Para intercambiar comentarios sobre Thomas Merton y otros maestros contemporaneos del espíritu.
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sábado, 3 de julio de 2010
NO NOS APRESUREMOS A CONDENAR
Ser parte de todo...
-Thomas Merton-
Santidad es descubrir quién soy...
“Es cierto decir que para mí la santidad consiste en ser yo mismo y para ti la santidad consiste en ser tú mismo y que, en último término, tu santidad nunca será la mía, y la mía nunca será la tuya, salvo en el comunismo de la caridad y la gracia. Para mí ser santo significa ser yo mismo. Por lo tanto el problema de la santidad y la salvación es en realidad el problema de descubrir quién soy yo y de encontrar mi yo verdadero… Dios nos deja en libertad de ser lo que nos parezca. Podemos ser nosotros mismos o no, según nos plazca. Pero el problema es este: puesto que Dios solo posee el secreto de mi identidad, únicamente él puede hacerme quien soy o, mejor, únicamente Él puede hacerme quien yo querré ser cuando por fin empiece plenamente a ser. Las semillas plantadas en mi libertad en cada momento, por la voluntad de Dios son las semillas de mi propia identidad, mi propia realidad, mi propia felicidad, mi propia santidad” (Semillas de contemplación).
LA DANZA GENERAL.
Thomas Merton.
ORACIÓN DE CONFIANZA...
“Señor Dios mío, no tengo idea de hacia dónde voy. No conozco el camino que hay ante mí. No tengo seguridad de dónde termina. No me conozco realmente, y el hecho de que piense que cumplo tu voluntad, no significa que realmente lo haga. Pero creo que el deseo de agradarte te agrada realmente. Y espero tener este deseo en todo lo que estoy haciendo. Espero no hacer nunca nada aparte de tal deseo. Y sé que si hago esto, tú me llevarás por el camino recto, aunque yo no lo conozca. Por lo tanto, siempre confiaré en ti aunque parezca perdido y a la sombra de la muerte. No temeré, pues tú estás siempre conmigo y no me dejarás que haga frente solo a mis peligros
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2 comentarios:
La confianza y la amistad no tienen cabida en el corazón lleno de miedo y de orgullo, solo la humildad hace del enemigo un amigo, y de los buenos.
Hay un dicho popular muy expresivo: “Vemos la paja en el ojo ajeno, pero no vemos la viga en el nuestro”. O, lo que es lo mismo, es más fácil condenar que hacerse responsable. Sería bueno para nuestro mundo que nos moviésemos en una dinámica de servicios, no de juicios. Porque sobran juicios y faltan abrazos, sobran calificaciones y faltan manos, sobran “recetas” y faltan “cocineros”. Como dice un poema de Miguel Hernández: “La cantidad de mundos que con los ojos abres, que cierras con los brazos. La cantidad de mundos que con los ojos cierras, que con los brazos abres”.
Tal vez sea que, como dice Neruda, ponemos demasiados nombres:
“Se enreda el lunes con el martes y la semana con el año:
no se puede cortar el tiempo con tus tijeras fatigadas,
y todos los nombres del día los borra el agua de la noche.
Nadie puede llamarse Pedro, ninguna es Rosa ni María,
todos somos polvo o arena, todos somos lluvia en la lluvia.
Me han hablado de Venezuelas, de Paraguayes y de Chiles,
no sé de lo que están hablando:
conozco la piel de la tierra y sé que no tiene apellido.
Cuando viví con las raíces me gustaron más que las flores,
y cuando hablé con una piedra sonaba como una campana.
Es tan larga la primavera que dura todo el invierno:
el tiempo perdió los zapatos: un año tiene cuatro siglos.
Cuando duermo todas las noches, ¿cómo me llamo o no me llamo?
¿Y cuando me despierto quién soy si no era yo cuando dormía?
Esto quiere decir que apenas desembarcamos en la vida,
que venimos recién naciendo, que no nos llenemos la boca
con tantos nombres inseguros, con tantas etiquetas tristes,
con tantas letras rimbombantes, con tanto tuyo y tanto mío,
con tanta firma en los papeles.
Yo pienso confundir las cosas, unirlas y recién nacerlas
entreverarlas, desvestirlas, hasta que la luz del mundo
tenga la unidad del océano, una integridad generosa,
una fragancia crepitante...”
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