Las cenizas de este miércoles no son meramente un signo de muerte, sino una promesa de vida para los que hacen penitencia. Y sin embargo, las cenizas son claramente una invitación a la penitencia, al ayuno y a la compunción.
De ahí el carácter aparentemente paradójico de la liturgia del Miércoles de Ceniza. El evangelio nos invita a evitar los signos exteriores de dolor, y cuando ayunemos, a perfumarnos la cabeza y lavarnos la cara. Pero recibimos un unto de ceniza en la cabeza. Debe haber dolor en este día de alegría. Es un día en que el dolor y la alegría van de la mano: pues tal es el significado de la compunción, una tristeza que traspasa, que libera, que da esperanza y por tanto alegría.
Sólo el desgarro interior, la ruptura del corazón, produce esa alegría. Deja salir nuestros pecados, y deja entrar el limpio aire de la primavera de Dios, la luz del sol de los días que avanzan hacia Pascua”.
Thomas Merton. Tiempos de Celebración, 119-122.
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