Y aunque mi padre vino del otro lado de la Tierra, allende muchos océanos, todas las imágenes de Christchurch, Nueva Zelanda, donde nació, recuerdan los suburbios de Londres, acaso un poco más limpios. Hay más luz en Nueva Zelanda y creo que la gente está más sana.
Mi padre se llamaba Owen Merton. Owen porque la familia de su madre había vivido durante una o dos generaciones en Gales, aunque creo que eran originarios de las Tierras Bajas escocesas. Y el padre de mi padre fue profesor de música, un hombre piadoso que enseñaba en Christ´s College, Christchurch, en la Isla del Sur.
Mi padre poseía mucha energía y era muy independiente. Me contaba cómo era la vida en la tierra de las colinas y en las montañas de la Isla del Sur, en las haciendas de ovejas y en los bosques en donde había estado; y una vez, en que una de las expediciones antárticas pasó por allí, mi padre estuvo a punto de unirse a ella para ir al Polo Sur Habría perecido helado con todos los demás, pues de aquella expedición nadie regresó.
Quiso estudiar arte, pero encontró muchas dificultades en s camino y no le fue fácil convencer a los suyos de que ésa era su verdadera vocación. Pero al fin marchó a Londres y luego a París; en París conoció a mi madre, se casó con ella, y nunca más volvió a Nueva Zelanda”.
(Thomas Merton, “La montaña de los siete círculos”, páginas 11-12, Edhasa 2008)
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