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viernes, 15 de enero de 2010

Henri NOUWEN

El 24 de enero de 1932 nació Henri Nouwen; el 31 del mismo mes, pero de 1915 vino al mundo Thomas Merton. Ellos se encontraron en algún momento de sus vidas, pero el vínculo verdadero, que es espiritual, es más difícil de rastrear en un momento concreto de la historia; se hace evidente cuando nos acercamos a sus vidas, cuando nosotros nos encontramos espiritualmente con ellos, y se convierten ambos en nuestros maestros, en nuestros compañeros de camino. Entre mis rituales personales está el vivir durante estos días, entre el 24 y el 31 de enero, unas jornadas especiales, en las cuales renuevo mi compromiso de trabajar por difundir el mensaje de estos dos amigos de fe, por la sencilla razón de que creo que en él está contenido y encarnado el mensaje liberador de Jesucristo. Cada uno a su manera encontró a Jesús en el camino, Jesús entró en sus vidas y las transformó para que pudieran convertirse en fuente de sabiduría y esperanza para quienes a su vez se encontraran con ellos. Yo me he beneficiado muchísimo del encuentro con Thomas Merton y Henri Nouwen, a través de sus libros he podido conocerles en cierta medida, y aprovecharme además de su rica y honda experiencia espiritual. Ellos, instrumentos de la Gracia de Dios, me han ayudado a transformar el dolor en gozo, el pesimismo en esperanza, la debilidad en fortaleza. Mi acercamiento a ellos no tiene pretensiones académicas, sino espirituales. Quiero conocerlos mejor, leer lo que escribieron, para alimentar mi vida interior y compartir la riqueza de sus vidas en Cristo.



“Mientras reflexiono hoy sobre mi vida, me siento realmente, como el menor de todos los hombres santos de Dios. Mirando hacia el pasado, tomo conciencia de que todavía lucho con los mismos problemas que tenía el día de mi ordenación, hace veintinueve años. A pesar de mis muchas oraciones, mis períodos de retiro, y el consejo de muchos amigos, consejeros y confesores, he cambiado muy poco, si es que algo he cambiado, en mi búsqueda de paz y unidad interior. Soy la misma persona inquieta, nerviosa, intensa, distraída e impulsiva que era cuando comencé este viaje espiritual. A veces, esta obvia falta de madurez interna me deprime mientras estoy llegando a mis años “maduros”.

Pero tengo una fuente de consuelo. Más que nunca, deseo proclamar “las riquezas inconmensurables de Cristo” y echar luz “sobre el trabajo interno del misterio mantenido oculto en Dios, a través de los tiempos”. Este deseo se ha vuelto más intenso y urgente. Quiero hablar de las riquezas de Cristo mucho más que cuando fui ordenado en 1957. Quiero, realmente, hablar alto y claro acerca de las riquezas de Cristo. Lo quiero hacer simple, directa, claramente, y con una convicción profundamente personal. Aquí siento que algo ha crecido en mí. Aquí tengo la sensación de que no soy la misma persona que fui hace veintinueve años”.

Henri Nouwen. 24 de enero de 1986.

“Camino a casa. Un viaje espiritual”. Lumen.

3 comentarios:

Joan Josep dijo...

Me gusta mucho tu blog. Entré porque desde mi noviciado, cuando leí "Los Hombres no son islas" cambió el rumbo de mi espiritualidad. Luego descubrí a Nouwen y de su mano a Jean Vanier. Gracias por recordarme su espiritualidad...En una Iglesia que parece más preocupada por no perder poder, por su influencia y preponderancia más que por seguir a Jesús, necesitamos las palabras de esas personas que se enamoraron a la vez de Dios y del Hombre. Gracias: Joan Josep

Inés García, aci dijo...

La riqueza de Cristo es su Corazón abierto sin medida para que todos entremos en la dinámica de su amor, de su profundidad, anchura, altura, etc, dispuestos a darnos a los demás, como nos lo enseñan Nowen, o Merton, o tantos otros sacerdotes desde su ministerio sean las cualidades o dones variados que Dios en su "riqueza" les haya dado. Creo que en la historia de la Iglesia, lo mismo que en este momento, es el Espíritu de Dios que va convocando a los fieles y a sus pastores para ser una Iglesia que enriquezca al mundo con su "riqueza".

Muy agradecida por las lecturas que nos ofreces p.Manuel, te saludo cordialmente, y me uno a todos en la oración por la Iglesia y su misión,
inés

San dijo...

Creo que toda la riqueza de Dios se halla en la fragilidad del corazón de cada hombre, desde el momento en que, por la grandeza de Amor, se hizo carne en Cristo. Descubrir eso, experimentarlo y transmitirlo es ya participar de esa riqueza. En la historia de la humanidad ha habido hombres y mujeres, dentro y fuera de cualquier iglesia, conocidos algunos, como Merton y Nouwen, otros anónimos, que han evidenciado la elevación del hombre por el abajamiento de Dios. Es decir, que nos han enseñado a comprender la humanización de Dios. O, como dice el lúcido primer comentario a esta entrada de Manuel, “enamorarse de Dios y del hombre”. En definitiva no puede ser de otra manera, porque el Espíritu habita en un cuerpo espiritual, humano, sin dualidades. Como tampoco hay fronteras religiosas, ideológicas, ni de cualquiera otra índole para la salvación. La liberación de Cristo es universal y eterna para todos.
A Merton me acercaron una serie de circunstancias. Y con el paso del tiempo ha ido creciendo mi identificación con gran parte de la visión espiritual de este hombre. A Nouwen lo “encontré” a través del “El regreso del hijo pródigo”, que es, para mí, una deliciosa degustación de la ternura de Dios. Una importante riqueza humana y divina, la ternura, de la que participó en dosis importantes este hombre. Después, he ido añadiendo títulos suyos a mis estanterías. El último, una de sus biografías, la de Ford, “El profeta herido”, recomendada por Manuel en su blog.
En fin, que hay que dar gracias a Dios por estas dos personas, y por todas las que con su trabajo benefician y mejoran la vida de otros seres humanos, en cualquier aspecto. Porque sea cual sea su ámbito de actuación “profesional”, trabajan en la misión del Amor y la Vida del Evangelio, dan testimonio y predican a Cristo. Y, por supuesto, gracias a Manuel, por acercarnos a Thomas y Henri, y difundirlos, a través de este “escaparte”. Felicidades.

Ser parte de todo...

¡Oh Dios! Somos uno contigo. Tú nos has hecho uno contigo. Tú nos has enseñado que si permanecemos abiertos unos a otros Tú moras en nosotros. Ayúdanos a mantener esta apertura y a luchar por ella con todo nuestro corazón. Ayúdanos a comprender que no puede haber entendimiento mutuo si hay rechazo. ¡Oh Dios! Aceptándonos unos a otros de todo corazón, plenamente, totalmente, te aceptamos a Ti y te damos gracias, te adoramos y te amamos con todo nuestro ser, nuestro espíritu está enraizado en tu Espíritu. Llénanos, pues, de amor y únenos en el amor conforme seguimos nuestros propios caminos, unidos en este único Espíritu que te hace presente en el mundo, y que te hace testigo de la suprema realidad que es el amor. El amor vence siempre. El amor es victorioso. AMÉN.
-Thomas Merton-

Santidad es descubrir quién soy...

“Es cierto decir que para mí la santidad consiste en ser yo mismo y para ti la santidad consiste en ser tú mismo y que, en último término, tu santidad nunca será la mía, y la mía nunca será la tuya, salvo en el comunismo de la caridad y la gracia. Para mí ser santo significa ser yo mismo. Por lo tanto el problema de la santidad y la salvación es en realidad el problema de descubrir quién soy yo y de encontrar mi yo verdadero… Dios nos deja en libertad de ser lo que nos parezca. Podemos ser nosotros mismos o no, según nos plazca. Pero el problema es este: puesto que Dios solo posee el secreto de mi identidad, únicamente él puede hacerme quien soy o, mejor, únicamente Él puede hacerme quien yo querré ser cuando por fin empiece plenamente a ser. Las semillas plantadas en mi libertad en cada momento, por la voluntad de Dios son las semillas de mi propia identidad, mi propia realidad, mi propia felicidad, mi propia santidad” (Semillas de contemplación).

LA DANZA GENERAL.

"Lo que es serio para los hombres a menudo no tiene importancia a los ojos de Dios.Lo que en Dios puede parecernos un juego es quizás lo que El toma más seriamente.Dios juega en el jardin de la creación, y, si dejamos de lado nuestras obsesionessobre lo que consideramos el significado de todo, podemos escuchar el llamado de Diosy seguirlo en su misteriosa Danza Cósmica.No tenemos que ir muy lejos para escuchar los ecos de esa danza.Cuando estamos solos en una noche estrellada; cuando por casualidad vemos a los pajaros que en otoño bajan sobre un bosque de nísperos para descansar y comer; cuando vemos a los niños en el momento en que son realmente niños; cuando conocemos al amor en nuestros corazones; o cuando, como el poeta japonés Basho, oímos a una vieja ranachapotear en una solitaria laguna; en esas ocasiones, el despertar, la inversiónde todos los valores, la "novedad", el vacío y la pureza de visión que los hace tan evidentes nos dan un eco de la danza cosmica.Porque el mundo y el tiempo son la danza del Señor en el vacío. El silencio de las esferas es la música de un festín de bodas. Mientras más insistimos en entender mal los fenómenos de la vida, más nos envolvemos en tristeza, absurdo y desesperación. Pero eso no importa, porque ninguna desesperación nuestra puede alterar la realidad de las cosas, o manchar la alegría de la danza cósmica que está siempre allí. Es más, estamos en medio de ella, y ella está en medio de nosotros, latiendo en nuestra propia sangre, lo queramos o no".
Thomas Merton.

ORACIÓN DE CONFIANZA...

“Señor Dios mío, no tengo idea de hacia dónde voy. No conozco el camino que hay ante mí. No tengo seguridad de dónde termina. No me conozco realmente, y el hecho de que piense que cumplo tu voluntad, no significa que realmente lo haga. Pero creo que el deseo de agradarte te agrada realmente. Y espero tener este deseo en todo lo que estoy haciendo. Espero no hacer nunca nada aparte de tal deseo. Y sé que si hago esto, tú me llevarás por el camino recto, aunque yo no lo conozca. Por lo tanto, siempre confiaré en ti aunque parezca perdido y a la sombra de la muerte. No temeré, pues tú estás siempre conmigo y no me dejarás que haga frente solo a mis peligros

Para intercambiar comentarios sobre Thomas Merton y otros maestros contemporaneos del espíritu.