuales podían demostrar su amor de Dios exhibido ante ellos; estaban siempre conscientes de todas esas posibilidades. Pero estos otros hombres ocultos se habían acercado tanto a Dios en su retiro escondido, que ya no veían a nadie más que a Él. Se habían perdido en la perspectiva; no había comparación entre ellos recibiendo y Dios dando, porque la distancia por la cual podía medirse tal comparación se había reducido a nada. Estaban en Él. Se habían reducido a nada y transformado en Él por la humildad simple y absoluta de sus corazones.
El amor de Cristo rebosando en aquellos corazones puros les hacía niños y les hacía eternos. Hombres viejos, con miembros como las raíces de los árboles, tenían los ojos de niños y vivían, bajo sus grises cogullas de lana, eternos. Todos ellos, jóvenes y ancianos, no tenían edad, los hermanitos de Dios, los niños pequeños para quienes se hizo el Reino de Dios”.(M7C)

Había mucho de idealización en esta imagen de Merton, cierto es, pero ha de haberla siempre en alguna medida en toda realidad que uno descubre, en la que sueña, a la que aspira. El tiempo luego le haría descubrir otras dimensiones de esa vida, pero no por eso dejaría de amarla, hasta el último día de su vida.


A un fraile del Colegio de San Buenaventura, donde Merton trabajaba como profesor, le comentó entusiasmado:
- Voy a un monasterio trapense a hacer un retiro por Semana Santa.
“-¡No deje que le cambien! –dijo con una especie de sonrisa forzada”.
Merton entonces respondió: “Sería una buena cosa si me cambiaran.
Era un modo seguro e indirecto de admitir lo que había en mi corazón… el deseo de ir a aquel monasterio y quedarme para siempre”. (M7C)

miércoles, 5 de diciembre de 2007

Adviento: buscar y encontrar a Cristo en nuestro mundo.


“Nuestra tarea es buscar y encontrar a Cristo en nuestro mundo tal como es y no como podría ser. El hecho de que el mundo sea diferente de lo que podría ser no altera la verdad de que Cristo está presente en él, y que Su plan no ha fracasado ni cambiado…
Nuestro Adviento es la celebración de esa esperanza. Lo que es incierto no es la “venida” de Cristo sino nuestra acogida a Él, nuestra respuesta a Él, nuestra docilidad y capacidad de “salir” a Su encuentro. Hemos de estar dispuestos a verle y a aclamarle, como hizo Juan, aun en el mismo instante en que todo el trabajo de nuestra vida y todo su significado parecen derrumbarse. En efecto, cosa aun más temible, la misma Iglesia quizá sea llamada algún día a señalar al Redentor victorioso y Rey de los tiempos en medio del derrumbamiento de todo lo que ha edificado laboriosamente la devoción de siglos y culturas, con sincera intención de que fuera cristiano.
El advenimiento de Cristo en la historia no está esencialmente vinculado al desarrollo y progreso de una civilización cristiana. La “cristiandad” es y ha sido una gran cosa, pero nunca ha sido un bien absoluto y sin matizar, ni un bien en sí mismo. La cristiandad no es el cristianismo. No es “el Reino” y no es el Cristo místico.
La realidad de la cultura cristiana emana ciertamente de la presencia de Cristo en el mundo, pero no es idéntica a esa presencia. Nuestro Adviento no es una celebración de valores tradicionales meramente culturales, por grandes y dignos de perpetuación que sean. El adviento no es un mero retorno, una repetición, una renovación de lo antiguo. No puede ser el regreso a la infancia personal o social. La venida del Señor, que es lo mismo que Su “presencia”, es la venida de lo nuevo, no la renovación de lo viejo, y la Historia Sagrada es como el río de Heráclito en que nadie se baña dos veces”.

Thomas Merton, Tiempos de celebración.

martes, 4 de diciembre de 2007

Camino a Getsemaní.


En noviembre de 1941 Thomas Merton, en pleno proceso de discernimiento espiritual y vocacional, escribía en su diario personal esta oración:

“Ruego de todo corazón que yo pueda entregarme plenamente a Dios de acuerdo con Su voluntad y que no continúe caminando por el camino de mi propio y estúpido querer. Sólo Dios puede ayudarme a salir de mi torpeza”.

El 1 de diciembre recibió por correo una nota de la junta de reclutamiento, y ello aceleró la decisión que estaba por tomar. Por eso el día 2 escribe:

“Ayer pasé el día rellenando los documentos necesarios para pedir una prórroga, a fin de averiguar si los trapenses estarían dispuestos a recibirme o no. Y he estado rezando sin interrupción”.

Era el final de una etapa de su vida, de un camino que se había iniciado un 24 de enero de 1915, y que luego de tanteos, búsquedas y tropiezos, le llevaría hasta un monasterio de la Trapa. Meses antes había estado en ese lugar; en el mes de abril, en semana santa, visitó la Trapa de Getsemaní, en Kentucky, y quedó totalmente impresionado, hasta el punto de escribir en su diario:

“Debería arrancar todas las demás páginas de este libro y todas las páginas de todos los libros que a lo largo de mi vida han salido de mi pluma y empezar aquí”.

Una vida nueva. Eso quería empezar Merton cuando tomó la decisión de ser trapense en Getsemaní. Una vida para Dios. Llegó allí un 10 de diciembre de 1941.

El amor triunfa porque es un mal negocio.


Este es un poema de amor de Thomas Merton, que forma parte de "Seis cartas nocturnas", y fue escrito en el período complejo, pero tremendamente humano, en que el contemplativo católico se enamoró de una enfermera que le cuidaba en el hospital de Louisville. Notemos la influencia de toda la tradición especulativa de la tiniebla y la nada, así como la de San Juan de la Cruz, y su Noche Oscura del alma. Monje americano al fin y al cabo, hace una comparación algo prosaica entre el amor y un automovil. Es un poema que me gusta especialmente, y por eso se los comparto hoy:


"El amor total no llega a cristalizarse
Hasta que no es consciente de su fragilidad
Es quebradizo y no funciona
Como una máquina bien engrasada.
No es una cuestión política
Nadie vota a favor del amor
El amor triunfa
Porque es un mal negocio
Y lo pierde todo.
No puede nacer el amor
Hasta que los dos amantes
Se hayan arruinado.
Cuando el amor mejor fluye es
Al desvanecerse
Cuando ningún aumento en las horas de conducción
Puede acelerarlo
Cuando ninguna cantidad de gasolina
Puede impulsarlo.
El amor enamora
Cuando brota de sí mismo
Sin la intervención del hombre
Su mejor instante
Es cuando se oculta
peregrino del aire
Y vuela perdido
Hasta los confines del mundo".


Thomas Merton.
He comenzado a leer "Paz en tiempos de oscuridad", el último libro que llegó a mis manos de Merton, como manera personal de ponerme en sintonía con este nuevo aniversario, el próximo día 10, de su entrada en Getsemaní, y de su inesperada y absurda muerte. Tendremos acá algunas entradas para recordar esos momentos de la vida de este amigo y maestro.

lunes, 3 de diciembre de 2007

Seguimos en ruta.


El comienzo del ADVIENTO nos ha traido la satisfacción de la lectura del libro sobre Henri Nouwen, que recientemente comentamos en este blog. También la lectura de la carta del papa me ha servido como motivación para adentrarme en este tiempo litúrgico, y quiero presentarla en los diversos ámbitos en que trabajo pastoralmente. Es un documento inteligente y espiritual, que vale la pena revisar, pues nos permite acceder a realidades de la fe católica desde una nueva visión. Es importante siempre tener motivaciones nuevas que nos ayuden a adentrarnos en la vida de modo que esta se renueve, y poder superar la rutina, la costumbre, y los diversos aspectos que tornan arduo el subir al monte de la santidad. Otros recursos serán, como siempre, los textos de Thomas Merton y otros maestros del espíritu que aparecen regularmente en esta página. Ser creativos a la hora de andar la senda del Espíritu, echar fuera el temor y hallar nuestro modo personal de comunicarnos con Dios, sin dejar de ver la dimensión comunitaria y fraterna de toda búsqueda. En los ultimos días no he recibido ningun mensaje de los amigos del blog, y he pensado si hay alguna dificultad para acceder a este, o si simplemente les ha faltado motivación o tiempo para hacerlo. Si es esto último, no hay problemas, me pasa lo mismo a veces a mí, que leo otros blogs, pero no tengo tiempo para dejar comentarios. Seguimos entonces en ruta, buscando vivir este camino interior con los auxilios espirituales que suscita el Espíritu.

domingo, 2 de diciembre de 2007

LA ESPERANZA NO DEFRAUDA


“Aparece también como elemento distintivo de los cristianos el hecho de que ellos tienen un futuro: no es que conozcan los pormenores de lo que les espera, pero saben que su vida, en conjunto, no acaba en el vacío. Sólo cuando el futuro es cierto como realidad positiva, se hace llevadero también el presente. De este modo, podemos decir ahora: el cristianismo no era solamente una « buena noticia », una comunicación de contenidos desconocidos hasta aquel momento. En nuestro lenguaje se diría: el mensaje cristiano no era sólo « informativo », sino « performativo ». Eso significa que el Evangelio no es solamente una comunicación de cosas que se pueden saber, sino una comunicación que comporta hechos y cambia la vida. La puerta oscura del tiempo, del futuro, ha sido abierta de par en par. Quien tiene esperanza vive de otra manera; se le ha dado una vida nueva”. (2)


“La fe no es solamente un tender de la persona hacia lo que ha de venir, y que está todavía totalmente ausente; la fe nos da algo. Nos da ya ahora algo de la realidad esperada, y esta realidad presente constituye para nosotros una « prueba » de lo que aún no se ve. Ésta atrae al futuro dentro del presente, de modo que el futuro ya no es el puro « todavía-no ». El hecho de que este futuro exista cambia el presente; el presente está marcado por la realidad futura, y así las realidades futuras repercuten en las presentes y las presentes en las futuras”. (7)



Benedicto XVI. Encíclica sobre la Esperanza.

sábado, 1 de diciembre de 2007

EL JUICIO ES TAMBIÉN ESPERANZA. Benedicto XVI.


Recién salida del horno, hemos leído la encíclica del papa, y desde acá les recomiendo su lectura. No es larga, y los temas que trata son esenciales a nuestro credo cristiano, y están presentados desde una perspectiva inteligente, racional, pero a la vez espiritual. Aquí les dejo algo de lo leído, que muestra como el papa se abre a las nuevas ideas teológicas, y nos vale también para reflexionar y orar en estos días de Adviento, cuando celebramos la última venida del Jesús, “para juzgar a vivos y muertos”.

La existencia cristiana, ante todo, está construida sobre un fundamento común: Jesucristo. Este es el fundamento que resiste. Si hemos permanecido fieles sobre este fundamento y hemos construido sobre él nuestra vida, sabemos que este fundamento no se nos puede quitar ni siquiera en la muerte”.(46)

“Algunos teólogos recientes piensan que el fuego que arde y que a la vez salva, es Cristo mismo, el Juez y Salvador. El encuentro con él es el acto decisivo del Juicio. Ante su mirada toda falsedad se deshace. Es el encuentro con Él lo que, quemándonos, nos transforma y nos libera para llegar a ser verdaderamente nosotros mismos. En ese momento, todo lo que se ha construido durante la vida puede manifestarse como paja seca, vacua fanfarronería y derrumbarse. Pero en el dolor de este encuentro, en el cual lo impuro y malsano de nuestro ser se nos presenta con toda claridad, está la salvación. Su mirada, el toque de su corazón, nos cura a través de una transformación, ciertamente dolorosa, “como a través del fuego”. Pero es un dolor bienaventurado, en el cual el poder santo de su amor nos penetra como una llama, permitiéndonos ser por fin totalmente nosotros mismos y, con ello, totalmente de Dios”.(
47)

“Nuestro modo de vivir no es irrelevante, pero nuestra inmundicia no nos ensucia eternamente, al menos si permanecemos orientados hacia Cristo, hacia la verdad y el amor. A fin de cuentas, esta suciedad ya ha sido quemada en la Pasión de Cristo. En el momento del Juicio experimentamos y acogemos este predominio de su amor sobre todo el mal en el mundo y en nosotros. El dolor del amor se convierte en nuestra salvación y nuestra alegría”. (47)

“El Juicio de Dios es esperanza, tanto porque es justicia, como porque es gracia. Si fuera solamente gracia que convierte en irrelevante todo lo que es terrenal, Dios seguiría debiéndonos aún la respuesta a la pregunta sobre la justicia, una pregunta decisiva para nosotros ante la historia y ante Dios mismo. Si fuera pura justicia, podría ser al final sólo un motivo de temor para todos nosotros. La encarnación de Dios en Cristo ha unido uno con otra –juicio y gracia- de tal modo que la justicia se establece con firmeza: todos nosotros esperamos nuestra salvación “con temor y temblor”. No obstante, la gracia nos permite a todos esperar y encaminarnos llenos de confianza al encuentro con el Juez, que conocemos como nuestro “abogado”, parakletos”. (47)

Encíclica “Spe Salvi”, de Benedicto XVI, sobre la esperanza cristiana.

viernes, 30 de noviembre de 2007

No arrinconar el alma.


Cada tiempo litúrgico que vivimos en la Iglesia, cada celebración de nuestra fe. cada ritual, cada devoción, cada vivencia espiritual, ha de ser siempre camino para avivar el alma, para animar nuestra vida interior al punto de que entre en el dinamismo del gozo y la esperanza. Así lo expresa Santa Teresa en este texto que podríamos tomar como paradigma de todo nuestro itinerario hacia Dios. Él no quiere para nosotros angustias ni temores, sino gozo, fortaleza, esperanza. No arrinconemos el alma, ni la agobiemos, sino cuidemos nuestro ser, nuestro espíritu, nuestro cuerpo, para que todo lo que somos camine hacia Dios.


Andemos confiadamente por esas moradas interiores y miremos siempre al centro de nuestro ser donde nace Cristo cada día.


“Tornemos ahora a nuestro castillo de muchas moradas. No
habéis de entender estas moradas una en pos de otra, como cosa en hilada, sino poned los ojos en el centro, que es la pieza o palacio 
adonde está el rey, y considerar como un palmito, que para llegar a lo que es de comer tiene muchas coberturas que todo lo sabroso cercan. Así acá, enderedor de esta pieza están muchas, y encima
lo mismo. 
Porque las cosas del alma siempre se han de considerar con plenitud y anchura y grandeza, pues no le levantan nada, que capaz es de mucho más que podremos considerar, y a todas partes de ella se comunica este sol que está en este palacio. Esto importa mucho a cualquier alma que tenga oración, poca o mucha, que no la arrincone ni apriete. Déjela andar por estas moradas, arriba y abajo y a los lados, pues Dios la dio tan gran dignidad…”.
Santa Teresa, Moradas.



jueves, 29 de noviembre de 2007

El amado de Dios.


Entre los libros que recibí recién está “El amado de Dios. Biografía espiritual de Henri Nouwen”, de Michael O¨Laughlin, publicado por Desclée de Brouwer, en su colección “Testigos”. Tratándose de un libro sobre Henri Nouwen ya tiene interés por adelantado, sobre todo para todos los que seguimos la obra de este maestro espiritual, y que además hemos leído otros intentos anteriores de presentar en síntesis una visión completa de la propuesta espiritual de este conocido escritor católico. Hice un paréntesis en el libro que estaba leyendo sobre el castillo interior de Santa Teresa, y me dispuse a disfrutar de esta otra propuesta, y eso hago desde hace un par de días. Lo primero que ha llamado mi atención es que el autor cuestiona la imagen que otro libro ha dado de Henri; me refiero a “El profeta herido”, de Michael Ford, texto que disfruté muchísimo y que he leído además no menos de cuatro veces, y tengo todo marcado y subrayado. Estoy intentando escuchar los criterios e interpretaciones de Michael O´Laughlin sobre Nouwen, pero hasta el momento no ha conseguido despertar el interés y motivación que consiguió el libro de Ford en mí. Aun así no quiero dar un juicio definitivo hasta que llegue al final de esta lectura, y de cualquier modo esta nueva mirada nos permitirá conocer un poco más a Henri, renovar nuestra comunión espiritual con él, y adentrarnos en su mundo de fe. Quienes se interesan por Henri y han leído otras biografías seguramente no querrán perder la oportunidad de repasar esta propuesta que ahora aparece en español, y cuya publicación en inglés data del año 2004.

Otras propuestas biográficas sobre Henri Nouwen:
1-“Henri Nouwen: Una incansable búsqueda de Dios”, de Jurgen Beumer. Lumen.
2- Escritos Esenciales. Henri Nouwen. (Incluye “El fuego del amado”, de Robert A. Jonas, extenso resumen biográfico y espiritual sobre Nouwen)

miércoles, 28 de noviembre de 2007

Celebrar nos une a nuestras raíces.


Con la fiesta, el hombre rompe con toda intención su cotidianidad para superarla de una forma diferente. En la fiesta, bebe de la fuente de la vida. Se sumerge en el misterio propiamente dicho de su vida, que se representa con motivo de la festividad: por ejemplo, en el nacimiento de una persona, en el casamiento o en acontecimientos importantes de la historia de un pueblo…
La fiesta une a la persona con sus raíces de las cuales se nutre. Para la persona es sana la “unión del presente con el pasado histórico y mítico”, tal como lo concretan las festividades del calendario litúrgico. El celebrar unifica y permite ser partícipe de la corriente de la vida. Cuando una persona se aparta de su propio pasado, cuando reprime sus recuerdos y vive sin su rostro, se enferma y muchas veces se deprime. Si bien el recuerdo mira hacia el pasado, nos abre, también, un nuevo horizonte para el futuro. Nos muestra de qué somos capaces.
Por eso, celebrar las festividades es necesario para la vida, nos infunde la fuerza que necesitamos para poder llevar adelante nuestra vida. Pero no podemos celebrar sólo las fiestas que nos plazcan. Una fiesta es posible solamente cuando podemos vivir de ella, cuando se expresa algo que nos ofrece una nueva visión de nosotros mismos y de nuestra vida, un nuevo sentimiento existencial. Para los antiguos, solamente había una auténtica festividad cuando se celebraba a Dios y sus hechos. No podían concebir una fiesta puramente profana.
Al celebrar los hechos de Dios ellos buscaban convertirse en auténticas personas, en personas conscientes de su dignidad, de sus raíces, de sus posibilidades, en personas que no viven en el olvido ni disecan su interior con la actividad cotidiana.
(Anselm Grün)

Aprender el silencio




“La meditación no es tiempo de palabras, por bellas y bien fraseadas que estén. Todas nuestras palabras resultan totalmente ineficaces cuando se trata de penetrar en el misterio de Dios, en la profundidad de la comunión con Dios, cuya Palabra, presente en nuestro interior, es antes y después de todas las palabras: “Yo soy el Alfa y la Omega”, dice el Señor.
Si queremos entrar en esta santa y misteriosa comunión con la Palabra de Dios que habita dentro de nosotros, tenemos que tener el coraje de volvernos más y más silenciosos. En este profundo silencio creador encontramos a Dios de una manera que trasciende todas las capacidades de entendimiento y de lenguaje. No podemos aprehender a Dios pensando sobre él…” (John Bain)

Ser parte de todo...

¡Oh Dios! Somos uno contigo. Tú nos has hecho uno contigo. Tú nos has enseñado que si permanecemos abiertos unos a otros Tú moras en nosotros. Ayúdanos a mantener esta apertura y a luchar por ella con todo nuestro corazón. Ayúdanos a comprender que no puede haber entendimiento mutuo si hay rechazo. ¡Oh Dios! Aceptándonos unos a otros de todo corazón, plenamente, totalmente, te aceptamos a Ti y te damos gracias, te adoramos y te amamos con todo nuestro ser, nuestro espíritu está enraizado en tu Espíritu. Llénanos, pues, de amor y únenos en el amor conforme seguimos nuestros propios caminos, unidos en este único Espíritu que te hace presente en el mundo, y que te hace testigo de la suprema realidad que es el amor. El amor vence siempre. El amor es victorioso. AMÉN.
-Thomas Merton-

Santidad es descubrir quién soy...

“Es cierto decir que para mí la santidad consiste en ser yo mismo y para ti la santidad consiste en ser tú mismo y que, en último término, tu santidad nunca será la mía, y la mía nunca será la tuya, salvo en el comunismo de la caridad y la gracia. Para mí ser santo significa ser yo mismo. Por lo tanto el problema de la santidad y la salvación es en realidad el problema de descubrir quién soy yo y de encontrar mi yo verdadero… Dios nos deja en libertad de ser lo que nos parezca. Podemos ser nosotros mismos o no, según nos plazca. Pero el problema es este: puesto que Dios solo posee el secreto de mi identidad, únicamente él puede hacerme quien soy o, mejor, únicamente Él puede hacerme quien yo querré ser cuando por fin empiece plenamente a ser. Las semillas plantadas en mi libertad en cada momento, por la voluntad de Dios son las semillas de mi propia identidad, mi propia realidad, mi propia felicidad, mi propia santidad” (Semillas de contemplación).

LA DANZA GENERAL.

"Lo que es serio para los hombres a menudo no tiene importancia a los ojos de Dios.Lo que en Dios puede parecernos un juego es quizás lo que El toma más seriamente.Dios juega en el jardin de la creación, y, si dejamos de lado nuestras obsesionessobre lo que consideramos el significado de todo, podemos escuchar el llamado de Diosy seguirlo en su misteriosa Danza Cósmica.No tenemos que ir muy lejos para escuchar los ecos de esa danza.Cuando estamos solos en una noche estrellada; cuando por casualidad vemos a los pajaros que en otoño bajan sobre un bosque de nísperos para descansar y comer; cuando vemos a los niños en el momento en que son realmente niños; cuando conocemos al amor en nuestros corazones; o cuando, como el poeta japonés Basho, oímos a una vieja ranachapotear en una solitaria laguna; en esas ocasiones, el despertar, la inversiónde todos los valores, la "novedad", el vacío y la pureza de visión que los hace tan evidentes nos dan un eco de la danza cosmica.Porque el mundo y el tiempo son la danza del Señor en el vacío. El silencio de las esferas es la música de un festín de bodas. Mientras más insistimos en entender mal los fenómenos de la vida, más nos envolvemos en tristeza, absurdo y desesperación. Pero eso no importa, porque ninguna desesperación nuestra puede alterar la realidad de las cosas, o manchar la alegría de la danza cósmica que está siempre allí. Es más, estamos en medio de ella, y ella está en medio de nosotros, latiendo en nuestra propia sangre, lo queramos o no".
Thomas Merton.

ORACIÓN DE CONFIANZA...

“Señor Dios mío, no tengo idea de hacia dónde voy. No conozco el camino que hay ante mí. No tengo seguridad de dónde termina. No me conozco realmente, y el hecho de que piense que cumplo tu voluntad, no significa que realmente lo haga. Pero creo que el deseo de agradarte te agrada realmente. Y espero tener este deseo en todo lo que estoy haciendo. Espero no hacer nunca nada aparte de tal deseo. Y sé que si hago esto, tú me llevarás por el camino recto, aunque yo no lo conozca. Por lo tanto, siempre confiaré en ti aunque parezca perdido y a la sombra de la muerte. No temeré, pues tú estás siempre conmigo y no me dejarás que haga frente solo a mis peligros

Para intercambiar comentarios sobre Thomas Merton y otros maestros contemporaneos del espíritu.