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lunes, 3 de junio de 2013

JUAN XXIII

Juan XXIII, Angelo Giuseppe Roncalli, nació en Sotto il Monte, en la provincia italiana de Bergamo, el 25 de noviembre de 1881. Desde pequeño manifestó una inclinación hacia la vida eclesiástica, por lo que al finalizar sus estudios elementares, se preparó para entrar en el seminario diocesano. Destacó desde el principio tanto en el estudio como en la formación espiritual. El 10 de agosto de 1904 fue ordenado sacerdote. Después comenzó los estudios en Roma de derecho canónico, interrumpidos en 1905 al ser elegido secretario del nuevo obispo de Bérgamo, monseñor Giacomo Radini Tedeschi, con el que trabajó durante 10 años.
Además de ser secretario, durante esos años cumplió otros encargos: profesor en el seminario, realizó estudios de historia local, director del periódico diocesano, asistente de la Unión Mujeres Católicas. Con el estallido de la guerra en 1915 le correspondió durante más de tres años ser capellán en la asistencia a los heridos en los hospitales militares de Bérgamo.
De una forma inesperada, en diciembre de 1920 recibió la invitación del papa para presidir la obra de Propagación de la Fe en Italia. En 1925, año de su ordenación episcopal, llegó el nombramiento como visitador apostólico en Bulgaria y así comenzó el periodo diplomático que duró hasta 1952. En 1934 fue nombrado delegado apostólico en Turquía y Grecia. Por decisión personal del Pío XII, asumió la nunciatura de París en 1944. Su siguiente destino fue Venecia, donde llegó el 5 de marzo de 1953 y el año siguiente fue creado cardenal. Su episcopado se caracterizó por el escrupuloso compromiso con el que asumía los principales deberes de obispo, las visitas pastorales y la celebración del Sínodo diocesano.
El 28 de octubre de 1958, el cardenal Roncalli con 76 años fue elegido sucesor de Pío XII. Esta elección hizo pensar a muchos en un pontificado de transición. Pero desde el comienzo Juan XXIII reveló un estilo que reflejaba su personalidad humana y sacerdotal madurada a través de una significativa serie de experiencias. Además de restaurar el buen funcionamiento de los organismos de la Curia, se preocupó de conferir un sello pastoral a su ministerio, subrayando la naturaleza episcopal como obispo de Roma, multiplicando el contacto con los fieles a través de visitas a las parroquias, hospitales y cárceles.
Pero sin duda alguna la contribución más importante de este papa fue el Concilio Vaticano II, que fue anunciado desde la basílica de san Pablo el 25 de abril de 1959.
En el discurso de apertura el 11 de octubre de 1962 el papa Juan XXIII dijo que "tres años de laboriosa preparación, consagrados al examen más amplio y profundo de las modernas condiciones de fe y de práctica religiosa, de vitalidad cristiana y católica especialmente, nos han aparecido como una primera señal y un primer don de gracias celestiales". Añadió también que "el supremo interés del Concilio Ecuménico es que el sagrado depósito de la doctrina cristiana sea custodiado y enseñado en forma cada vez más eficaz. Doctrina, que comprende al hombre entero, compuesto de alma y cuerpo; y que, a nosotros, peregrinos sobre esta tierra, nos manda dirigirnos hacia la patria celestial. Esto demuestra cómo ha de ordenarse nuestra vida mortal de suerte que cumplamos nuestros deberes de ciudadanos de la tierra y del cielo, y así consigamos el fin establecido por Dios".
" El Concilio Ecuménico XXI —que se beneficiará de la eficaz e importante suma de experiencias jurídicas, litúrgicas, apostólicas y administrativas— quiere transmitir pura e íntegra, sin atenuaciones ni deformaciones, la doctrina que durante veinte siglos, a pesar de dificultades y de luchas, se ha convertido en patrimonio común de los hombres; patrimonio que, si no ha sido recibido de buen grado por todos, constituye una riqueza abierta a todos los hombres de buena voluntad" afirmó.
En la prospectiva de una actualización de toda la vida de la Iglesia, Juan XXIII invitaba a privilegiar la misericordia y el diálogo con el mundo en vez de la condena y la contraposición en una renovada conciencia de la misión eclesial que abrazaba todos los hombres. En esta apertura universal no podían estar excluidas las diferentes confesiones cristianas, invitadas también a participar en el Concilio para dar comienzo a un camino de acercamiento. Durante la primera fase se pudo constatar que Juan XXIII quería un Concilio realmente deliberante, que respetara todas las decisiones después de que todas las voces tuvieran modo de expresarse y confrontarse. Pero el papa Juan XXIII no pudo ver finalizar el cónclave ya que falleció el 3 de junio de 1963.
En la primavera del año de su fallecimiento se le concedió el premio "Balzan" por la paz y el testimonio de su compromiso a favor de la paz con la publicación de las encíclicas Mater et Magistra (1961) y Pacem in terris (1963) y de su intenvención decisiva en ocasión de la grave crisis de Cuba en el otoño de 1962.
El Papa Juan Pablo II le proclamó beato el 3 de septiembre del 2000 y en la homilía de la celebración dijo que "del papa Juan permanece en el recuerdo de todos las imágenes de un rostro sonrriente y de dos brazos abiertos en un abrazo al mundo entero".
(Tomado de: ZENIT)

1 comentario:

Sol dijo...


Que siga adelante el Concilio Vaticano II, que no lo detengamos más.

Ser parte de todo...

¡Oh Dios! Somos uno contigo. Tú nos has hecho uno contigo. Tú nos has enseñado que si permanecemos abiertos unos a otros Tú moras en nosotros. Ayúdanos a mantener esta apertura y a luchar por ella con todo nuestro corazón. Ayúdanos a comprender que no puede haber entendimiento mutuo si hay rechazo. ¡Oh Dios! Aceptándonos unos a otros de todo corazón, plenamente, totalmente, te aceptamos a Ti y te damos gracias, te adoramos y te amamos con todo nuestro ser, nuestro espíritu está enraizado en tu Espíritu. Llénanos, pues, de amor y únenos en el amor conforme seguimos nuestros propios caminos, unidos en este único Espíritu que te hace presente en el mundo, y que te hace testigo de la suprema realidad que es el amor. El amor vence siempre. El amor es victorioso. AMÉN.
-Thomas Merton-

Santidad es descubrir quién soy...

“Es cierto decir que para mí la santidad consiste en ser yo mismo y para ti la santidad consiste en ser tú mismo y que, en último término, tu santidad nunca será la mía, y la mía nunca será la tuya, salvo en el comunismo de la caridad y la gracia. Para mí ser santo significa ser yo mismo. Por lo tanto el problema de la santidad y la salvación es en realidad el problema de descubrir quién soy yo y de encontrar mi yo verdadero… Dios nos deja en libertad de ser lo que nos parezca. Podemos ser nosotros mismos o no, según nos plazca. Pero el problema es este: puesto que Dios solo posee el secreto de mi identidad, únicamente él puede hacerme quien soy o, mejor, únicamente Él puede hacerme quien yo querré ser cuando por fin empiece plenamente a ser. Las semillas plantadas en mi libertad en cada momento, por la voluntad de Dios son las semillas de mi propia identidad, mi propia realidad, mi propia felicidad, mi propia santidad” (Semillas de contemplación).

LA DANZA GENERAL.

"Lo que es serio para los hombres a menudo no tiene importancia a los ojos de Dios.Lo que en Dios puede parecernos un juego es quizás lo que El toma más seriamente.Dios juega en el jardin de la creación, y, si dejamos de lado nuestras obsesionessobre lo que consideramos el significado de todo, podemos escuchar el llamado de Diosy seguirlo en su misteriosa Danza Cósmica.No tenemos que ir muy lejos para escuchar los ecos de esa danza.Cuando estamos solos en una noche estrellada; cuando por casualidad vemos a los pajaros que en otoño bajan sobre un bosque de nísperos para descansar y comer; cuando vemos a los niños en el momento en que son realmente niños; cuando conocemos al amor en nuestros corazones; o cuando, como el poeta japonés Basho, oímos a una vieja ranachapotear en una solitaria laguna; en esas ocasiones, el despertar, la inversiónde todos los valores, la "novedad", el vacío y la pureza de visión que los hace tan evidentes nos dan un eco de la danza cosmica.Porque el mundo y el tiempo son la danza del Señor en el vacío. El silencio de las esferas es la música de un festín de bodas. Mientras más insistimos en entender mal los fenómenos de la vida, más nos envolvemos en tristeza, absurdo y desesperación. Pero eso no importa, porque ninguna desesperación nuestra puede alterar la realidad de las cosas, o manchar la alegría de la danza cósmica que está siempre allí. Es más, estamos en medio de ella, y ella está en medio de nosotros, latiendo en nuestra propia sangre, lo queramos o no".
Thomas Merton.

ORACIÓN DE CONFIANZA...

“Señor Dios mío, no tengo idea de hacia dónde voy. No conozco el camino que hay ante mí. No tengo seguridad de dónde termina. No me conozco realmente, y el hecho de que piense que cumplo tu voluntad, no significa que realmente lo haga. Pero creo que el deseo de agradarte te agrada realmente. Y espero tener este deseo en todo lo que estoy haciendo. Espero no hacer nunca nada aparte de tal deseo. Y sé que si hago esto, tú me llevarás por el camino recto, aunque yo no lo conozca. Por lo tanto, siempre confiaré en ti aunque parezca perdido y a la sombra de la muerte. No temeré, pues tú estás siempre conmigo y no me dejarás que haga frente solo a mis peligros

Para intercambiar comentarios sobre Thomas Merton y otros maestros contemporaneos del espíritu.