“¿Son importantes los monjes, los hippies, los poetas? No, somos deliberadamente irrelevantes. Vivimos con una irrelevancia arraigada, propia de todo ser humano. El hombre marginal acepta la irrelevancia básica de la condición humana, una irrelevancia que se manifiesta sobre todo por el hecho de la muerte. La persona marginal, el monje, la persona desplazada, el condenado, todos ellos viven en presencia de la muerte, que plantea la cuestión fundamental del significado de la vida. Todos luchan dentro de sí mismos con el hecho de la muerte, intentando descubrir algo más profundo que la muerte, pues realmente lo hay, y el oficio del monje, o de la persona marginal, la persona que medita o el poeta, es ir más allá de la muerte, incluso en esta vida, ir más allá de la dicotomía de vida y muerte, y ser, además, un testigo de la vida.
Esto requiere, por supuesto, fe; y cuando se dice fe, en la terminología de esa vida monástica y marginal, entramos ya en otro problema. Fe significa duda. Fe no es supresión de dudas, es superar las dudas, y las dudas se superan atravesándolas. El hombre de fe que nunca ha experimentado dudas no es un hombre de fe. Consecuentemente, el monje es una persona que tiene que afrontar en las profundidades de su ser la presencia de las dudas y caminar a través de de lo que algunas religiones llaman la Gran Duda, para irrumpir más allá de la duda en una certeza que es muy profunda, pues no se trata de su certeza personal, sino de la certeza de Dios mismo en nosotros.
La única realidad última es Dios. Dios vive y mora en nosotros. No quedamos justificados por ninguna de nuestras propias acciones, sino que somos llamados por la voz de Dios, por la voz de ese Ser fundamental que nos invita a penetrar a través de la irrelevancia de nuestra vida –aceptando y admitiendo que nuestra vida es totalmente irrelevante- para encontrar nuestra importancia en Él. Y esta relevancia en Él no es algo que podamos adquirir o poseer. Es algo que solamente puede ser recibido como un don. Consecuentemente, la clase de vida que yo represento es una vida de apertura a la gratuidad: don de Dios y don de los otros”.
Thomas Merton: “Visión del monacato”. Charla informal pronunciada en Calcuta, octubre de 1968. (Diario de Asia, Trotta, 2000).
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