Para intercambiar comentarios sobre Thomas Merton y otros maestros contemporaneos del espíritu.
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martes, 6 de diciembre de 2011
ISAÍAS EN ADVIENTO
“Al final de los días estará firme el monte de la casa del Señor, en la cima de los montes, encumbrado sobre las montañas. Hacia él confluirán los gentiles, caminarán pueblos numerosos. Dirán: Venid, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob: Él nos instruirá en sus caminos y marcharemos por sus sendas; porque de Sión saldrá la ley, de Jerusalén la palabra del Señor… De las espadas forjarán arados, de las lanzas podaderas. No alzará la espada pueblo contra pueblo, no se adiestrarán para la guerra. Casa de Jacob, ve, caminemos a la luz del Señor”.
(Isaías 2, 1-5)
Sión es la colina que domina la ciudad de Jerusalén. En ella se halla el templo, casa de Dios, lugar de culto y signo de su presencia. En visión profética, Isaías contempla esta colina en el momento de la intervención salvífica de Dios al final de los tiempos. Por la presencia de Yahvé en ella, Sión será el centro de la tierra, punto de atracción y cita de todos los pueblos. Desde ella se difunde el conocimiento de Dios, su palabra que ilumina a los hombres y les indica el camino de la salvación. La intervención de Dios inaugura una época de perfecta paz. Los instrumentos de guerra se transforman en aperos de labor.
“Brotará un renuevo del tronco de Jesé, un vástago florecerá de su raíz. Sobre él se posará el espíritu del Señor: espíritu de ciencia y discernimiento, espíritu de consejo y valor, espíritu de piedad y temor del Señor. Nos juzgará por apariencia, ni sentenciará de oídas; defenderá con justicia al desamparado, con equidad dará sentencia al pobre… Habitará el lobo con el cordero, la pantera se tumbará con el cabrito, el novillo y el león pacerán juntos: un muchacho pequeño los pastorea… porque está lleno el país de la ciencia del Señor, como las aguas colman el mar”.
(Isaías 11, 1-10)
Este pasaje es un texto mesiánico del Libro del Enmanuel (7-11). El tronco familiar de David parece ya seco, pero Dios va a infundir en él una nueva vida. Brota un retoño, penetrado en plenitud del espíritu, germen de vida y salvación. Con él se inaugura un orden nuevo, una nueva creación. Se renuevan la paz y armonía del paraíso, desaparecen las tensiones y enemistades que hacen que la vieja creación sea un infierno. El hombre recupera la ciencia del Señor, y la nueva situación se extiende al mundo entero.
“Preparará el Señor para todos los pueblos, en este monte, un festín de manjares suculentos, un festín de vinos de solera…y arrancará en este monte el velo que cubre a todos los pueblos, el paño que tapa a todas las naciones. Aniquilará la muerte para siempre. El Señor Dios enjugará las lagrimas de todos los rostros”
(Isaías 25, 6-10)
Dios, un vez vencidos los enemigos, dispone un banquete abundante e invita a todos los hombres, a quienes les regala la visión de su presencia, quitando el velo que les impedía contemplarlo. Su presencia es fuente de alegría, el llanto y el dolor desaparecen, y hasta la misma muerte es aniquilada.
Ser parte de todo...
-Thomas Merton-
Santidad es descubrir quién soy...
“Es cierto decir que para mí la santidad consiste en ser yo mismo y para ti la santidad consiste en ser tú mismo y que, en último término, tu santidad nunca será la mía, y la mía nunca será la tuya, salvo en el comunismo de la caridad y la gracia. Para mí ser santo significa ser yo mismo. Por lo tanto el problema de la santidad y la salvación es en realidad el problema de descubrir quién soy yo y de encontrar mi yo verdadero… Dios nos deja en libertad de ser lo que nos parezca. Podemos ser nosotros mismos o no, según nos plazca. Pero el problema es este: puesto que Dios solo posee el secreto de mi identidad, únicamente él puede hacerme quien soy o, mejor, únicamente Él puede hacerme quien yo querré ser cuando por fin empiece plenamente a ser. Las semillas plantadas en mi libertad en cada momento, por la voluntad de Dios son las semillas de mi propia identidad, mi propia realidad, mi propia felicidad, mi propia santidad” (Semillas de contemplación).
LA DANZA GENERAL.
Thomas Merton.
ORACIÓN DE CONFIANZA...
“Señor Dios mío, no tengo idea de hacia dónde voy. No conozco el camino que hay ante mí. No tengo seguridad de dónde termina. No me conozco realmente, y el hecho de que piense que cumplo tu voluntad, no significa que realmente lo haga. Pero creo que el deseo de agradarte te agrada realmente. Y espero tener este deseo en todo lo que estoy haciendo. Espero no hacer nunca nada aparte de tal deseo. Y sé que si hago esto, tú me llevarás por el camino recto, aunque yo no lo conozca. Por lo tanto, siempre confiaré en ti aunque parezca perdido y a la sombra de la muerte. No temeré, pues tú estás siempre conmigo y no me dejarás que haga frente solo a mis peligros
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1 comentario:
Muy buenas estas meditaciones en torno a la palabra de Isaías, Manuel. El profeta del Adviento, de la esperanza. Textos, palabras, que nos convocan a esperar un Misterio de vida, alegría, a confiar en un Dios, el de Jesús, portador de la felicidad y salvación que nacen en nuestra auténtica humanidad. Ojala estemos bien despiertos, vivos, para mirar y ver la belleza de la manifestación humana de ese Misterio.
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