LA IGLESIA
"Cada día estoy más convencido de que es una obligación tanto religiosa como civil estar descontento ante las respuestas prefabricadas, sin que importe de donde provengan".
(Carta a Czeslaw Milosz, 1959)
"La Iglesia es, afortunadamente, un misterio que está fuera del alcance de la burocracia, aunque a veces nos tiente el poner eso en duda".
(Carta a Czeslaw Milosz, 1962)
"No puede usted decir nada sobre la Iglesia que pueda perturbarme. Si permanezco en la Iglesia es a partir de un amor desilucionado y del darme cuenta de que no podría ser feliz afuera, aunque no tengo garantías de ser feliz adentro tampoco. En efecto, mi felicidad no depende de alguna institución o cualquier establecimiento. En cuanto a usted, forma parte de mi Iglesia de amigos que de muchas maneras es más importante para mí que la institución".
(Carta a Czeslaw Milosz, 1968).
THOMAS MERTON
Ser parte de todo...
¡Oh Dios! Somos uno contigo. Tú nos has hecho uno contigo. Tú nos has enseñado que si permanecemos abiertos unos a otros Tú moras en nosotros. Ayúdanos a mantener esta apertura y a luchar por ella con todo nuestro corazón. Ayúdanos a comprender que no puede haber entendimiento mutuo si hay rechazo. ¡Oh Dios! Aceptándonos unos a otros de todo corazón, plenamente, totalmente, te aceptamos a Ti y te damos gracias, te adoramos y te amamos con todo nuestro ser, nuestro espíritu está enraizado en tu Espíritu. Llénanos, pues, de amor y únenos en el amor conforme seguimos nuestros propios caminos, unidos en este único Espíritu que te hace presente en el mundo, y que te hace testigo de la suprema realidad que es el amor. El amor vence siempre. El amor es victorioso. AMÉN.
-Thomas Merton-
Santidad es descubrir quién soy...
“Es cierto decir que para mí la santidad consiste en ser yo mismo y para ti la santidad consiste en ser tú mismo y que, en último término, tu santidad nunca será la mía, y la mía nunca será la tuya, salvo en el comunismo de la caridad y la gracia. Para mí ser santo significa ser yo mismo. Por lo tanto el problema de la santidad y la salvación es en realidad el problema de descubrir quién soy yo y de encontrar mi yo verdadero… Dios nos deja en libertad de ser lo que nos parezca. Podemos ser nosotros mismos o no, según nos plazca. Pero el problema es este: puesto que Dios solo posee el secreto de mi identidad, únicamente él puede hacerme quien soy o, mejor, únicamente Él puede hacerme quien yo querré ser cuando por fin empiece plenamente a ser. Las semillas plantadas en mi libertad en cada momento, por la voluntad de Dios son las semillas de mi propia identidad, mi propia realidad, mi propia felicidad, mi propia santidad” (Semillas de contemplación).
LA DANZA GENERAL.
"Lo que es serio para los hombres a menudo no tiene importancia a los ojos de Dios.Lo que en Dios puede parecernos un juego es quizás lo que El toma más seriamente.Dios juega en el jardin de la creación, y, si dejamos de lado nuestras obsesionessobre lo que consideramos el significado de todo, podemos escuchar el llamado de Diosy seguirlo en su misteriosa Danza Cósmica.No tenemos que ir muy lejos para escuchar los ecos de esa danza.Cuando estamos solos en una noche estrellada; cuando por casualidad vemos a los pajaros que en otoño bajan sobre un bosque de nísperos para descansar y comer; cuando vemos a los niños en el momento en que son realmente niños; cuando conocemos al amor en nuestros corazones; o cuando, como el poeta japonés Basho, oímos a una vieja ranachapotear en una solitaria laguna; en esas ocasiones, el despertar, la inversiónde todos los valores, la "novedad", el vacío y la pureza de visión que los hace tan evidentes nos dan un eco de la danza cosmica.Porque el mundo y el tiempo son la danza del Señor en el vacío. El silencio de las esferas es la música de un festín de bodas. Mientras más insistimos en entender mal los fenómenos de la vida, más nos envolvemos en tristeza, absurdo y desesperación. Pero eso no importa, porque ninguna desesperación nuestra puede alterar la realidad de las cosas, o manchar la alegría de la danza cósmica que está siempre allí. Es más, estamos en medio de ella, y ella está en medio de nosotros, latiendo en nuestra propia sangre, lo queramos o no".
Thomas Merton.
ORACIÓN DE CONFIANZA...
“Señor Dios mío, no tengo idea de hacia dónde voy. No conozco el camino que hay ante mí. No tengo seguridad de dónde termina. No me conozco realmente, y el hecho de que piense que cumplo tu voluntad, no significa que realmente lo haga. Pero creo que el deseo de agradarte te agrada realmente. Y espero tener este deseo en todo lo que estoy haciendo. Espero no hacer nunca nada aparte de tal deseo. Y sé que si hago esto, tú me llevarás por el camino recto, aunque yo no lo conozca. Por lo tanto, siempre confiaré en ti aunque parezca perdido y a la sombra de la muerte. No temeré, pues tú estás siempre conmigo y no me dejarás que haga frente solo a mis peligros
6 comentarios:
En esta Iglesia hay pluralidad de pensamiento. Pero se cree el Vaticano que su pensar es el único y el verdadero. Y el que no lo siga, o tenga otra forma de pensar, otros planteamientos, es un hereje, un heterodoxo. Se cree que está en posesión de la verdad. Así, en estas condiciones, no es posible construir otra Iglesia.
Mientras la Curia Romana siga mandando y gobernando, otra Iglesia es imposible.
Mientras siga vigente el actual Código de Derecho Canónico que entroniza al Papa como un Rey Absoluto, otra Iglesia es imposible.
Mientras esta institución eclesiástica siga atada y bien atada a este capitalismo perverso, otra Iglesia es imposible.
Mientras siga formando parte de las estructuras de esta globalización financiera y especulativa, otra Iglesia es imposible. No puede abrir la boca para pronunciar el mensaje de Jesús de Nazaret.
Mientras no sea capaz de reconocer los derechos humanos dentro y los exija hipócritamente fuera, otra Iglesia es imposible.
Mientras siga siendo una institución dogmática y jerarquizada, otra Iglesia es imposible.
Mientras continúe implicada en el entramado político, económico, jurídico y social del mundo de los ricos, es imposible que pueda decir una palabra al mundo de los empobrecidos.
Esta Iglesia se encuentra comprometida con el sistema que hace cada vez más pobres a los pobres, y más ricos a los ricos. Ha olvidado completamente la sentencia de Jesús que dice que «no se puede servir a dos señores, no podéis servir a Dios y al capital».t
A pesar de todo, sabemos que hay muchas comunidades de creyentes y de cristianos de a pié aquí en España, en Latinoamérica y África que están viviendo otra forma de expresar su fe. Son comunidades comprometidas con el mundo de los pobres y luchando en los pueblos empobrecidos. No vemos otro futuro.
La “otra cara de la Iglesia” será, pensamos muchos, hecha de gente libre, discípulos del hombre Jesús, que nutrimos nuestra fe en una comunidad de base que intentan seguir al Maestro por otros derroteros completamente distintos.
Son muchas las comunidades que rechazan este sistema y resisten y viven al margen de este desorden establecido. Son muchas las comunidades que trabajan por los derechos humanos. Y esto es una esperanza, sobre todo porque estimamos que esta nueva Iglesia se está formando desde abajo, desde las bases, desde las masas empobrecidas, no sólo desde las cúpulas.
Esta frase sola ya daría para una buena sesión de meditación:
"La Iglesia es, afortunadamente, un misterio que está fuera del alcance de la burocracia, aunque a veces nos tiente el poner eso en duda".
Tal y como marcha la iglesia, es un deber de conciencia cristiana denunciar los lastres con los que camina la institución vaticana, y reivindicar otra forma de estructura y funcionamiento eclesiales.
Trabajar por un proyecto de renovación eclesial basado en el compromiso con la justicia social, la igualdad entre hombres y mujeres, los valores democráticos, el ecumenismo y los derechos humanos.
Una Iglesia servidora en el mundo , replanteando las relaciones entre la Iglesia y las sociedades democráticas; una Iglesia comprometida con los pobres y los derechos humanos, que opta en la práctica por los pobres, por la justicia social, la democracia participativa, y el diálogo y colaboración con otros sectores religiosos y sociales; una Iglesia participativa y co-responsable, que aborda el tema de los ministerios como servicios a la comunidad, y que plantea la opcionalidad del celibato, la ordenación de la mujer y la elección de presbíteros y obispos.
Y una Iglesia acogedora y de iguales, que trata los derechos de la mujer en la Iglesia, la aceptación de los gays y lesbianas como miembros de la comunidad eclesial y los nuevos tipos de familia y convivencia de pareja.
Para ello es necesaria la realización de un nuevo proceso conciliar con la participación activa del pueblo de Dios.
Si la iglesia, estructura institucional reglamentada, no da un giro importante y cambia, el horizonte es totalmente previsible y negro. La crisis ya es crónica, y la salud eclesiástica ya ha agotado su capacidad inmunitaria.
El ser humano de hoy reclama, necesita, reivindica otra Iglesia: organizada como en los primeros tiempos, en comunidades diversas y autónomas, solidarias y serviciales, alegres y testificadoras, inclusivas y llenas de esperanza, comprometida con la dignidad humana y los derechos humanos y civiles de todas las personas, en todos los lugares, “porque Dios no hace diferencia entre las personas” (Hechos 10,34).
Una iglesia que refleje la gran utopía, el Reino de Dios, en su estructura, organización y funcionamiento. Una iglesia sin elegidos, sin categorías piramidales, democrática, que no vulnere el derecho fundamental de la igualdad de sexos, liberada de ideología, de poder y riqueza. Una iglesia actuante del mensaje de Jesús. Una iglesia practicante del Evangelio, y no guardiana de unos cánones que aseguran sus privilegios. Una iglesia que no necesite, para mantener su poder y sus riquezas, ordenar funcionarios adoctrinados en una estricta ortodoxia, mientras residen tras unos muros que los apartan de la realidad y de la vida. Los ministerios, tal y como ahora están establecidos, ni se sostienen en razón de la evolución de la historia, ni responden al Evangelio.
Si Merton escribe sus críticas y expresa su escepticismo en el momento esperanzador del Concilio V. II....¿Qué diría ahora, con la marcha hacia atrás capitaneada por Ratzinger y toda su corte cardenalicia? Por no hablar de todos los movimientos ultra conservadores e integristas que han surgido...
Hace algunos años, el teólogo español José María Castillo ofreció una serie de conferencias con el tema «Iglesia y Democracia». En una de las exposiciones se explayó por más de media hora en tratar de explicar los rumbos que ha tomado la administración del poder dentro de la iglesia.
No es un tema menor. La organización de la estructura de la Iglesia es un tema fundamental para entender cómo funcionan muchos asuntos que podrían ser de otra manera. La estructura eclesiástica ha variado a lo largo de la historia. Este tema, hoy más que nunca un tema incómodo ante la pujanza del llamado «pensamiento único» dentro de la iglesia, es un asunto del que no sólo podemos hablar sino que, en mi opinión, tenemos que hablar, porque de ello depende que podamos cambiar la percepción, cada vez más extendida, de que la iglesia institución aparece en nuestros días como sustancialmente infiel al mensaje de Jesús.
Recordando los principales hitos de la charla de Castillo, hay que distinguir al menos tres períodos organizativos previos al Vaticano II: la etapa democrática de las primeras comunidades, los tres primeros siglos. Después sigue un régimen sinodal (ss. IV-X). Por ultimo un régimen dictatorial, en el cual nos mantenemos. Con un incompleto intento reformador de un Concilio Vaticano II al que se le cortaron las alas.
El Código de Derecho Canónico, renovado después del Concilio en tiempos del Papa Juan Pablo II, sigue manteniendo una estructura de poder centrada de forma plena y absoluta en un solo hombre. El texto del más importante cuerpo legislativo de la iglesia católica sigue afirmando que el Papa «tiene una potestad plena (legislativa, judicial y punitiva) inmediata y universal», que además «puede ejercerla siempre libremente» y ante la que la que «no cabe apelación ni recurso alguno», cuyas decisiones «no pueden ser juzgadas por nadie», sin que «haya autoridad alguna a la que tenga que someterse, ni ante la cual tenga que dar cuenta»…
Pienso que en la Iglesia habrá más libertad, no en la medida en la que los que la dirigen y gobiernan nos vayan concediendo parcelas de decisión en asuntos concretos, sino en cuanto los cristianos seamos capaces de vivir en la libertad de las hijas e hijos de Dios y obrar en consecuencia. No hemos entendido lo más nuclear del Concilio (y menos del evangelio) cuando aceptamos sin más que los que entienden y saben de Dios y los que tienen capacidad de tomar decisiones en cuestiones de iglesia son solamente los Obispos y los sacerdotes, y que los laicos y laicas lo que tienen que hacer es aprender, aceptar, obedecer y cumplir.
En la iglesia todo poder que no sirve para asegurar el respeto a las personas, los derechos humanos de las personas, la dignidad de cualquier persona, no es un poder que emane del evangelio. En el tema del poder, ha de haber en la iglesia un principio incuestionable: ninguna autoridad tiene poder ni autoridad para mandar cosa alguna que esté en contra del mensaje de Jesús. Nadie tiene en la iglesia poder ni autoridad para mandar o disponer nada que esté en contra del Evangelio.
Cuando los grandes ideales, las grandes palabras, los grandes relatos y las utopías se hunden, arrasados por el huracán de la globalización y por la postmodernidad, se hace más apremiante que nunca la presencia, en la sociedad y en la Iglesia, de personas que digan algo distinto, radicalmente distinto, de las consignas que nos dicta a todas horas el «pensamiento único», esa forma de ver la vida que lo ha reducido todo a mercancía, bienestar y satisfacción plena, sin otro horizonte que la garantía de estar siempre como estamos, con tal de no salirse de lo establecido, resignadamente acomodados al sistema que se nos ha impuesto.
"En la iglesia todo poder que no sirve para asegurar el respeto a las personas, los derechos humanos de las personas, la dignidad de cualquier persona, no es un poder que emane del evangelio".
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