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domingo, 17 de agosto de 2008

Merton y Leclercq.



La lectura de la correspondencia entre Thomas Merton y Jean Leclercq durante estos días me ha permitido, una vez más, asomarme al mundo íntimo de quien es un maestro para mí; tanto las cartas como los diarios íntimos son una vía primaria para acceder a lo más personal de quienes los escriben, y en el caso de Merton él hizo de estos géneros una verdadera escuela de interioridad y crecimiento espiritual. El texto de que hablo no es de altos vuelos poéticos o teológicos, pero para quienes seguimos la biografía de Merton es un modo más de acceder a detalles, motivaciones e intuiciones, y seguir sintiéndole cercano, maestro de nuestras propias búsquedas espirituales. Aquí les comparto ahora algunas ideas que considero interesantes y clarificadoras:

“Merton era un poco más difícil de conocer; bastante complicado psicológicamente, lleno de preocupaciones interiores a propósito de su papel público y su vocación monástica; y aunque escribió muchísimo sobre su vida interior espiritual y manifestó sus opiniones sobre muchas cosas, era mucho más reservado para hablar…”

“”Merton y Leclercq fueron parte de un amplio movimiento y tuvieron la ventaja de tener grandes convicciones sobre cómo trasladar los ideales de estos primeros períodos del monacato a los tiempos actuales”.

Arzobispo Rembert G. Weakland.

“Lo que encuentro especialmente significativo en la correspondencia de Merton es cómo fue madurando como persona y como monje. Sin duda se debe a sus contactos con personas como Jean Leclercq el que su pensamiento se viera comprometido en cuestiones como la renovación monástica y el papel especial del monje en el mundo moderno”.

Hno Patrick Hart.


La correspondencia entre Merton y Leclercq comienza en el año 1950 y llega hasta el momento de la muerte de Merton, en Tailandia; también Leclercq participaba en la conferencia de Bangkok y fue parte importante para promover la participación de Merton en ella. Entre los temas que aparecen tratados en estas cartas podemos destacar: el mutuo intercambio de libros e información, la vida monástica, las dificultades de Merton con su propia vocación a la vida eremítica, el monasticismo en Asia y África, etc.
Mientras Merton escribía desde Getsemaní, Leclercq recorría el mundo entero dando conferencias y retiros, y mantenía a Merton al tanto de cuanto acontecía y veía a su alrededor

Para comprender algunos aspectos comunes entre ambos hombres vale la pena citar un párrafo de una carta de Leclercq a Merton del año 1950; llama mi atención lo referido al lenguaje nuevo que utilizan ambos para acceder a un nuevo lector:

“Gracias también por sus oraciones y estímulo. Se que algunos estudiosos y profesores critican mis libros porque son demasiado “humanos”, y no suficientemente, no estrictamente “científicos”, objetivos. Pero no me preocupa el tener una buena reputación como intelectual entre los intelectuales, a pesar de que yo podría hacer un perfecto trabajo de investigación, y a veces lo hago, únicamente para demostrar que sé de que van las cosas. Pero también se que muchos monjes en varias Órdenes, y son los monjes más monásticos -Camaldulenses, Cistercienses, Trapenses, Benedictinos de la más estricta observancia- encuentran mis libros muy sustanciosos, y encuentran en ellos una respuesta a sus propias aspiraciones. Doy gracias a Dios por esto. Mi único mérito, si es que hay alguno, es aceptar el no ser un mero investigador; si no, no podría inventar ideas: me limitaría únicamente a alumbrar ideas y experiencias que podrían encontrarse en viejos libros monásticos, libros que, por otra parte, nadie lee hoy día, ni siquiera en los monasterios”.

El título del libro está tomado de una frase de Merton, en la última carta del volumen:

La vocación del monje en el mundo moderno, especialmente el marxista, no es supervivencia sino profecía. Estamos demasiado ocupados tratando de salvar nuestro pellejo”.


2 comentarios:

mj dijo...

Hola
Interesante lo que has escrito de Merton.
Te he concedido un premio al compromiso y algo más. Me agradaría mucho si lo recoges. Ya sé que no te gustan mucho, pero.......
Un abrazo
MJ

Anónimo dijo...

Un escritor que leí recien habla de que todos somos monjes en alguna medida, que los seres humanos tenemos una dimensión particular que en laza con la vida monástica aunque vivamos en el mundo. De ahí que ha pesar de no vivir en un monasterio la experiencia de hombres como Merton nos resulte cercana y reveladora. Estoy aprovechando mucho estas entradas y espero encuentre siempre un tiempo para compartirnos lo que lee.

Ser parte de todo...

¡Oh Dios! Somos uno contigo. Tú nos has hecho uno contigo. Tú nos has enseñado que si permanecemos abiertos unos a otros Tú moras en nosotros. Ayúdanos a mantener esta apertura y a luchar por ella con todo nuestro corazón. Ayúdanos a comprender que no puede haber entendimiento mutuo si hay rechazo. ¡Oh Dios! Aceptándonos unos a otros de todo corazón, plenamente, totalmente, te aceptamos a Ti y te damos gracias, te adoramos y te amamos con todo nuestro ser, nuestro espíritu está enraizado en tu Espíritu. Llénanos, pues, de amor y únenos en el amor conforme seguimos nuestros propios caminos, unidos en este único Espíritu que te hace presente en el mundo, y que te hace testigo de la suprema realidad que es el amor. El amor vence siempre. El amor es victorioso. AMÉN.
-Thomas Merton-

Santidad es descubrir quién soy...

“Es cierto decir que para mí la santidad consiste en ser yo mismo y para ti la santidad consiste en ser tú mismo y que, en último término, tu santidad nunca será la mía, y la mía nunca será la tuya, salvo en el comunismo de la caridad y la gracia. Para mí ser santo significa ser yo mismo. Por lo tanto el problema de la santidad y la salvación es en realidad el problema de descubrir quién soy yo y de encontrar mi yo verdadero… Dios nos deja en libertad de ser lo que nos parezca. Podemos ser nosotros mismos o no, según nos plazca. Pero el problema es este: puesto que Dios solo posee el secreto de mi identidad, únicamente él puede hacerme quien soy o, mejor, únicamente Él puede hacerme quien yo querré ser cuando por fin empiece plenamente a ser. Las semillas plantadas en mi libertad en cada momento, por la voluntad de Dios son las semillas de mi propia identidad, mi propia realidad, mi propia felicidad, mi propia santidad” (Semillas de contemplación).

LA DANZA GENERAL.

"Lo que es serio para los hombres a menudo no tiene importancia a los ojos de Dios.Lo que en Dios puede parecernos un juego es quizás lo que El toma más seriamente.Dios juega en el jardin de la creación, y, si dejamos de lado nuestras obsesionessobre lo que consideramos el significado de todo, podemos escuchar el llamado de Diosy seguirlo en su misteriosa Danza Cósmica.No tenemos que ir muy lejos para escuchar los ecos de esa danza.Cuando estamos solos en una noche estrellada; cuando por casualidad vemos a los pajaros que en otoño bajan sobre un bosque de nísperos para descansar y comer; cuando vemos a los niños en el momento en que son realmente niños; cuando conocemos al amor en nuestros corazones; o cuando, como el poeta japonés Basho, oímos a una vieja ranachapotear en una solitaria laguna; en esas ocasiones, el despertar, la inversiónde todos los valores, la "novedad", el vacío y la pureza de visión que los hace tan evidentes nos dan un eco de la danza cosmica.Porque el mundo y el tiempo son la danza del Señor en el vacío. El silencio de las esferas es la música de un festín de bodas. Mientras más insistimos en entender mal los fenómenos de la vida, más nos envolvemos en tristeza, absurdo y desesperación. Pero eso no importa, porque ninguna desesperación nuestra puede alterar la realidad de las cosas, o manchar la alegría de la danza cósmica que está siempre allí. Es más, estamos en medio de ella, y ella está en medio de nosotros, latiendo en nuestra propia sangre, lo queramos o no".
Thomas Merton.

ORACIÓN DE CONFIANZA...

“Señor Dios mío, no tengo idea de hacia dónde voy. No conozco el camino que hay ante mí. No tengo seguridad de dónde termina. No me conozco realmente, y el hecho de que piense que cumplo tu voluntad, no significa que realmente lo haga. Pero creo que el deseo de agradarte te agrada realmente. Y espero tener este deseo en todo lo que estoy haciendo. Espero no hacer nunca nada aparte de tal deseo. Y sé que si hago esto, tú me llevarás por el camino recto, aunque yo no lo conozca. Por lo tanto, siempre confiaré en ti aunque parezca perdido y a la sombra de la muerte. No temeré, pues tú estás siempre conmigo y no me dejarás que haga frente solo a mis peligros

Para intercambiar comentarios sobre Thomas Merton y otros maestros contemporaneos del espíritu.