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martes, 8 de abril de 2014

PASIÓN DE CRISTO

¿Por qué hacemos memoria de la Pasión de Cristo?

En las dos últimas semanas de Cuaresma la Pasión de Jesús va ocupando el centro de la liturgia y de la vida de la comunidad eclesial. ¿Cuáles son las razones fundamentales por las que la Iglesia nos propone centrar la mirada en la Pasión de Jesús? Vamos a reflexionar en torno a este tema, y así nos vamos preparando para las celebraciones de la próxima semana, Semana Santa, el Solemne Triduo Pascual.

PRIMERO: Los seres humanos se enfrentan cotidianamente a un dilema: no nos gusta el sufrimiento, no nos gusta el dolor, y tratamos de una u otra manera de cerrar los ojos ante él, de esquivarlo, de evitarlo. Al mismo tiempo, el dolor y el sufrimiento pertenecen inevitablemente a la existencia humana, son parte de ella, puesto que ser humanos implica ser frágiles, débiles, limitados, mortales. El desarrollo progresivo de la humanidad ha potenciado el engreimiento del ser humano, hemos alargado el tiempo de vida, hemos mejorado las condiciones de vida también, hemos inventado cosas que hacen la vida más cómoda, pero todo eso, que no está mal, ha hecho que olvidemos la fragilidad que nos constituye como criaturas. Digamos que es aquella tentación original de “querer ser como dioses”. 

Por ello, la Iglesia pone ante nosotros la imagen de Jesús en su Pasión, del Cristo sufriente, del Dios que padece, desafiando así esa imagen errada que va construyendo nuestro egoísmo y nuestro orgullo, fuentes de una pretensión de grandeza que acaba alejándonos de la verdad de nuestro ser, y que nos enferma y nos aísla de nuestros hermanos. Pretender una grandeza absurda, sentirnos superiores, perfectos, intocables, va creando una verdadera neurosis, con efectos negativos en todas las esferas de la persona. Es mejor aceptar nuestra condición, nuestra realidad, nuestra mortalidad, y reconciliarnos con el hecho de que somos frágiles y limitados, que vivimos en tensión, a menudo acosados y amenazados por otros. Esto es fuente de humanidad, nos libera del miedo al dolor y al sufrimiento, y aceptamos que no somos Dios, que somos mortales, limitados.

Así pues, en este tiempo de pasión, miramos a Jesús en la cruz, a Jesús que sufre, a ese Jesús que es el hombre perfecto, para reconciliarnos con nuestras propias limitaciones y sufrimientos.


SEGUNDO: Por todo lo anterior, al confrontarnos con el sufrimiento de Cristo, nos encontramos con nosotros mismos, y nos redescubrimos en ese Cristo paciente. Le acompañamos en su Vía Crucis, y entendemos las estaciones de nuestra propia vida, y en Cristo, nuestro sufrimiento se transforma, se dignifica, se hace realmente humano. Podemos reconocer a Dios obrando en ese dolor, en esa limitación y en ese sufrimiento; no hace falta que lo ocultemos, no necesitamos aparentar una fortaleza que no tenemos y que no es nuestra. No necesitamos reprocharnos constantemente cuando el sufrimiento nuestro o de otros nos parece absurdo e innecesario. Podemos enfermarnos, podemos tener problemas, y sin embargo sentirnos bajo bendición, porque en el misterio de Cristo nuestro sufrimiento encuentra lugar en el ámbito de Dios. No significa que así justifiquemos el dolor o el sufrimiento del inocente o del débil, sino que en el amor de Dios acaba encontrando un lugar, un sentido, a pesar de su aparente y doloroso sin sentido.


TERCERO: Todavía mueve a la Iglesia una tercera razón para celebrar la Pasión de Cristo. Nos muestra que en nuestra propia pasión, en nuestro sufrimiento, en nuestra prueba, no estamos solos. El sufrimiento nos une a Él, que sufrió por amor hasta el extremo. Si los demás nos aíslan, en Cristo recuperamos nuestro lugar y nuestra dignidad. En el camino del dolor, Cristo va conmigo, pero además es camino para encontrarle y unirme a Él en su misión sanadora y redentora. Él me da fuerzas, y me dice: No tengas miedo.

No tenemos que sentirnos excluidos de la vida debido a nuestros sufrimientos o a nuestros fracasos, sino más bien experimentar en ese momento la vida más plenamente, pues hemos sido escogidos para compartir la cruz de nuestro Maestro y Señor. Si sufrimos con Él, dice Pablo, reinaremos con Él, y compartiremos su gloria.


ASÍ PUES, RESUMIENDO: hay tres razones para que la Iglesia nos invite a poner los ojos en la Pasión de Cristo durante estos días del año litúrgico: para recordarnos que el sufrimiento, el fracaso y los límites forman parte de nuestra condición humana; para que mirando al crucificado recuperemos nuestra dignidad y confianza en medio del sufrimiento; y para que no desesperemos sintiéndonos solos, pues cuando compartimos la cruz de Cristo, Dios está siempre con nosotros.

(Estas notas fueron escritas, a partir de la lectura de un texto de Anselm Grün)


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Ser parte de todo...

¡Oh Dios! Somos uno contigo. Tú nos has hecho uno contigo. Tú nos has enseñado que si permanecemos abiertos unos a otros Tú moras en nosotros. Ayúdanos a mantener esta apertura y a luchar por ella con todo nuestro corazón. Ayúdanos a comprender que no puede haber entendimiento mutuo si hay rechazo. ¡Oh Dios! Aceptándonos unos a otros de todo corazón, plenamente, totalmente, te aceptamos a Ti y te damos gracias, te adoramos y te amamos con todo nuestro ser, nuestro espíritu está enraizado en tu Espíritu. Llénanos, pues, de amor y únenos en el amor conforme seguimos nuestros propios caminos, unidos en este único Espíritu que te hace presente en el mundo, y que te hace testigo de la suprema realidad que es el amor. El amor vence siempre. El amor es victorioso. AMÉN.
-Thomas Merton-

Santidad es descubrir quién soy...

“Es cierto decir que para mí la santidad consiste en ser yo mismo y para ti la santidad consiste en ser tú mismo y que, en último término, tu santidad nunca será la mía, y la mía nunca será la tuya, salvo en el comunismo de la caridad y la gracia. Para mí ser santo significa ser yo mismo. Por lo tanto el problema de la santidad y la salvación es en realidad el problema de descubrir quién soy yo y de encontrar mi yo verdadero… Dios nos deja en libertad de ser lo que nos parezca. Podemos ser nosotros mismos o no, según nos plazca. Pero el problema es este: puesto que Dios solo posee el secreto de mi identidad, únicamente él puede hacerme quien soy o, mejor, únicamente Él puede hacerme quien yo querré ser cuando por fin empiece plenamente a ser. Las semillas plantadas en mi libertad en cada momento, por la voluntad de Dios son las semillas de mi propia identidad, mi propia realidad, mi propia felicidad, mi propia santidad” (Semillas de contemplación).

LA DANZA GENERAL.

"Lo que es serio para los hombres a menudo no tiene importancia a los ojos de Dios.Lo que en Dios puede parecernos un juego es quizás lo que El toma más seriamente.Dios juega en el jardin de la creación, y, si dejamos de lado nuestras obsesionessobre lo que consideramos el significado de todo, podemos escuchar el llamado de Diosy seguirlo en su misteriosa Danza Cósmica.No tenemos que ir muy lejos para escuchar los ecos de esa danza.Cuando estamos solos en una noche estrellada; cuando por casualidad vemos a los pajaros que en otoño bajan sobre un bosque de nísperos para descansar y comer; cuando vemos a los niños en el momento en que son realmente niños; cuando conocemos al amor en nuestros corazones; o cuando, como el poeta japonés Basho, oímos a una vieja ranachapotear en una solitaria laguna; en esas ocasiones, el despertar, la inversiónde todos los valores, la "novedad", el vacío y la pureza de visión que los hace tan evidentes nos dan un eco de la danza cosmica.Porque el mundo y el tiempo son la danza del Señor en el vacío. El silencio de las esferas es la música de un festín de bodas. Mientras más insistimos en entender mal los fenómenos de la vida, más nos envolvemos en tristeza, absurdo y desesperación. Pero eso no importa, porque ninguna desesperación nuestra puede alterar la realidad de las cosas, o manchar la alegría de la danza cósmica que está siempre allí. Es más, estamos en medio de ella, y ella está en medio de nosotros, latiendo en nuestra propia sangre, lo queramos o no".
Thomas Merton.

ORACIÓN DE CONFIANZA...

“Señor Dios mío, no tengo idea de hacia dónde voy. No conozco el camino que hay ante mí. No tengo seguridad de dónde termina. No me conozco realmente, y el hecho de que piense que cumplo tu voluntad, no significa que realmente lo haga. Pero creo que el deseo de agradarte te agrada realmente. Y espero tener este deseo en todo lo que estoy haciendo. Espero no hacer nunca nada aparte de tal deseo. Y sé que si hago esto, tú me llevarás por el camino recto, aunque yo no lo conozca. Por lo tanto, siempre confiaré en ti aunque parezca perdido y a la sombra de la muerte. No temeré, pues tú estás siempre conmigo y no me dejarás que haga frente solo a mis peligros

Para intercambiar comentarios sobre Thomas Merton y otros maestros contemporaneos del espíritu.