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jueves, 3 de abril de 2014

UN MONJE COMPASIVO Y PARADÓJICO... 3

Incluso al final de su vida, en una conferencia pronunciada en Alaska, Merton citaba a Martín Buber, quien reflexiona también sobre el hombre que tiene un “temperamento contradictorio complejo”, un tema del cual yo podría deciros muchas cosas, porque esas palabras me describen perfectamente. Es duro vivir con ese tipo de temperamento, pero son muchas las personas que lo tienen y nadie debería sentirse condenado a ser complejo y contradictorio para siempre. Buber afirma que en el centro de nuestra alma la fuerza divina en su profundidad es capaz de actuar sobre el alma cambiándola, aglutinando las fuentes conflictivas, amalgamando los elementos divergentes. Es capaz de unificarla. Buber no duda de que en lo más profundo de nuestras almas está presente un poder de Dios que si, lo dejamos actuar, conseguirá unificarnos.

Esta conciencia de su propia “paradoja” y “temperamento contradictorio” hizo de Merton una persona ideal para trabajar con los monjes jóvenes dada la naturaleza paradójica de éstos.

Poco después de ese viaje a Alaska yo pasé a ser estudiante y a estar bajo su cuidado. Recuerdo la primera vez que fui a verlo. Por aquel entonces siempre nos arrodillábamos para recibir la bendición, y permanecíamos así mientras hablábamos con el padre maestro o el abad. Sin embargo, después de dar su bendición, Merton dijo: “siéntate”. ¡Esto fue una revolución! Aun esto expresaba el respeto que él sentía por cada persona y el modo en que las consideraba, no como “sujetos” sino como hermanos e hijos. A su debido tiempo eso se hizo una práctica común en todos los superiores. Merton después preguntaba cómo iban las cosas.

La mayor dificultad que yo encontraba entonces tenía que ver con la oración. El maestro de novicios tenía la costumbre de dar unos “puntos de meditación” todas las tardes, a fin de preparar la meditación de la mañana. Estos puntos se fundamentaban en los evangelios según el método tradicional ignaciano: composición de lugar, situarse uno mismo en el lugar de los hechos, y responder al Señor según indican o sugieren los evangelios. Sin embargo yo nunca había sido capaz de orar de ese modo y sentía a la vez un sentimiento de frustración y de que algo no iba bien. Pero cuando le expliqué esto a Merton, su respuesta fue muy sencilla: “Bien, parece ser que el Espíritu Santo está trabajando”. Esto fue para mí una completa liberación, manifestándome que quizá Dios me estaba llamando a seguir otro camino hacia una forma más sencilla de oración. Esto era típico de Merton. Era capaz de aceptar a cada persona como era y animarnos a responder a las inspiraciones interiores del Espíritu. No trató de formarnos en su propio camino, sino que nos animaba a descubrir nuestro camino personal hacia Dios y a vivir la vida monástica.

Como maestro de estudiantes nos daba una conferencia semanal. Estas conferencias las llevaba siempre bien preparadas y fundamentadas en la tradición monástica, aunque intercalaba algunos temas de interés actual. Nos dio una visión general de los escritos de san Bernardo. Fue mientras hablaba de Los grados de la humildad y la soberbia de san Bernardo cuando desarrolló su pensamiento en torno a la compasión. Merton dijo que la importancia de estos grados de Verdad en Bernardo es que son grados de experiencia por los cuales ascendemos desde la experiencia de nuestra propia miseria hasta la experiencia de la grandeza de Dios, a través de la puerta estrecha de la compasión. La llave de esa compasión es Cristo. De hecho, el misterio de Cristo es central para todo, por eso es a través de este misterio, vivido y aplicado en las relaciones con nuestros hermanos en el monasterio, es como ascendemos a la contemplación. (Continúa...)


Thomas Merton:
Un monje compasivo, un hombre paradójico
(James Conner, ocso)

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Ser parte de todo...

¡Oh Dios! Somos uno contigo. Tú nos has hecho uno contigo. Tú nos has enseñado que si permanecemos abiertos unos a otros Tú moras en nosotros. Ayúdanos a mantener esta apertura y a luchar por ella con todo nuestro corazón. Ayúdanos a comprender que no puede haber entendimiento mutuo si hay rechazo. ¡Oh Dios! Aceptándonos unos a otros de todo corazón, plenamente, totalmente, te aceptamos a Ti y te damos gracias, te adoramos y te amamos con todo nuestro ser, nuestro espíritu está enraizado en tu Espíritu. Llénanos, pues, de amor y únenos en el amor conforme seguimos nuestros propios caminos, unidos en este único Espíritu que te hace presente en el mundo, y que te hace testigo de la suprema realidad que es el amor. El amor vence siempre. El amor es victorioso. AMÉN.
-Thomas Merton-

Santidad es descubrir quién soy...

“Es cierto decir que para mí la santidad consiste en ser yo mismo y para ti la santidad consiste en ser tú mismo y que, en último término, tu santidad nunca será la mía, y la mía nunca será la tuya, salvo en el comunismo de la caridad y la gracia. Para mí ser santo significa ser yo mismo. Por lo tanto el problema de la santidad y la salvación es en realidad el problema de descubrir quién soy yo y de encontrar mi yo verdadero… Dios nos deja en libertad de ser lo que nos parezca. Podemos ser nosotros mismos o no, según nos plazca. Pero el problema es este: puesto que Dios solo posee el secreto de mi identidad, únicamente él puede hacerme quien soy o, mejor, únicamente Él puede hacerme quien yo querré ser cuando por fin empiece plenamente a ser. Las semillas plantadas en mi libertad en cada momento, por la voluntad de Dios son las semillas de mi propia identidad, mi propia realidad, mi propia felicidad, mi propia santidad” (Semillas de contemplación).

LA DANZA GENERAL.

"Lo que es serio para los hombres a menudo no tiene importancia a los ojos de Dios.Lo que en Dios puede parecernos un juego es quizás lo que El toma más seriamente.Dios juega en el jardin de la creación, y, si dejamos de lado nuestras obsesionessobre lo que consideramos el significado de todo, podemos escuchar el llamado de Diosy seguirlo en su misteriosa Danza Cósmica.No tenemos que ir muy lejos para escuchar los ecos de esa danza.Cuando estamos solos en una noche estrellada; cuando por casualidad vemos a los pajaros que en otoño bajan sobre un bosque de nísperos para descansar y comer; cuando vemos a los niños en el momento en que son realmente niños; cuando conocemos al amor en nuestros corazones; o cuando, como el poeta japonés Basho, oímos a una vieja ranachapotear en una solitaria laguna; en esas ocasiones, el despertar, la inversiónde todos los valores, la "novedad", el vacío y la pureza de visión que los hace tan evidentes nos dan un eco de la danza cosmica.Porque el mundo y el tiempo son la danza del Señor en el vacío. El silencio de las esferas es la música de un festín de bodas. Mientras más insistimos en entender mal los fenómenos de la vida, más nos envolvemos en tristeza, absurdo y desesperación. Pero eso no importa, porque ninguna desesperación nuestra puede alterar la realidad de las cosas, o manchar la alegría de la danza cósmica que está siempre allí. Es más, estamos en medio de ella, y ella está en medio de nosotros, latiendo en nuestra propia sangre, lo queramos o no".
Thomas Merton.

ORACIÓN DE CONFIANZA...

“Señor Dios mío, no tengo idea de hacia dónde voy. No conozco el camino que hay ante mí. No tengo seguridad de dónde termina. No me conozco realmente, y el hecho de que piense que cumplo tu voluntad, no significa que realmente lo haga. Pero creo que el deseo de agradarte te agrada realmente. Y espero tener este deseo en todo lo que estoy haciendo. Espero no hacer nunca nada aparte de tal deseo. Y sé que si hago esto, tú me llevarás por el camino recto, aunque yo no lo conozca. Por lo tanto, siempre confiaré en ti aunque parezca perdido y a la sombra de la muerte. No temeré, pues tú estás siempre conmigo y no me dejarás que haga frente solo a mis peligros

Para intercambiar comentarios sobre Thomas Merton y otros maestros contemporaneos del espíritu.