(Homilía compartida en 2007, para la la fiesta del santo y renovación de votos de una hermana religiosa).
De
Juan de Yepes a Juan de Santo Matías, y luego Juan de la Cruz; un itinerario
espiritual simbolizado por este cambio de nombres que acompañó al pequeño
fraile carmelita en su andadura hacia el monte santo de Dios, donde para tener
al Todo hay que dejarlo todo. Toda la biografía de Juan
tiene de una u otra manera la cruz de Cristo bordeando sus contornos
existenciales, sus aspiraciones y sus búsquedas; toda la historia del santo es
un crecerse para alcanzar mayores cuotas de libertad interior. Por eso es
maestro de espirituales, además de modelo de poetas; por eso quien le conoce de
cerca pierde el susto que provoca en los novatos su “nada”, porque sabe que es
la pasión del amor la que habla por su boca. Juan de la Cruz anda tras el
Amado, y nada le aparta de la carrera, carrera de amor definitivamente, y de
servicio a sus hermanas y hermanos del Carmelo.
Los presentes conocerán seguramente las
principales coordenadas biográficas de Juan de la Cruz: las mencionamos brevemente
por si alguno llega recién al Carmelo:
1- Juan de Yepes, seglar: (1542-1563) 21 años de vida.
Destaca su ida
a los 10 años a Medina del Campo. Allí
sirve en la Iglesia y en el hospital de las Bubas, y comienza a estudiar
con los jesuitas.
2- Juan de Santo Matía: carmelita (1563-1568) 5 años de vida.
Estudia en Salamanca, y se ordena
sacerdote en 1567. Conoce a Teresa en Medina, y esta le
expone sus planes y lo involucra en la Reforma.
3- Juan de la Cruz: carmelita descalzo (1568-1591) 23
años de vida.
Primera fundación de frailes en Duruelo.
Noviciado de Pastrana Rector del colegio de Alcalá de Henares. Confesor en la Encarnación
(1572)
1577: Secuestrado por los frailes calzados,
y juzgado como rebelde, pasando nueve meses en una celda estrecha. Fuerte
experiencia mística, escribe sus poemas.
1578: Va a Andalucía después de escapar de la
cárcel. Participa del movimiento de reforma, ocupando algunas
responsabilidades: definidor, prior, provincial. Está en Granada, donde redacta
los cuatro grandes comentarios a sus poemas.
1588:
Segovia. Se celebra el primer capítulo general de la Descalces. Sale Primer
Definidor. Superior de Segovia.
1590: Comienzan los conflictos entre Doria, Gracián
y las monjas.
1591:
último año de vida. Separado del gobierno, en medio de luchas de poder y
envidias. Destinado a México, y como enferma lo mandan La Peñuela (Jaén), y
luego a Úbeda, donde muere, a primera hora del 14 de diciembre.
1618:
Primera edición de sus escritos.
1726:
Canonización, Benedicto XIII
1926:
Doctor de la Iglesia.
1993: Patrono de los poetas de lengua
española.
Me gustaría destacar
quizá algunos elementos particulares de la biografía sanjuanista.
-Su
condición de pobre, su pertenencia a los de abajo.
-
Su empeño en crecerse frente a los obstáculos que la vida le puso.
(Condición, prejuicios, ambiciones personales, persecuciones, etc.)
-
Su alegría, su confianza, su amabilidad, su trato afable con todos.
-
Su sabiduría para acompañar espiritual y humanamente a los demás, donde
combinaba su conocimiento teológico y su personal experiencia de Dios.
-
Su trato afable y cercano con las mujeres, las religiosas, en un mundo
que desconfiaba de la mujer.
Juan nunca busco medrar a toda costa,
conseguir puestos importantes, ganar siempre, sino que se fue despojando de
todo, para estar cada vez más disponible y vacío para Dios.
Detengámonos un momento para hablar
de Juan de la Cruz y la vida religiosa. En un
principio buscaba austeridad y penitencia; la propia Teresa se espantó cuando
le visitó en Duruelo de la dureza del entorno. Pero pronto se contagió del
ideal humanista del proyecto que Teresa intentaba
extender por la geografía española, y le
vemos ir a Pastrana
para controlar los
excesos y exageraciones piadosas de un maestro de novicios. Juan opta también
por una vida más fraterna, austera si, pero abierta a las necesidades del
cuerpo y del espíritu. Los frailes han de servirse mutuamente, y todos hablan
de la caridad de Juan de la Cruz, de la bondad con que trata a
sus
súbditos, de su cercanía con las monjas a las
que dirige. En algún momento sus hagiógrafos intentaron presentarnos un Fray
Juan de la Cruz eremítico y retirado, pero parece que esa imagen no es del todo
verdadera: el santo vivió buena parte de su vida en la descalces en sitios muy
poblados, en contacto con la gente, que se benefició de su doctrina, su
experiencia y su bondad. Las monjas recibieron siempre de él un espíritu
abierto, un deseo de interioridad y una disponibilidad para el servir; invitaba
al seguimiento del Amado, y mientras recorría los caminos iba cantando los
salmos o los poemas que escribía.
Es evidente que al santo le han acompañado
siempre ciertos estereotipos, los mismos que a menudo tiene la gente acerca de
la vida religiosa, y más aun sobre la llamada “vida de clausura”. Sus escritos
han sido poco comprendidos, y mal interpretados, y le han dado fama de duro e
inhumano. Pero simplemente sus textos deben ser leídos desde el amor y la
libertad interior que acompañan su andadura mística. Dos testimonios pueden
servirnos de ejemplo para vislumbrar al Juan de la Cruz de carne y hueso, y son
referencias de testigos en los procesos de canonización de nuestro santo. Uno
de ellos refiere que “hacía reír hablando de Dios”; el otro, que “daban más
fervor sus pláticas en la recreación,
que la oración”.
La
vida del Carmelo Teresiano hoy
necesita el contagio de esa “enfermedad” que Juan padecía: enfermar de amor a
Cristo. Necesita su desnudez y su deseo de Dios, su dedicación a las cosas
espirituales, su entregarse sin reservar para servir y consolar a los cercanos.
Los libros de Juan son una guía, un mapa donde las coordenadas van apuntando claramente
a la plenitud de vida, por eso han de ser releídos en el Carmelo y presentados con un lenguaje nuevo y
motivador. El Carmelo hoy necesita a Juan de la Cruz más que nunca como
maestro. Necesita la luz de su doctrina para andar esta noche oscura de la postmodernidad que nos hace sentir el desconcierto, la ausencia de valores y la necesidad
de un Absoluto.
Un acercamiento mayor a la experiencia y
doctrina de nuestros Padres en el Carmelo, Teresa y Juan, permitirán responder
mejor esas preguntas que inevitablemente nos hace la vida, y que, desde nuestra
vocación y consagración a Dios, necesitamos responder, para que el mundo crea
que somos de Dios, que hablamos en su nombre. No podemos conformarnos con las
migajas que caen de la mesa del Padre; si somos Hijos, entonces estamos
llamados al banquete, a la plenitud en Cristo.
Termino con un pequeño verso del Santo, que lleva el nombre de Suma de Perfección. Aquí se resume genialmente toda
su experiencia espiritual, y lo dejo de regalo también y de invitación a la Hna
Cecilia, que está celebrando hoy su aniversario de consagración:
Olvido de lo creado,
Memoria del Creador,
Atención a lo interior,
Y estarse amando al amado.
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