Para intercambiar comentarios sobre Thomas Merton y otros maestros contemporaneos del espíritu.
Seguidores
domingo, 23 de agosto de 2009
Tradición y revolución (3)
Ser parte de todo...
-Thomas Merton-
Santidad es descubrir quién soy...
“Es cierto decir que para mí la santidad consiste en ser yo mismo y para ti la santidad consiste en ser tú mismo y que, en último término, tu santidad nunca será la mía, y la mía nunca será la tuya, salvo en el comunismo de la caridad y la gracia. Para mí ser santo significa ser yo mismo. Por lo tanto el problema de la santidad y la salvación es en realidad el problema de descubrir quién soy yo y de encontrar mi yo verdadero… Dios nos deja en libertad de ser lo que nos parezca. Podemos ser nosotros mismos o no, según nos plazca. Pero el problema es este: puesto que Dios solo posee el secreto de mi identidad, únicamente él puede hacerme quien soy o, mejor, únicamente Él puede hacerme quien yo querré ser cuando por fin empiece plenamente a ser. Las semillas plantadas en mi libertad en cada momento, por la voluntad de Dios son las semillas de mi propia identidad, mi propia realidad, mi propia felicidad, mi propia santidad” (Semillas de contemplación).
LA DANZA GENERAL.
Thomas Merton.
ORACIÓN DE CONFIANZA...
“Señor Dios mío, no tengo idea de hacia dónde voy. No conozco el camino que hay ante mí. No tengo seguridad de dónde termina. No me conozco realmente, y el hecho de que piense que cumplo tu voluntad, no significa que realmente lo haga. Pero creo que el deseo de agradarte te agrada realmente. Y espero tener este deseo en todo lo que estoy haciendo. Espero no hacer nunca nada aparte de tal deseo. Y sé que si hago esto, tú me llevarás por el camino recto, aunque yo no lo conozca. Por lo tanto, siempre confiaré en ti aunque parezca perdido y a la sombra de la muerte. No temeré, pues tú estás siempre conmigo y no me dejarás que haga frente solo a mis peligros
Para intercambiar comentarios sobre Thomas Merton y otros maestros contemporaneos del espíritu.
25 comentarios:
Da la impresion que de manera sutil, el blogger da un "tirón de orejas" para que las aguas vuelvan a su cauce, y los comentarios huelan a incienso y botafumeiro. Para decir que TM es maravilloso y gracias al blogger por este espacio, no hacían falta estas alforjas. De los textos de Merton se puede sacar este texto y su contrario ya que su vida fue pura paradoja poliédrica. Y no hace falta ponerse tan divinos: todo el mundo puede comentar de todo y más en el mundo virtual. ¿ O se trata de homilías y apostolado del blogger?. TM dialogó con ateos agnósticos personas de toda confesión religiosa. Incluso la enfermera con la que se enrolló no destacaba por su vida de piedad. Así es que no nos pongamos ahora mas mertonianos que el propio Merton. Saludos
Estimado anónimo: aquí no hay sutilidad ninguna, ni intentos sospechosos de abogar por actitudes que nunca he tenido por propias. Simplemente que cuando escucho a TM, escucho a todo Merton, y no sólo la parte que me parece más afin. Si quiero conocerle y entenderle,debo conocerle integramentre. Este blog nunca ha tenido, ni tendrá, intensiones apostólicas ni adoctrinadoras; se trata simplemente de compartir una experiencia.
La fe que tuvieron los santos es enorme. Por eso pudieron experimentar la Pascua que es liberación y no atarse a nada.
TM tuvo el don de ser libre para expresar su fe en la Iglesia.
Recuerdo un libro de eclesiología que me impactó porque fue escrito por un gran teólogo no comprendido en su momento: de Lubac que no se quedó en la corteza, su fe alcanzó mayor profundidad debido a su generosidad.
inés
Totalmente de acuerdo con el comentario anónimo. Merton puede decir lo que quiera, pero hizo lo que le quiso, que no comulga mucho con lo que dice en estos textos, que por cierto son de determinados feha (1960-1) antes de que muchas cosas le influyeran y calaran.
Animo al comentarista.
Alberto
Jesús ha sido interpretado por mentalidades humanas más que discutibles. Y vuelvo a lamentar que se haya mezclado tanto a Jesús con las opiniones y mentalidades de las épocas y los autores, aunque sean “Juan” y “Pablo”, afirmando además, indiscriminadamente que todo eso sea “Palabra de Dios”.
Asomémonos al gran drama de los contemporáneos de Jesús ( ¿ o drama actual?):
A los fariseos, devotísimos observantes de todos y cada uno de los preceptos de la Ley, Jesús no les gustó: comía con pecadores, no observaba estrictamente los preceptos: para ellos Jesús es un pecador.
A los escribas, teólogos expertos en la Escritura, Jesús les escandalizó muchas veces: no era eso lo que ellos interpretaban: para ellos, Jesús fue un hereje.
A los sacerdotes, Jesús les gustó mucho menos: vieron en él un peligro público: su status, la importancia del Templo, la connivencia con el poder romano... todo podía venirse abajo. Para ellos Jesús era peligroso.
Hemos heredado una fe domesticada, segura y cómoda en el dogma , la devoción y las tradiciones. Más aún cuando en la iglesia entera y en cada uno de nosotros, una de nuestras tentaciones es regresar al mesianismo ortodoxo fácil, externo, satisfactorio, que produce seguridad. Seguir a Jesús es siempre caminar, hacia delante , aunque las instalaciones que queden atrás sean las del ambiente general de la misma Iglesia.
Thomas Merton fue un hombre que, como todos, hizo su interpretación, que además no fue homogénea a lo largo de su vida ni a lo ancho de sus escritos. Como dice el primer comentario encierra su vida y su obra muchas paradojas, contradicciones. Como la vida de todo hombre. Y, como de cada uno de nosotros, solamente Thomas Merton sabía la verdad sobre Thomas Merton. Por eso es muy difícil y arriesgado poner a alguien como ejemplo y maestro.
Balthassar
A qué Teología nos referimos. Porque hay muchas y muy direntes en contenido y continente.
Está la Teología bendecida por el Magisterio de la Iglesia y la Otra Teología.
De igual manera que Iglesia no hay una. Está la Iglesia del poder, gobernante, vertical,patriarcal, fundamentalista, tradicional, conservadora, homófoba, antidemocrática, no adherida a la declaración universl de derechos humanos, impositora, discriminadora de lo diferente, enjuiciadora y árbitro de emociones,... Y la Otra Iglesia.
Cristo es Luz, pero para verla hay que abrir, primero, los ojos.
Emilio
Me parece ya hasta obsceno que se siga utilizando por parte de la iglesia oficial (funcionarios de las distintas jerarquias de esa institución eclesiastica) como argumento, para invalidad o desprestigiar la opinión y la interpretación de los hombres que profesan la fe en Cristo, el que no estén instruidos y estudiados en las materias “curriculares” que el magisterio (que mantiene y maneja la doctrina y los dogmas) estime pertinentes y además comulguen con su filosofía y orientación.
Tamaña discriminación y majaderia, más aún, semajante ofensa a la libertad y derechos individuales no se los admitimos a ninguna otra institución ni sociedad democrática y civilizada. Imagínense si en unas elecciones libres y democráticas de un estado, el voto del ciudadano a un determinado candidato o partido se invalidase o redujese su validez porque ese ciudadano no demostraba o carecía de unos conocimientos teóricos sobre la historia, filosofía o doctrina de las candidaturas a esas elecciones. Impensable. Además de condenable.
Sólo en determinadas áreas y en determinados campos, es preciso que una persona cuente con unos conocimientos adquiridos, con una formación teórica o práctica, para poder opinar o intervenir en un debate o en una exposición sobre dicha área o materia. En una discusión o coloquio sobre aspectos concretos del mundo de la matemática, la física o la química, como teorías o leyes específicas, sería obvio que sin tiene una preparación o base de conocimientos es vana la opinión o la intervención. Incluso podria pasar esta inadecuación en circulos altamatente cualificados y técnicos en su lenguaje en el terreno del arte o la literatura. Pero la teología no es sino un tratado sobre DIOS. Y partiendo de ahí, admite cualquier opinión, interpretación y vivencia experiencial en el espiritu, tan valida como cualquier otra. Para hablar, vivir, sentir, experimentar a DIOS no admito opiniones más y menos válidas. Las habrá más o menos seguidas, conocidas, publicadas, bendecidas, sacralizadas, reconocidas, admitidas, marginadas, todo lo que se quiera. Cada persona con fe en Cristo, tiene el derecho y la capacidad reconocida para expresar su visión de los principios y fuente de esa fe. Se identifique, o no con la del magisterio y gobierno de la institución eclesial. Y no tiene que dar más explicaciones, ni justificar su validez de opinión con titulos o doctorados eclesiasticos. Porque los titulos teologicos católicos con validez en la iglesia catolica, los ofrecen instituciones academicas reconocidas eclesiasticamente por esa iglesia. Curioso.
La fe en Cristo no pasa por un asentimiento a la Iglesia institucion, ni al gobierno de esa institución ni a los postulados teologicos oficiales de esa institución. Esa Iglesia es la que es rígida, estática e inerte.
La fe en Cristo no requiere más que el asentimiento a Cristo, que se vive socialmente en comunidades que denominamos iglesia. Es lo que opino, y ni mis creencias son vagas ni difusas, ni me aterroriza ningún dogma. Y estimo que mi opinión es válida, honesta y coherente, aunque tenga una licenciatura civil y ninguna eclesiástica.
Constantino
No me identifico con estas opiniones de Merton sobre los que no abrazan los dogmas o sobre la procedencia de la verdad que puso a los santos en el camino por el que llegaron plenamente a Dios. Respecto a los primeros, habrá de todo, no se puede generalizar ni etiquetar a esas personas como prófugas del miedo o creyentes fantasmales y difusos. Me parece una catalogación basada en un juicio de intenciones poco caritativo.
En cuanto a cómo o a través de qué llegaron los santos a una perfecta comunión con Dios, pues no lo sé. No me lo ha comunicado personalmente ningún santo. Y tampoco tengo la verdad sobre nada, incluida la santidad. Pero lo que si puedo decir es que no estoy de acuerdo en santificar a la autoridad oficial de la iglesia. Ni sacralizo la institución eclesiástica en ninguna de sus estructuras de administración y gobierno. Otra cosa es que piense y sienta , forme parte de una Comunidad, la iglesia, de mujeres y hombres santos (santos por estar inhabitados por el Espiritu de Cristo), que precisamente hacen partícipe de su santidad a esa Comunidad.
Si que estoy de acuerdo con Merton en que la fe es un asentimiento a la enseñanza de Cristo, enseñanza que se vive y comparte en Comunidad.
He seguido las discusiones de estos días, y me asombra que manuel permita comentarios como los vuestros, que no hacen más que insultar su inteligencia, pues quien ha seguido este blog sabe que nunca se han defendido esas posturas que criticais.
Por otro lado este es su blog, y si él quiere escribir "homilías" como decís, lo puede hacer; como también podría simplemente quitar el acceso libre de los comentarios y no lo hace.
Como él mismo dijo hace días, en lugar de buscar juntar voluntades para los nuevos caminos disparais vuestras balas contra todos, tan intolerantes como esos que condenais.
MM.
MM. lo primero que tienes que hacer es contestar a cada comentario. No todos los comentarios son iguales ni en forma ni en contenido. Gracias.
Yo en el mío, lo único que hago es un comentario del texto. Nada más.
De Manuel, he dicho en incontables ocasiones lo que pienso.
Precisamente por eso dejo en su blog mis comentarios, desde hace mucho tiempo, y en la misma línea.
No me gusta nada que me metan en un saco al que no pertenezco.
Para la señora MM.
Veo que domina muy bien lo de restringir el acceso libre de comentarios, tal vez porque en su blog de compartir no comparte otras opiniones. El estilo se nota señora.
Aquí nadie ha hecho insultos a la inteligencia de Manuel. Y de homilias solo hay un comentario. Lea, señora, lea.
Emilio
Para el comentario de MM,
Amig@ creo que quien no valora la inteligencia y la capacidad de Manuel eres tu. O que no sigues el blog tanto como dices. Porque de lo contrario sabrías que aquí hay libertad de opinión, que es precisamente lo que defiende Manuel. Y que lo que sería un insulto a su inteligencia es dejar opiniones que no fueran sinceras, estén o no de acuerdo con la de él o con las de los autores que transcribe en sus post.
También ha dejado patente su inteligencia y su capacidad en contestar personalmente a los comentarios que ha creido oportunos.
Es más, mi opinión es que a MM le interesa echar leña al fuego. Porque ya se sabe, a rio revuelto, ganancia de pescadores. En este caso ganancia de conservadores.
Roberto
TM es un maestro espiritual porque da a entender que queda muchísimo camino por recorrer para conocer y dar a conocer a Cristo que es el Camino, la Verdad y la Vida.
Lo bueno es seguir reflexionando.
Gracias,
inés
"Me han hecho callar. Me han reducido a noche y niebla por mi libro sobre la guerra. Me han metido en el calabozo. Me han encerrado dentro de una lata. Me han borrado del mapa en el momento más oportuno. Me han dejado plantado en la esquina. Me han obligado a ponerme el gorro...Me han dicho que cierre la boca en relación con el tema de la guerra, que las guerras no son para los cristianos, excepto únicamente para apoyarlas" Tomas Merton. Carta a Robert Lax. La solucion monástica de Merton al problema de la censura fue seguir dentro de la orden y hacer lo que se pudiera en la situación en la que estaba. Abandonar el monasterio pondría en peligro su influencia. Merton utilizó el sistema de difusión en multicopias a través de sus amigos. Merton cuestionó su propia vocación a raiz de este asunto preguntándose si no sería " el error más monumental" que jamás hubiera cometido. La prohibición le había llevado a "tomar conciencia del grave letargo de la Iglesia, a pesar de todos los esfuerzos e intentos por despertarla " afirmando que " no puedo salirme de aquí con objeto de protestar, dado que el sentido de cualquier protesta depende de que siga aquí dentro.
Paz en tiempos de oscuridad DDB 2006
un cordial saludo
paisajemonástico
El comentario anterior se agradece, pues es una muestra de los combates espirituales que TM asumió como parte de su camino monástico; pero confirma que su progresiva maduración no la hizo creyendo una cosa ahora y otra después, como alguno parece sugerir, o diciendo ahora lo contrario de antes, sino abriendo cada vez más el abanico de comprensión de la realidad. Merton no renegó nunca de su condición católica, ni de su vida monástica, aunque tuviera momentos en los que manifestara, en sus diarios personales sobre todo, incomprensiones e insatisfacciones con situaciones eclesiales y sociales. TM fue amigo de dos pontífices: Juan XXIII y Pablo VI, como lo era de representantes de diversas religiones, intelectuales, escritores, artistas, etc. Era un hombre que buscaba conciliar los aspectos más disímiles de la realidad en su corazón compasivo. TM sabía que era parte de una historia, y acogía gozosamente lo que su tradición guardaba, valorando y aprovechando el tesoro espiritual que dejaron los que antes vivieron su misma fe; al mismo tiempo, desde una visión crítica, estuvo abierto, en buena medida a lo nuevo, aunque no sin ciertas duda
A veces la llamada perseverancia monástica está entretejida de intereses individuales e institucionales. ¿ La institución monástica y eclesial hubiera consentido a otro monje lo que le consintió a Merton ? Merton, un escritor de fama,universitario, daba- y sigue dando buenos dividendos. Y a pesar de toda su idiosincrasia, dificilmente tolerada por el abad de turno- ver sus diarios- era un buen altavoz de la vida monástica. La Iglesia siempre con peones en todos los frentes. O dicho de forma eclesialmente correcta, en la Iglesia caben todos los matices del amplio abanico de la Vida en Cristo. Incluido Merton. Saludos
Bartolomé
En el respeto y la tolerancia a las ideas y posiciones de todos, dejo estos fragmentos de HANS KÜNG, teólogo y sacerdote católico, sobre la iglesia.
“Me impulsa una fe inquebrantable. Y no es una fe en una iglesia como institución, sino una fe en Jesucristo, en su persona y en su causa. Sólo el espíritu de Jesucristo puede dotar a la iglesia católica y al cristianismo en general de una nueva credibilidad y permitirle ser comprendido.
Este espíritu de Cristo, muy lejos de su organización y jerarquía, es el que mantiene e impulsa a toda una ingente base de comunidades, hospitales, escuelas e instituciones sociales en las que se lleva a cabo un bien infinito. En ellas, innumerables mujeres y hombres prestan servicio a sus semejantes, dedicando su vida o parte de ella a los jóvenes y los ancianos, los pobres, los enfermos, los desfavorecidos y los marginados. Auténticas comunidades, iglesias, de creyentes en Cristo, entregadas a su mensaje.
Es cierto que Roma ha pedido “perdón” por las atrocidades y errores cometidos en el pasado; pero, al mismo tiempo, la administración de la iglesia de hoy sigue produciendo aún más “víctimas”. Raramente se encuentra otra de las grandes instituciones de nuestra era democrática que trate tan desdeñoso a los críticos y a quienes defienden otro punto de vista dentro de sus filas, o que discrimine tanto a las mujeres: prohibiendo los anticonceptivos, el matrimonio de los sacerdotes o la ordenación de las mujeres. Ninguna polariza la sociedad y la política mundiales con tan alto grado de rigidez en sus posiciones sobre los temas del aborto, la homosexualidad y la eutanasia; posiciones siempre investidas de un aura de infalibilidad, como si se tratara de la propia voluntad de Dios.
En vista de la aparente incapacidad de la iglesia católica para reformarse y corregirse, ¿resulta tan extraño y difícil de comprender que haya un clima de aversión y hostilidad hacia ella?
No se puede hacer una historia romántica e idealizada de la iglesia católica. Muchas de las instituciones y constituciones de la iglesia son obra del hombre. Esto significa que pueden reformarse y cambiarse, renovarse, y sobre todo, que pueden ser objeto de crítica y cuestionamiento.
La iglesia católica es una organización vasta y eficiente que emplea un aparato de poder y de finanzas que actúa de acuerdo con criterios mundanos. Detrás de las estadísticas más impresionantes, las grandes ocasiones y las solemnes liturgias de las misas católicas, hay con demasiada frecuencia un cristianismo superficial y tradicional de escasa sustancia. En la disciplinada jerarquía católica a menudo resulta desalentadoramente evidente que se trata de un cuerpo funcionarial con la atención puesta en Roma, servil ante sus superiores y arrogante con sus inferiores. El cerrado sistema dogmático de enseñanza incluye una teología escolástica autoritaria y ya por largo tiempo superada.
Asamblea, casa, comunidad, iglesia de Jesucristo. Su origen y su nombre llevan implícita una obligación: servir a la causa de Jesucristo. Donde quiera que la iglesia no haga de la causa de Jesucristo una realidad o la distorsione, peca contra su razón de ser y la pierde.
Mediante sus palabras y sus acciones Jesús se vio implicado en un peligroso conflicto de intereses con el poder político y religioso, que le llevó a la muerte. Jesús era cualquier cosa menos un representante de una jerarquía patriarcal.
(Cont. de Hans KÜNG)
Jesús, que relativizaba a los “padres” y a sus tradiciones e invitaba a las mujeres a unirse a sus discípulos. Alguien que ensalzaba el matrimonio y nunca hizo del celibato una condición para sus discípulos. Alguien que ha servido a sus discípulos en la mesa y reclamaba que “el más alto debe ser el servidor de todos, difícilmente puede haber deseado unas estructuras aristocráticas o incluso monárquicas para su comunidad de discípulos.
De Jesús se desprendía un espíritu que concordaba con un pueblo de seres libres (no una institución dominante) e iguales en principio (no una iglesia caracterizada por la clase, la casta, la raza o el oficio) de hermanos y hermanas (no un regimiento de hombres o un culto a las personas). Esta era la libertad, igualdad y fraternidad originalmente cristianas.”
Fabulosa y providencial la aportación anterior. En la misma línea de respeto, aporto estos textos de otro teólogo y sacerdote católico: KARL RAHNER.
La debilidad humana y la insuficiencia, la pequeñez, la ceguera, la falta de valentía para asumir las exigencias de la hora actual, la falta de comprensión ante las necesidades del tiempo, ante sus tareas y tendencias de futuro... todas estas formas de conducta muy humanas son también las formas de conducta de las autoridades y de todos los miembros de la Iglesia y ellas influyen también... en aquello que la Iglesia es y hace.
Si alguien quisiera negar esto o disimularlo o quitarle importancia o decir que ésta ha sido sólo una carga o defecto de los primeros tiempos de la Iglesia, superada ya en la actualidad... si alguien pensara así, estaría dejándose llevar por una ceguera enloquecida y por un orgullo clerical, por un egoísmo de grupo y por un culto a la personalidad que es propio de un sistema totalitario, que no conviene en modo alguno a la Iglesia en cuanto comunidad de Jesús manso y humilde de corazón... La Iglesia, frecuentemente, no tiene el coraje de mirar el futuro como futuro de Dios, igual que ha experimentado el pasado como de Dios también. Con frecuencia glorifica su pasado, y mira el presente (allí donde no lo ha hecho ella misma) con ojos torcidos, condenándolo demasiado fácilmente. Con frecuencia... avanza lentamente en cuestiones de ciencia... y en el siglo XIX y XX ha dicho con demasiada rapidez que no, cuando hubiese podido decir ya antes un sí, desde luego matizado y distintivo. Ha estado con más frecuencia por los poderosos y se ha hecho demasiado poco abogada de los pobres. Ha dicho su crítica a los poderosos de esta tierra demasiado suavemente, de tal manera que más bien parecía como si quisiera procurarse una coartada sin entrar de veras en conflicto con los grandes de este mundo. Se mantiene muchas veces más con el aparato de su burocracia que con el entusiasmo de su espíritu... en los portadores del ministerio ha cometido con frecuencia injusticias contra santos, pensadores, contra los que preguntan dolorosamente, contra sus teólogos que querían sólo servirla incondicionalmente.
La Iglesia ha de ser una institución moral, pero no moralizante... Ante todo y sobre todo hemos de dar noticia al hombre de hoy del íntimo, radiante y liberador misterio de su existencia, que salva de la angustia y la autoalienación, y al cual nosotros llamamos Dios. La Iglesia debe dejar de dar esas recetas baratas de pequeños clérigos que viven al margen de la auténtica vida de la sociedad y la cultura moderna, y remitir esas decisiones a la conciencia individual.
Las actuaciones del Magisterio presuponen sin más que sus destinatarios no tienen ninguna duda frente a la autoridad formal del magisterio y dejan tranquilamente que sean éstos quienes se esfuercen por la comprensión necesaria para decidir. La iglesia "docente" y su magisterio presuponen silenciosamente que, cuando se dirigen a católicos, hablan a una masa relativamente homogénea de personas que profesan de forma absoluta un acatamiento a la autoridad del Magisterio. Lo que constituye a la Iglesia es la fe real que está en las cabezas y los corazones de la Iglesia, y no propiamente la enseñanza del Magisterio. Lo que sucede es simplemente esto: el magisterio de la Iglesia se puede equivocar y de hecho se ha equivocado muchas veces también en el s. XX.
La Iglesia que conozco es solidaria, pobre y sufrida. Y al decir Iglesia estoy invocando a sus obispos y sacedotes, religiosas y religiosos, laicos y familias.
No conozco sacerdotes ricos ni poderosos.Necesitamos muchos sacerdotes santos, es mucha la mies.Doy gracias a Dios por mis obispos y sacerdotes y por las religiosas y religiosos.
Ruego a Dios y a La Santísima Virgen María para que conceda a nuestro Papa y a toda la Iglesia la fortaleza necesaria para defender la vida y su ideal de santidad.
Ruego por nuestros sacerdotes expuestos a tantos peligros y tentaciones.Paz, bien, amor y santidad,bendiciones,
Carmen
Texto de Joan Chittister, monja benedictina, católica, periodista y escritora.
Hace tiempo Blaise Pascal escribió: “la multitud que no actúa como una unidad es confusión”. Pero en el mismo sitio escribió inmediatamente después: “esa unidad que no tiene su origen en la multitud es tiranía”. Lo que se traduce como: la multitud necesita unidad, pero la unidad, para ser real, exige el asentimiento de la multitud.
Entender la conjunción de estas dos ideas –la confusión en la incertidumbre y la tiranía como sustituto del consenso– puede que nunca haya sido más importante que ahora. Si un país, o un grupo religioso, no puede desarrollar una visión común, las probabilidades de que pueda, no ya ser eficaz, sino simplemente sobrevivir, son pocas en el mejor de los casos.
Algunos dirían “si no te gusta, márchate”. Este grupo “nosotros-somos-la-iglesia” se erige en norma de la fe. Y califica de “malos” o “disidentes” o “desleales” a aquellos que no están de acuerdo, que se atreven a cuestionar cualquier cosa, que reabren temas que otros pensaban que ya estaban cerrados para siempre. Por ejemplo, los católicos que aceptaron la idea de la separación de la iglesia y el estado sufrieron durante años bajo la sombra de la sospecha. La pérdida del estado teocrático después de la Reforma Protestante fue un golpe para la teología del poder y la autoridad. Hasta el Concilio Vaticano II la iglesia no aceptó la idea de gobiernos no confesionales como teológicamente aceptable.
¿Qué le sucede a un grupo, a una iglesia, que se enfrenta a elegir entre la confusión y la tiranía, entre la anarquía y el autoritarismo, entre la unidad y la uniformidad?
Abundan las cuestiones teológicas forzadas por los nuevos descubrimientos científicos, las nuevas realidades sociales, las nuevas posibilidades tecnológicas. Lo que pone a prueba una iglesia no es si nos consideramos morales. Quizá la medida de nuestra propia moralidad es hasta qué punto hemos estado seguros de nuestra inmoral moralidad a través de la historia.
En una época dijimos que cobrar interés en los préstamos era gravemente inmoral, que era pecado mortal no ir a Misa un domingo, que no se podían leer los libros del Índice, que las personas divorciadas no podían volver a casarse. Y no tolerábamos que se cuestionaran ninguna de estas cosas. La gente estaba dentro o fuera, eran buenos o malos, religiosos o no, según que estuvieran en un extremo u otro de estos espectros.
Está claro que el problema no es que las definiciones de moralidad puedan cambiar a la luz de datos nuevos o realidades sociales nuevas. El problema está en que no parece que sepamos cómo tratar las situaciones que preceden a estas nuevas percepciones. Parece que pensamos que sólo tenemos dos opciones: el modelo autoritario que exige uniformidad intelectual y la llama “comunidad”, o una especie de anarquismo intelectual que destruye el tejido de la tradición en un mundo en cambio. El problema está en que, amenazados por el cambio, nos inclinamos más por suprimir la cuestión profética que por encontrar el tipo de estructuras que puede liberar el Espíritu, que nos puede conducir más allá de la sumisión ciega mientras, a la vez, honramos la tradición y ponemos a prueba los espíritus.
Simone Weil,católica, filósofa francesa, dijo: "Me gustaría considerarme más cristiana si las iglesias no se interpusieran tanto entre Jesús y el mundo de hoy".
Nieves
De Juan Masia, sacerdote católico.
Mientras leía el libro de Juan Luis Herrero del Pozo, Religión sin magia, ed.El Almendro, Córdoba, 2006, empecé a redactar una recensión, que se convirtió en carta abierta al autor y ha desembocado en este ensayo sintonizando con el subtítulo de Juan Luis: Testimonio y reflexión de un cristiano libre. Precisamente por esa sintonía, deja de ser recensión, por no ser crítica.
¿Recuerdan la escena final del film 2001, aquellos restos de la estatua de la libertad emergiendo de las arenas solitarias entre los restos de la catástrofe? Pues proyecten la imagen en la pantalla de su computadora y jueguen a hacer variaciones con la portada del libro de Juan Luis: esa fachada de san Pedro desplazada y a punto de ser tragada por el seísmo. Con esa imagen ya tenemos la composición de lugar para meditar sobre cómo desintoxicarnos de la magia y respirar a pleno pulmón paradigmas nuevos. Esperando, eso sí, que del derrumbamiento de Pedro, resucite la Roca de Jesús.
La teología ha tardado en hincar el diente a la Ilustración. Cuando por fin se animó a probar unos bocaditos, le pilló con desmayo, la digirió mal y le produjo diarrea. Se asustó tanto que se medicó en exceso y sobrevino el contrafecto del estreñimiento, la actual involución eclesiástica que congela la fe eclesial.
Atrévete a pensar, decía Kant recomendando adultez. No es cosa fácil. Atreverse a creer, sin dejar de pensar y dejando la magia. Es cosa aún más difícil. Pero cuando agnósticos y creyentes se atreven a pensar dialogando juntos, caminan de la mano la parresía de la fe y la audacia del pensamiento.
Titulo este ensayo “El cuarto atrevimiento”. Describiré brevemente las cuatro audacias, reconociendo que, a pesar de que aspiro a situarme con Juan Luis en la cuarta, hay mucho de la primera en mis propios escritos.
• Primera audacia: nos atrevimos en los años 60, animados por el legado de Juan XXIII, a explorar nuevas rutas (aún no usábamos la palabra “paradigma”), pero nos curábamos en salud. Antes de cada reinterpretación teológica desestabilizadora, poníamos un prólogo que rezaba así: “Como ya dijo santo Tomás…” Si era sobre espiritualidad, por ejemplo, de los jesuitas, el prefacio consistía en apostillar: “Como ya estaba en germen en los Ejercicios de san Ignacio…” Y con esa muletilla estábamos a salvo del ojo inquisidor. Era como cuando un papa dice lo contrario del anterior, pero empieza la frase insistiendo: “Como atinadamente dijo mi ilustre predecesor…” (Confieso mi pecado, ya que sigo haciendo esto de vez en cuando, por pasarme de benévolo al usar el lenguaje de paradigmas superados. Es una ingenua intención de tender puentes a los fundamentalistas; pero esta gente, en vez de cruzar por ellos, los usan como trampolín para apedrear).
• Segunda audacia: Vislumbrábamos, a comienzos de los setenta, que había que ir más lejos. Animados por Arrupe, cambiamos el modo de dar la nota al coro: “Esto no lo dijo santo Tomás, ni lo dijo san Ignacio, pero lo dirían si vivieran hoy; digámoslo, por tanto, siguiendo su espíritu…”.
• Tercera audacia: nuevos paradigmas de pensamiento. Era insuficiente la segunda audacia y vino la tercera, esta vez animados por Hans Küng a cambiar el paradigma. “Lo que os voy a decir no lo dijo santo Tomás, ni probablemente lo diría si viviera hoy; pero quienes vivimos en la situación actual tenemos que decirlo, hay que cambiar el paradigma”.
CONT DE MASIA
• Cuarta audacia: por el camino de la praxis, en busca de un paradigma todavía no encontrado Se parece este cuarto atrevimiento al tercero, pero con tres matizaciones: a) no tenemos claro cien por cien lo que hay que decir, ni cómo expresar los nuevos paradigmas; 2) tenemos más claro lo que hay que dejar decir, el abandono de la magia; 3) y lo que cada vez está más claro es que tenemos, antes de decirlo, o al menos a la vez que lo balbuceamos, hacerlo y practicarlo: la praxis de “lo de Jesús” (y en ese énfasis neutro del “lo” está la fuerza de su Pneuma para realizarlo). “El molde mágico hace sospechosa cualquier ortodoxia. Lo específico de Jesús fue la ortopraxis” (p.256). Subrayando esa frase al final de la lectura, me acordaba del Buda ante el herido por una flecha.”No aguardéis a averiguar quién es el herido o quién disparó o por qué. Lo urgente es curarlo”.
Bueno, reconozco que, mientras releía a Juan Luis (a quien veo situado, si mi interpretación no está desenfocada, en la vanguardia del cuarto atrevimiento), he ido llevando el agua a mi molino y me estoy repitiendo con mi manía de la “cuarta vía”. Pero creo que esa es la razón de mi sintonía con Juan Luis cuando dice que creyentes y agnósticos se necesitan mutuamente. He percibido a menudo entre líneas de sus reflexiones, si me permitís la pedantería, el “interplay” de esos dos puntos de vista que los antropólogos llaman “emic” y “etic”. Algo se ve desde fuera que no se ve desde dentro, y viceversa. Y el “dentro” está ya fuera y el”fuera” está ya dentro nos enseñó hace años Husserl… Hay que conjugar el punto de vista de dentro con el de fuera. Ambos tienen alguna magia a la que renunciar y algún cambio de paradigma que adoptar. Cuando ambos descubren que el diálogo no es entre dos personas solamente, sino entre dos o más dentro de uno mismo (los muchos “yoes” de Unamuno), ambos se depuran: creencias e increencias se mantienen saludables cuando son, como diría Socrates, “vida pensada o examinada”.
Ahora bien, este moverse entre dos polos (otra característica de las reflexiones de Juan Luis, vacunado contra toda clase de dualismos) y ese danzar por las curvas del ying y el yang sin detenerse a congelar vida, fe o pensamiento, conlleva tensión y acumula dosis de incertidumbres. Por eso se le tiene miedo. Tanto las personas como los colectivos reaccionan con miedo y agresividad cuando se les confronta con una dosis de ansiedad mayor de la que están preparados a soportar. Y el temor de la diarrea les hace pasarse de medicación que provoca estreñimiento: es el caso del fundamentalismo “ortodoxo made in Spain” tan frecuente en el episcopado del país y el rebaño neo-con de su entorno. Les recomendaría que, en vez del Kempis, lean unos días La venganza de Don Mendo: “o te pasas o no llegas”…
Pero volvamos con el libro. Los dos primeros capítulos darán al lector las claves biográficas y de época para encuandrar el brote de una intuición central presentada en el tercero: Hay que abandonar el esquema mágico que distorsiona la relación Dios-cosmos-humanidad (p.55). Ayuda en ese momento tener presente la recapitulación de las páginas finales (p.255-257). Pero que no sustituyan a la lectura de los densos capítulos sobre el seísmo religioso de la ilustración, el reto de la auténtica secularidad y la recuperación de una nueva visión de la creación tras soltar todo lastre de magia y entrar por lo que he llamado el “cuarto atrevimiento”: caminar sintonizado y sincronizado con el intimior intimo meo, pero con la capacidad de vivir ut si Deus non daretur. A partir de ahí se esboza el nuevo paradigma: “una ortopraxis ecuménica y liberadora, ética universal, política solidaria, sensibilidad ecológica y espiritualidad contemplativa y mística incluso con parámetros de teoría agnóstica. Alborea el tiempo-eje” (p.82).
CONT. MASIA
El autor se reconoce inserto en una trayectoria concreta de vida. Por eso, aunque no haya en su voz resentimiento (como dirían los integristas), sí hay “enfado” por su solidaridad con tantas víctimas “en y por la insitutión eclesial” (yo prefiero decir “eclesiástica” y reservar “eclesial” para las “redes de lo de Jesús”). No hay tampoco academicismo farragoso (lo que a los afectados por la patología de las notas de pie de página les parecerá insuficiencia o “falta de rigor”, como dicen quienes clasifican ideas sin pensarlas); pero sí conserva el autor, a pesar de “los veinticinco años de alejamiento de lo académico profesional” todo el bagaje de su formación. Juan Luis suelta lastre sin miedo, pero cuando arroja por la borda toneladas de cargo tiene muy claro en su memoria el balance de lo que arroja.
Una recomendación a lectoras y lectores. Leamos a Juan Luis como Unamuno quería que le leyesen. No citemos sus frases entrecomillando lo que dice. Porque él no dice la última palabra, no pone punto final a una frase. No dice, sino que empieza a decir una frase que ha de ser terminada por quien lee atreviéndose a pensar y atreviéndose, según los casos, a creer pensando.
No puedo alargarme en este comentario y me limito a apuntar a modo de ejemplo, una lista de cabos sueltos que quedan pendientes tras la lectura para que nos animemos a agarrarlos y entrar al abordaje sin miedo a dar el salto. Los enumero telegráficamente a continuación.
• –Desmontar el montaje mágico en torno a la noción de revelación.
• –Tomar en serio la secularidad para actuar ut si Des non daretur.
• -Descontaminar de magia la apertura a lo trascendente.
• –Rearticular la noción de creación (tarea pendiente para la teología, salvo raras excepciones como los intentos de Torres Queiruga).
• –Etcétera.
Pero en la segunda parte del libro (contra lo que podría creerse en una lectura superficial) nos aguardan temas fuertes., sobre todo el de su segundo capítulo “Jesús, ¿Hombre y Dios?”, que pienso sinceramente que no lo vamos a asimilar en las próximas décadas, quizás tarea para todo el siglo XXI. El encuentro a fondo tanto con las espiritualidades orientales y el pluralismo religioso como con los diversos agnosticismos, nos obligará (u obligará a quienes vengan detrás, pues nosotros quizás no lo veamos) a rearticulaciones mucho más radicales, a las que con razón teme la teología tradicional.
Menos mal que, sin esperar a esas rearticulaciones teóricas, la praxis puede y debe comenzar (lo está haciendo ya) y a ello nos animan las propuestas concretas de los dos capítulos últimos que serán bien comprendidos por las redes cristianas de base que ya han comenzado a vivirlos.
Pero me estoy alargando demasiado. Siento no haber cumplido mi propósito de una recensión crítica. Me he quedado en un comentario de sintonía, que ya es demasiado para un blog. Me limito a recomendar encarecidamente la lectura del libro de Juan Luis y dejo en el tintero el resto del iceberg. Ahora pondré aquí, no digo punto final, sino puntos suspensivos, que es manera más apropiada para concluir sin conclusiones, quedando emplazados para vernos en la cuarta vía y proseguir juntos el cuarto atrevimiento. Como Unamuno al final del Sentimiento trágico, con incertidumbre teórica y compromiso ético, nos animamos mutuamente a dos tareas: la poiesis de la metáfora y la praxis de la bondad…
Publicar un comentario