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lunes, 27 de febrero de 2012

IRRELEVANCIA

“¿Son importantes los monjes, los hippies, los poetas? No, somos deliberadamente irrelevantes. Vivimos con una irrelevancia arraigada, propia de todo ser humano. El hombre marginal acepta la irrelevancia básica de la condición humana, una irrelevancia que se manifiesta sobre todo por el hecho de la muerte. La persona marginal, el monje, la persona desplazada, el condenado, todos ellos viven en presencia de la muerte, que plantea la cuestión fundamental del significado de la vida. Todos luchan dentro de sí mismos con el hecho de la muerte, intentando descubrir algo más profundo que la muerte, pues realmente lo hay, y el oficio del monje, o de la persona marginal, la persona que medita o el poeta, es ir más allá de la muerte, incluso en esta vida, ir más allá de la dicotomía de vida y muerte, y ser, además, un testigo de la vida.
Esto requiere, por supuesto, fe; y cuando se dice fe, en la terminología de esa vida monástica y marginal, entramos ya en otro problema. Fe significa duda. Fe no es supresión de dudas, es superar las dudas, y las dudas se superan atravesándolas. El hombre de fe que nunca ha experimentado dudas no es un hombre de fe. Consecuentemente, el monje es una persona que tiene que afrontar en las profundidades de su ser la presencia de las dudas y caminar a través de de lo que algunas religiones llaman la Gran Duda, para irrumpir más allá de la duda en una certeza que es muy profunda, pues no se trata de su certeza personal, sino de la certeza de Dios mismo en nosotros.
La única realidad última es Dios. Dios vive y mora en nosotros. No quedamos justificados por ninguna de nuestras propias acciones, sino que somos llamados por la voz de Dios, por la voz de ese Ser fundamental que nos invita a penetrar a través de la irrelevancia de nuestra vida –aceptando y admitiendo que nuestra vida es totalmente irrelevante- para encontrar nuestra importancia en Él. Y esta relevancia en Él no es algo que podamos adquirir o poseer. Es algo que solamente puede ser recibido como un don. Consecuentemente, la clase de vida que yo represento es una vida de apertura a la gratuidad: don de Dios y don de los otros”.

Thomas Merton: “Visión del monacato”. Charla informal pronunciada en Calcuta, octubre de 1968. (Diario de Asia, Trotta, 2000).

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Ser parte de todo...

¡Oh Dios! Somos uno contigo. Tú nos has hecho uno contigo. Tú nos has enseñado que si permanecemos abiertos unos a otros Tú moras en nosotros. Ayúdanos a mantener esta apertura y a luchar por ella con todo nuestro corazón. Ayúdanos a comprender que no puede haber entendimiento mutuo si hay rechazo. ¡Oh Dios! Aceptándonos unos a otros de todo corazón, plenamente, totalmente, te aceptamos a Ti y te damos gracias, te adoramos y te amamos con todo nuestro ser, nuestro espíritu está enraizado en tu Espíritu. Llénanos, pues, de amor y únenos en el amor conforme seguimos nuestros propios caminos, unidos en este único Espíritu que te hace presente en el mundo, y que te hace testigo de la suprema realidad que es el amor. El amor vence siempre. El amor es victorioso. AMÉN.
-Thomas Merton-

Santidad es descubrir quién soy...

“Es cierto decir que para mí la santidad consiste en ser yo mismo y para ti la santidad consiste en ser tú mismo y que, en último término, tu santidad nunca será la mía, y la mía nunca será la tuya, salvo en el comunismo de la caridad y la gracia. Para mí ser santo significa ser yo mismo. Por lo tanto el problema de la santidad y la salvación es en realidad el problema de descubrir quién soy yo y de encontrar mi yo verdadero… Dios nos deja en libertad de ser lo que nos parezca. Podemos ser nosotros mismos o no, según nos plazca. Pero el problema es este: puesto que Dios solo posee el secreto de mi identidad, únicamente él puede hacerme quien soy o, mejor, únicamente Él puede hacerme quien yo querré ser cuando por fin empiece plenamente a ser. Las semillas plantadas en mi libertad en cada momento, por la voluntad de Dios son las semillas de mi propia identidad, mi propia realidad, mi propia felicidad, mi propia santidad” (Semillas de contemplación).

LA DANZA GENERAL.

"Lo que es serio para los hombres a menudo no tiene importancia a los ojos de Dios.Lo que en Dios puede parecernos un juego es quizás lo que El toma más seriamente.Dios juega en el jardin de la creación, y, si dejamos de lado nuestras obsesionessobre lo que consideramos el significado de todo, podemos escuchar el llamado de Diosy seguirlo en su misteriosa Danza Cósmica.No tenemos que ir muy lejos para escuchar los ecos de esa danza.Cuando estamos solos en una noche estrellada; cuando por casualidad vemos a los pajaros que en otoño bajan sobre un bosque de nísperos para descansar y comer; cuando vemos a los niños en el momento en que son realmente niños; cuando conocemos al amor en nuestros corazones; o cuando, como el poeta japonés Basho, oímos a una vieja ranachapotear en una solitaria laguna; en esas ocasiones, el despertar, la inversiónde todos los valores, la "novedad", el vacío y la pureza de visión que los hace tan evidentes nos dan un eco de la danza cosmica.Porque el mundo y el tiempo son la danza del Señor en el vacío. El silencio de las esferas es la música de un festín de bodas. Mientras más insistimos en entender mal los fenómenos de la vida, más nos envolvemos en tristeza, absurdo y desesperación. Pero eso no importa, porque ninguna desesperación nuestra puede alterar la realidad de las cosas, o manchar la alegría de la danza cósmica que está siempre allí. Es más, estamos en medio de ella, y ella está en medio de nosotros, latiendo en nuestra propia sangre, lo queramos o no".
Thomas Merton.

ORACIÓN DE CONFIANZA...

“Señor Dios mío, no tengo idea de hacia dónde voy. No conozco el camino que hay ante mí. No tengo seguridad de dónde termina. No me conozco realmente, y el hecho de que piense que cumplo tu voluntad, no significa que realmente lo haga. Pero creo que el deseo de agradarte te agrada realmente. Y espero tener este deseo en todo lo que estoy haciendo. Espero no hacer nunca nada aparte de tal deseo. Y sé que si hago esto, tú me llevarás por el camino recto, aunque yo no lo conozca. Por lo tanto, siempre confiaré en ti aunque parezca perdido y a la sombra de la muerte. No temeré, pues tú estás siempre conmigo y no me dejarás que haga frente solo a mis peligros

Para intercambiar comentarios sobre Thomas Merton y otros maestros contemporaneos del espíritu.