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miércoles, 20 de mayo de 2020

VOCACIÓN MONÁSTICA DE THOMAS MERTON

Según el Diccionario de Thomas Merton, en su voz: Monacato, al considerar la respuesta de Merton a su vocación monástica, es útil pensar en cuatro fases o etapas. Intento resumirlas aquí:

La primera, abarca desde su ingreso en la abadía de Gethsemani (diciembre de 1941), hasta finales de la década de los cuarenta, cuando emite sus votos solemnes (marzo de 1947), publica su autobiografía (octubre de 1948) y es ordenado sacerdote (mayo de 1949). Característico de este período es su deseo de recuperar lo que considera el carácter auténticamente contemplativo del Císter. Estudia en profundidad la tradición monástica de la Iglesia, y de los padres fundadores del Císter, en especial San Bernardo, y escribe varios libros sobre el tema. Merton es crítico en sus escritos, en especial en sus diarios, con la vida ajetreada del monasterio, que le parece poco propicia para formar verdaderos contemplativos. 

La segunda fase va desde el final de los años 40 hasta más o menos el final de 1957. Durante este tiempo Merton vive su vocación con cierto desasosiego, haciendo intentos de pasar a una orden más solitaria (cartujos o camaldulenses), a la vez que se implica en la formación a los monjes jóvenes, ya sea como profesor, maestro de estudiantes o de novicios. Publica El signo de Jonás y La vida silenciosa, entre otros libros.

La tercera fase abarca entre principios de 1958 hasta agosto de 1965, fundamentalmente su etapa como maestro de novicios, pero también de apertura al mundo, en cuestiones sociales y políticas, simbolizadas en la famosa "epifanía de Louisville" (marzo 1958). La tentación de este período no es entrar en una orden ya existente, sino formar parte de un proyecto de vida eremítica menos estructurada (su correspondencia con Ernesto Cardenal). Está interesado en la renovación monástica y en general de la vida religiosa en la Iglesia, estimulado por la celebración del Concilio Vaticano II

La cuarta y última fase de su vida monástica transcurre en la ermita, entre agosto de 1965 hasta su salida para Asia, en el otoño de 1968. Durante este período su principal tentación fue abandonar por completo la vida monástica por el amor a una enfermera que conoció en la primavera de 1966, pero ya en el otoño de ese mismo año había renovado su compromiso de seguir siendo un ermitaño cisterciense. hasta que la salud o la muerte lo permitieran. Sus escritos del período continúan destacando la relación del monacato con la Iglesia en su conjunto y con el mundo entero

(Diccionario de Thomas Merton
páginas 348-351)

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Ser parte de todo...

¡Oh Dios! Somos uno contigo. Tú nos has hecho uno contigo. Tú nos has enseñado que si permanecemos abiertos unos a otros Tú moras en nosotros. Ayúdanos a mantener esta apertura y a luchar por ella con todo nuestro corazón. Ayúdanos a comprender que no puede haber entendimiento mutuo si hay rechazo. ¡Oh Dios! Aceptándonos unos a otros de todo corazón, plenamente, totalmente, te aceptamos a Ti y te damos gracias, te adoramos y te amamos con todo nuestro ser, nuestro espíritu está enraizado en tu Espíritu. Llénanos, pues, de amor y únenos en el amor conforme seguimos nuestros propios caminos, unidos en este único Espíritu que te hace presente en el mundo, y que te hace testigo de la suprema realidad que es el amor. El amor vence siempre. El amor es victorioso. AMÉN.
-Thomas Merton-

Santidad es descubrir quién soy...

“Es cierto decir que para mí la santidad consiste en ser yo mismo y para ti la santidad consiste en ser tú mismo y que, en último término, tu santidad nunca será la mía, y la mía nunca será la tuya, salvo en el comunismo de la caridad y la gracia. Para mí ser santo significa ser yo mismo. Por lo tanto el problema de la santidad y la salvación es en realidad el problema de descubrir quién soy yo y de encontrar mi yo verdadero… Dios nos deja en libertad de ser lo que nos parezca. Podemos ser nosotros mismos o no, según nos plazca. Pero el problema es este: puesto que Dios solo posee el secreto de mi identidad, únicamente él puede hacerme quien soy o, mejor, únicamente Él puede hacerme quien yo querré ser cuando por fin empiece plenamente a ser. Las semillas plantadas en mi libertad en cada momento, por la voluntad de Dios son las semillas de mi propia identidad, mi propia realidad, mi propia felicidad, mi propia santidad” (Semillas de contemplación).

LA DANZA GENERAL.

"Lo que es serio para los hombres a menudo no tiene importancia a los ojos de Dios.Lo que en Dios puede parecernos un juego es quizás lo que El toma más seriamente.Dios juega en el jardin de la creación, y, si dejamos de lado nuestras obsesionessobre lo que consideramos el significado de todo, podemos escuchar el llamado de Diosy seguirlo en su misteriosa Danza Cósmica.No tenemos que ir muy lejos para escuchar los ecos de esa danza.Cuando estamos solos en una noche estrellada; cuando por casualidad vemos a los pajaros que en otoño bajan sobre un bosque de nísperos para descansar y comer; cuando vemos a los niños en el momento en que son realmente niños; cuando conocemos al amor en nuestros corazones; o cuando, como el poeta japonés Basho, oímos a una vieja ranachapotear en una solitaria laguna; en esas ocasiones, el despertar, la inversiónde todos los valores, la "novedad", el vacío y la pureza de visión que los hace tan evidentes nos dan un eco de la danza cosmica.Porque el mundo y el tiempo son la danza del Señor en el vacío. El silencio de las esferas es la música de un festín de bodas. Mientras más insistimos en entender mal los fenómenos de la vida, más nos envolvemos en tristeza, absurdo y desesperación. Pero eso no importa, porque ninguna desesperación nuestra puede alterar la realidad de las cosas, o manchar la alegría de la danza cósmica que está siempre allí. Es más, estamos en medio de ella, y ella está en medio de nosotros, latiendo en nuestra propia sangre, lo queramos o no".
Thomas Merton.

ORACIÓN DE CONFIANZA...

“Señor Dios mío, no tengo idea de hacia dónde voy. No conozco el camino que hay ante mí. No tengo seguridad de dónde termina. No me conozco realmente, y el hecho de que piense que cumplo tu voluntad, no significa que realmente lo haga. Pero creo que el deseo de agradarte te agrada realmente. Y espero tener este deseo en todo lo que estoy haciendo. Espero no hacer nunca nada aparte de tal deseo. Y sé que si hago esto, tú me llevarás por el camino recto, aunque yo no lo conozca. Por lo tanto, siempre confiaré en ti aunque parezca perdido y a la sombra de la muerte. No temeré, pues tú estás siempre conmigo y no me dejarás que haga frente solo a mis peligros

Para intercambiar comentarios sobre Thomas Merton y otros maestros contemporaneos del espíritu.