Seguidores

viernes, 25 de marzo de 2011

THOMAS MERTON, según el P.Segundo Llorente, S.J. (4)

“Lo que me dijo (Thomas Merton) se puede reducir a esto… En cuestiones religiosas, como liturgia y temas parecidos, él era conservador, aunque estaba abierto de par en par a cualquier cambio que fuese o pareciese conveniente. La rigidez de los conservadores extremos le repelía. Pero al mismo tiempo la arrogancia de los progresistas, con sus intentos iconoclásticos, le repelía todavía más. Y esta guerra a muerte entre los dos bandos es un escándalo. En cuestiones político sociales él era liberal beligerante. En los últimos tres o cuatro años se había granjeado la enemistad de mucha gente. Su posición clara y tajante a favor de los negros y contra la guerra del Vietnam había ofendido gravemente al sector de opinión contraria. Había dado su nombre para la lista de los que abogan por boicotear a Rodesia y a África del Sur por sus actitudes respecto a los negros dentro de sus fronteras respectivas. Quiso darme razones para probar su pacifismo, pero le rogué no detenerse en eso, porque precisamente yo era partidario de una victoria total contra el comunismo y gastaríamos el tiempo. Pero Merton no hacía más que volver sobre el tema.

Me dijo que tenía como seis libros o manuscritos en manos de editores que probablemente no los publicarían, porque trataban de estos temas y los editores sabían que serían atacados en la prensa por recensionistas conservadores. Aquí le interrumpí para hacerle ver, si tal vez con el tiempo, Merton, el ídolo de los que buscaban a Dios en la soledad, se convertiría en bandera de las masas callejeras que atacaban a la policía. Sus enemigos le acusarían de no conocer el pulso y el sentir del ciudadano medio, pues él vivía en una ermita dentro de los muros de un monasterio y no tenía que codearse por las aceras con la gente. ¿Estaba seguro de que toda la culpa estaba del lado de los blancos y toda la inocencia del lado de los negros? Pero esto era volver sobre el tema espinoso de su actitud intransigente en estas materias y le propuse no hablar ya de esto.

Ya que no teníamos más que un día para hablar, yo necesitaba preguntarle mil cosas sobre la purificación del alma en esta vida y la visión beatífica en la otra. Me lo agradeció y ya no volvimos sobre los temas espinosos del orden social. Tomó la maquinilla de sacar fotos y le conduje en el coche parroquial a ver los paisajes de la bahía. Se bajó varias veces para sacar fotos de lugares que parecían más propicios. Miró melancólicamente a los islotes llenos de árboles tan bonitos, tan solos, tan invitadores. Casi le gustó un barranco entre dos montes por donde se despeñaba un riachuelo. Casi se decidió por un altonazo desde donde se ven el cielo, el mar, la villa pesquera y la cadena de montañas coronadas de nieves perpetuas. Un recodo perdido entre la bahía y un monte cortado a tajo le dejó pensativo un momento. Al cabo de dos horas de búsqueda el resultado fue negativo.

Le conduje a casa y tomamos un refrigerio con algo de prisa, para salir inmediatamente a inspeccionar el lago Eyak que tiene 12 kilómetros de largo por tres de ancho. Nada más meternos por los recodos de aquel camino pedregoso con el monte a la izquierda y el lago a la derecha, Merton se volvió otro hombre. Aquello sí. Allí sí. Todo era fantástico, ideal, estupendo, un paraíso terrenal. Se bajó varias veces y estoy seguro que tiró lo menos cincuenta fotos para recoger vistas del monte verde tan elevado y enhiesto y con tanta arboleda; o del cielo azulado que se veía entre aquellas dos cimas nevadas; o de aquellas bandadas de patos que con sus juegos inocentes alteraban la superficie tan tersa del lago. Le recordé que durante el invierno el lago tiene una costra de hielo por el que pasan los renos como si tal cosa; pero hay inviernos en que caen dos metros de nieve, que en diciembre y enero el sol es un lujo, etc, etc. Pero Merton me escuchaba como quien oye llover. Por fin se decidió por un rincón silvestre donde levantaríamos una vivienda modestísima de una sola habitación con un camastro, una mesa, una silla, una lámpara de gas, una estufa y una máquina de escribir. Y papel, mucho papel. Los sábados caminaría él a pie hasta la casa parroquial para ayudar en las confesiones. El domingo por la mañana diría misa y predicaría. Por la tarde se volvería tranquilamente a su guarida hasta el sábado próximo. Si había mucha correspondencia, le llevaría yo en el auto.

A mí se me empezó a hacer la boca agua…”

1 comentario:

San dijo...

Queda claro en este fragmento, además del posicionamiento ideológico del jesuita, el compromiso e implicación activos de Merton en las cuestiones sociales de su momento. Su espiritualidad contemplativa no “sobrevuela” el mundo, sino que toca y se posiciona con firmeza en la tierra y en el hombre, anhelando una humanidad más auténtica mediante la búsqueda y el logro de la paz, la justicia y la libertad.

Ser parte de todo...

¡Oh Dios! Somos uno contigo. Tú nos has hecho uno contigo. Tú nos has enseñado que si permanecemos abiertos unos a otros Tú moras en nosotros. Ayúdanos a mantener esta apertura y a luchar por ella con todo nuestro corazón. Ayúdanos a comprender que no puede haber entendimiento mutuo si hay rechazo. ¡Oh Dios! Aceptándonos unos a otros de todo corazón, plenamente, totalmente, te aceptamos a Ti y te damos gracias, te adoramos y te amamos con todo nuestro ser, nuestro espíritu está enraizado en tu Espíritu. Llénanos, pues, de amor y únenos en el amor conforme seguimos nuestros propios caminos, unidos en este único Espíritu que te hace presente en el mundo, y que te hace testigo de la suprema realidad que es el amor. El amor vence siempre. El amor es victorioso. AMÉN.
-Thomas Merton-

Santidad es descubrir quién soy...

“Es cierto decir que para mí la santidad consiste en ser yo mismo y para ti la santidad consiste en ser tú mismo y que, en último término, tu santidad nunca será la mía, y la mía nunca será la tuya, salvo en el comunismo de la caridad y la gracia. Para mí ser santo significa ser yo mismo. Por lo tanto el problema de la santidad y la salvación es en realidad el problema de descubrir quién soy yo y de encontrar mi yo verdadero… Dios nos deja en libertad de ser lo que nos parezca. Podemos ser nosotros mismos o no, según nos plazca. Pero el problema es este: puesto que Dios solo posee el secreto de mi identidad, únicamente él puede hacerme quien soy o, mejor, únicamente Él puede hacerme quien yo querré ser cuando por fin empiece plenamente a ser. Las semillas plantadas en mi libertad en cada momento, por la voluntad de Dios son las semillas de mi propia identidad, mi propia realidad, mi propia felicidad, mi propia santidad” (Semillas de contemplación).

LA DANZA GENERAL.

"Lo que es serio para los hombres a menudo no tiene importancia a los ojos de Dios.Lo que en Dios puede parecernos un juego es quizás lo que El toma más seriamente.Dios juega en el jardin de la creación, y, si dejamos de lado nuestras obsesionessobre lo que consideramos el significado de todo, podemos escuchar el llamado de Diosy seguirlo en su misteriosa Danza Cósmica.No tenemos que ir muy lejos para escuchar los ecos de esa danza.Cuando estamos solos en una noche estrellada; cuando por casualidad vemos a los pajaros que en otoño bajan sobre un bosque de nísperos para descansar y comer; cuando vemos a los niños en el momento en que son realmente niños; cuando conocemos al amor en nuestros corazones; o cuando, como el poeta japonés Basho, oímos a una vieja ranachapotear en una solitaria laguna; en esas ocasiones, el despertar, la inversiónde todos los valores, la "novedad", el vacío y la pureza de visión que los hace tan evidentes nos dan un eco de la danza cosmica.Porque el mundo y el tiempo son la danza del Señor en el vacío. El silencio de las esferas es la música de un festín de bodas. Mientras más insistimos en entender mal los fenómenos de la vida, más nos envolvemos en tristeza, absurdo y desesperación. Pero eso no importa, porque ninguna desesperación nuestra puede alterar la realidad de las cosas, o manchar la alegría de la danza cósmica que está siempre allí. Es más, estamos en medio de ella, y ella está en medio de nosotros, latiendo en nuestra propia sangre, lo queramos o no".
Thomas Merton.

ORACIÓN DE CONFIANZA...

“Señor Dios mío, no tengo idea de hacia dónde voy. No conozco el camino que hay ante mí. No tengo seguridad de dónde termina. No me conozco realmente, y el hecho de que piense que cumplo tu voluntad, no significa que realmente lo haga. Pero creo que el deseo de agradarte te agrada realmente. Y espero tener este deseo en todo lo que estoy haciendo. Espero no hacer nunca nada aparte de tal deseo. Y sé que si hago esto, tú me llevarás por el camino recto, aunque yo no lo conozca. Por lo tanto, siempre confiaré en ti aunque parezca perdido y a la sombra de la muerte. No temeré, pues tú estás siempre conmigo y no me dejarás que haga frente solo a mis peligros

Para intercambiar comentarios sobre Thomas Merton y otros maestros contemporaneos del espíritu.