Para intercambiar comentarios sobre Thomas Merton y otros maestros contemporaneos del espíritu.
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sábado, 26 de marzo de 2011
SIMONE WEIL: EXPERIENCIA MÍSTICA
Ser parte de todo...
-Thomas Merton-
Santidad es descubrir quién soy...
“Es cierto decir que para mí la santidad consiste en ser yo mismo y para ti la santidad consiste en ser tú mismo y que, en último término, tu santidad nunca será la mía, y la mía nunca será la tuya, salvo en el comunismo de la caridad y la gracia. Para mí ser santo significa ser yo mismo. Por lo tanto el problema de la santidad y la salvación es en realidad el problema de descubrir quién soy yo y de encontrar mi yo verdadero… Dios nos deja en libertad de ser lo que nos parezca. Podemos ser nosotros mismos o no, según nos plazca. Pero el problema es este: puesto que Dios solo posee el secreto de mi identidad, únicamente él puede hacerme quien soy o, mejor, únicamente Él puede hacerme quien yo querré ser cuando por fin empiece plenamente a ser. Las semillas plantadas en mi libertad en cada momento, por la voluntad de Dios son las semillas de mi propia identidad, mi propia realidad, mi propia felicidad, mi propia santidad” (Semillas de contemplación).
LA DANZA GENERAL.
Thomas Merton.
ORACIÓN DE CONFIANZA...
“Señor Dios mío, no tengo idea de hacia dónde voy. No conozco el camino que hay ante mí. No tengo seguridad de dónde termina. No me conozco realmente, y el hecho de que piense que cumplo tu voluntad, no significa que realmente lo haga. Pero creo que el deseo de agradarte te agrada realmente. Y espero tener este deseo en todo lo que estoy haciendo. Espero no hacer nunca nada aparte de tal deseo. Y sé que si hago esto, tú me llevarás por el camino recto, aunque yo no lo conozca. Por lo tanto, siempre confiaré en ti aunque parezca perdido y a la sombra de la muerte. No temeré, pues tú estás siempre conmigo y no me dejarás que haga frente solo a mis peligros
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1 comentario:
Apasionante y apasionada la vida de esta mujer, que ha influido en la filosofía y en la teología del último medio siglo. Ejemplo de fidelidad a sus convicciones, que la mantuvieron fuera de la institución eclesiástica católica y que la llevó, hasta las últimas consecuencias, a vivir su vocación en la defensa radical de la libertad de pensamiento. Los escritos de los últimos años de la vida de Simone Weil vuelven una y otra vez sobre esos temas que la obsesionan: la multiplicidad de tradiciones religiosas auténticas, la nefasta confusión entre la fe en Cristo y la adhesión a la Iglesia, la relación conflictiva entre individuo y colectividad.
Para acercarse a la talla intelectual y a los valores morales de esta mujer, y comprender su postura ante la institucionalización de la estructura religiosa, del cristianismo, creo que es muy útil la lectura de su correspondencia con Maritain, y también su “Carta a un religioso”, publicada en Trotta. Esta carta comienza así: “Cuando leo el catecismo del Concilio de Trento, me da la impresión de que no tengo nada en común con la religión que en él se expone. Cuando leo el Nuevo Testamento siento la certeza de que esa fe es la mía…”. Una vida comprometida, la de Weil, una postura honesta que muestra la fuerte tensión que enfrenta la autenticidad de una fe vivida radicalmente con el endurecimiento estéril del dogma y la doctrina.
En opinión de Simone, el futuro del cristianismo dependería de una transformación, de la capacidad de la Iglesia para convertirse en aquel árbol de la parábola en el que anidaban todos los pájaros.
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