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jueves, 29 de marzo de 2012

MUERTE Y FECUNDIDAD (Nouwen) 2

“Henri Nouwen decía a menudo que Dios nos llama a ser fecundos, no productivos. Ser productivo es realizar muchas cosas con el propio esfuerzo y, naturalmente, la productividad tiene un lugar y un sentido. Pero ser fecundo es recibir y, después, pasar a la presencia de Dio, a la misericordia y el amor infinitos de Dios. Cuando somos fecundos, nos sentimos agradecidos y somos felices de una forma que no depende de nuestros éxitos o fracasos, de nuestros cambios de humor. No se trata de que pensemos que somos fecundos; simplemente, lo somos. La gente que nos rodea es curada en nuevas dimensiones de vitalidad y creatividad. En los últimos años, Henri estaba preparando conscientemente el terreno de su vida, de forma que su muerte pudiera dar fruto.
Quizá sea verdad la broma amistosa según la cual Henri escribió el mismo libro una y otra vez. Desde el primer momento de su ministerio en América, nos pidió que confiáramos en la guía de Jesús a propósito de la muerte. Desde el principio nos aconsejó que viéramos el morir como un proceso continuo, no como una interrupción súbita, sino como una dimensión dinámica de la vida en cada momento. La llegada del sufrimiento y la muerte no debería sorprendernos. En un momento muy temprano de su ministerio en suelo estadounidense, en 1968, Henri predicó en un funeral una homilía titulada “Sobre la partida”:

“Las palabras de despedida de Jesús son hoy una invitación a entender la vida como una partida constante de lo familiar a lo real, un sentido creciente de libertad e independencia… un morir constante al pasado en el que la partida final es una independencia final. La vida es una escuela en la que se nos enseña a partir. Si esto es cierto, la muerte ya no es un destino cruel que arruina todos los esfuerzos… sino una señal que nos invita a una comprensión más profunda. Podemos amar, no a pesar de la muerte, sino por causa de ella. No podemos amar cosas inmortales. Sólo lo irremplazable, único y mortal puede tocar profundamente nuestra sensibilidad humana y ser una fuente de esperanza y consuelo. Dios se hizo nuestro Salvador porque su mortalidad no era fatal, sino camino hacia la esperanza”.

Henri quería que todos supieran que cuando afirmamos plenamente quiénes somos, nuestro vivir y nuestro morir, Dios da fruto en nosotros. En lugar de preocuparnos por lo que debemos hacer, deberíamos dirigirnos a Dios en la oración. El Espíritu de Dios nos guiará, y después seguirá el hacer más fecundo. La fecundidad pertenece a Dios, no a nosotros”.


Tomado de: “El fuego en el amado”, Introducción a ESCRITOS ESENCIALES de Henri Nouwen, escrito por Robert A. Jonas (Sal Terrae, 1999)

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Ser parte de todo...

¡Oh Dios! Somos uno contigo. Tú nos has hecho uno contigo. Tú nos has enseñado que si permanecemos abiertos unos a otros Tú moras en nosotros. Ayúdanos a mantener esta apertura y a luchar por ella con todo nuestro corazón. Ayúdanos a comprender que no puede haber entendimiento mutuo si hay rechazo. ¡Oh Dios! Aceptándonos unos a otros de todo corazón, plenamente, totalmente, te aceptamos a Ti y te damos gracias, te adoramos y te amamos con todo nuestro ser, nuestro espíritu está enraizado en tu Espíritu. Llénanos, pues, de amor y únenos en el amor conforme seguimos nuestros propios caminos, unidos en este único Espíritu que te hace presente en el mundo, y que te hace testigo de la suprema realidad que es el amor. El amor vence siempre. El amor es victorioso. AMÉN.
-Thomas Merton-

Santidad es descubrir quién soy...

“Es cierto decir que para mí la santidad consiste en ser yo mismo y para ti la santidad consiste en ser tú mismo y que, en último término, tu santidad nunca será la mía, y la mía nunca será la tuya, salvo en el comunismo de la caridad y la gracia. Para mí ser santo significa ser yo mismo. Por lo tanto el problema de la santidad y la salvación es en realidad el problema de descubrir quién soy yo y de encontrar mi yo verdadero… Dios nos deja en libertad de ser lo que nos parezca. Podemos ser nosotros mismos o no, según nos plazca. Pero el problema es este: puesto que Dios solo posee el secreto de mi identidad, únicamente él puede hacerme quien soy o, mejor, únicamente Él puede hacerme quien yo querré ser cuando por fin empiece plenamente a ser. Las semillas plantadas en mi libertad en cada momento, por la voluntad de Dios son las semillas de mi propia identidad, mi propia realidad, mi propia felicidad, mi propia santidad” (Semillas de contemplación).

LA DANZA GENERAL.

"Lo que es serio para los hombres a menudo no tiene importancia a los ojos de Dios.Lo que en Dios puede parecernos un juego es quizás lo que El toma más seriamente.Dios juega en el jardin de la creación, y, si dejamos de lado nuestras obsesionessobre lo que consideramos el significado de todo, podemos escuchar el llamado de Diosy seguirlo en su misteriosa Danza Cósmica.No tenemos que ir muy lejos para escuchar los ecos de esa danza.Cuando estamos solos en una noche estrellada; cuando por casualidad vemos a los pajaros que en otoño bajan sobre un bosque de nísperos para descansar y comer; cuando vemos a los niños en el momento en que son realmente niños; cuando conocemos al amor en nuestros corazones; o cuando, como el poeta japonés Basho, oímos a una vieja ranachapotear en una solitaria laguna; en esas ocasiones, el despertar, la inversiónde todos los valores, la "novedad", el vacío y la pureza de visión que los hace tan evidentes nos dan un eco de la danza cosmica.Porque el mundo y el tiempo son la danza del Señor en el vacío. El silencio de las esferas es la música de un festín de bodas. Mientras más insistimos en entender mal los fenómenos de la vida, más nos envolvemos en tristeza, absurdo y desesperación. Pero eso no importa, porque ninguna desesperación nuestra puede alterar la realidad de las cosas, o manchar la alegría de la danza cósmica que está siempre allí. Es más, estamos en medio de ella, y ella está en medio de nosotros, latiendo en nuestra propia sangre, lo queramos o no".
Thomas Merton.

ORACIÓN DE CONFIANZA...

“Señor Dios mío, no tengo idea de hacia dónde voy. No conozco el camino que hay ante mí. No tengo seguridad de dónde termina. No me conozco realmente, y el hecho de que piense que cumplo tu voluntad, no significa que realmente lo haga. Pero creo que el deseo de agradarte te agrada realmente. Y espero tener este deseo en todo lo que estoy haciendo. Espero no hacer nunca nada aparte de tal deseo. Y sé que si hago esto, tú me llevarás por el camino recto, aunque yo no lo conozca. Por lo tanto, siempre confiaré en ti aunque parezca perdido y a la sombra de la muerte. No temeré, pues tú estás siempre conmigo y no me dejarás que haga frente solo a mis peligros

Para intercambiar comentarios sobre Thomas Merton y otros maestros contemporaneos del espíritu.