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lunes, 31 de marzo de 2014

UN MONJE COMPASIVO Y PARADÓJICO... 2

En junio de 1951 Merton fue designado para un nuevo puesto en la comunidad. Había unos treinta monjes jóvenes preparándose para el sacerdocio, y por eso se creó el cargo de maestro de estudiantes, cargo que ocupó Merton. Él afrontó este nuevo oficio sintiéndose como un pato en el agua. Había buscado un sentimiento de familia ya desde la muerte de su madre, cuando tenía él seis años, y desde la muerte de su padre, cuando tenía quince años. Quizá lo echaba de menos incluso antes, cuando habla del severo espíritu de su madre, y cuando tras la muerte de ésta su padre lo retuvo con él por temporadas y otras lo envió con sus abuelos de Nueva York. Su padre estaba más preocupado por su profesión artística y también por su relación sentimental con Evelyn Scout. Merton expresa sus sentimientos: “sin familia, sin patria, sin padre…sin Dios, sin cielo, sin gracia.”

Muchas de sus travesuras mientras estaba en la escuela, bien en Francia o Inglaterra o Nueva York, pueden ser consideradas como fútiles intentos de encontrar braceando una familia donde no la había. Incluso después de su conversión e ingreso en el monasterio, las estrictas reglas de silencio y los ideales de soledad impidieron cualquier sentimiento profundo de pertenencia. Sin embargo, en su nuevo cargo fue a la vez padre y hermano de un grupo de monjes jóvenes que miraban hacia él para su formación.

Merton describe en sus diarios su reacción ante el nuevo encargo recibido: Ahora que soy un director espiritual tengo que vivir más allá de mis propios límites en las almas de quienes Dios ha puesto bajo mi cuidado.” Así, pues, esta nueva postura tuvo su influencia en Merton y su desarrollo. Después de unos cuantos meses, escribía: “Hace seis meses que soy maestro de estudiantes; he contemplado sus corazones y he tomado sus cargas sobre mí… No sé si ellos han descubierto algo nuevo, o sin son capaces de amar más a Dios, o si le he ayudado en alguna manera a encontrarse a sí mismos, lo que quiere decir a perderse a sí mismos; pero sí sé lo que he descubierto: el tipo de trabajo, al que una vez tuve miedo porque yo pensaba que podría interferir con la “‘soledad”, es, de hecho, el único camino hacia la soledad.”

Más adelante decía: “¿Cuál es mi desierto? Su nombre es compasión... No existen fronteras que controlen a los moradores de esta soledad en la cual yo vivo solo… perteneciendo a todos y a nadie… porque Dios está conmigo y se asienta en las ruinas de mi corazón, predicando el evangelio a los pobres… ¿Supones que yo tengo una vida espiritual? No, no la tengo. Yo soy indigencia, soy silencio, soy pobreza, soy soledad, porque he renunciado a la espiritualidad para encontrar a Dios y es Él quien predica en voz alta en lo profundo de mi indigencia… Compasión. Te tomo por mi Señora. De la misma manera que Francisco desposó a la Pobreza, yo te desposo a ti, Reina de los eremitas y Madre de los pobres”.

Este espíritu de compasión llenaría el corazón de Thomas Merton durante el tiempo de su permanencia en el monasterio y se manifestaría en todo lo que escribió y enseño durante esos años. Sólo después de otros seis meses Merton compuso la bellísima meditación que algunos han calificado como lo mejor de sus escritos:

“La voz de Dios se oye en el Paraíso: “Lo que era vil se ha vuelto precioso. Lo que ahora es precioso no fue nunca vil… Lo que era cruel se ha vuelto misericordioso. Lo que ahora es misericordioso no fue nunca cruel. Yo siempre he eclipsado a Jonás con Mi misericordia, y no conozco en absoluto la crueldad. ¿Me has visto alguna vez, Jonás, hijo mío?
 Misericordia sobre misericordia sobre misericordia. He perdonado al universo sin medida, porque nunca he conocido el pecado.
Lo que era pobre se ha vuelto infinito. Lo que es infinito no fue nunca pobre. Para mí la pobreza siempre ha sido algo infinito: no amo a los ricos…
Lo que era frágil se ha vuelto poderoso. Yo amé lo que era máximamente quebradizo. Me preocupé de lo que no era nada. Toqué lo que carecía de sustancia y, en el interior de lo que no era, yo soy”.”

Merton toca aquí los que él llama la “paradoja” de su vida. Por eso escribió:

Es en la misma paradoja, la paradoja que fue y es todavía una fuente de inseguridad, donde he llegado a encontrar la más grande seguridad. Me he convencido de que las reales contradicciones de mi vida son en cierto sentido signos de la gracia de Dios para conmigo… Paradójicamente, he encontrado paz porque siempre he estado insatisfecho. Mis momentos de depresión y desánimo se han transformado en renovaciones, nuevos comienzos. Toda vida tiende a crecer así, en el misterio envuelto en paradoja y contradicción, bien centrado, en lo más íntimo del corazón, en la divina misericordia". (Continúa...)

Thomas Merton:
Un monje compasivo, un hombre paradójico
(James Conner, ocso)

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Ser parte de todo...

¡Oh Dios! Somos uno contigo. Tú nos has hecho uno contigo. Tú nos has enseñado que si permanecemos abiertos unos a otros Tú moras en nosotros. Ayúdanos a mantener esta apertura y a luchar por ella con todo nuestro corazón. Ayúdanos a comprender que no puede haber entendimiento mutuo si hay rechazo. ¡Oh Dios! Aceptándonos unos a otros de todo corazón, plenamente, totalmente, te aceptamos a Ti y te damos gracias, te adoramos y te amamos con todo nuestro ser, nuestro espíritu está enraizado en tu Espíritu. Llénanos, pues, de amor y únenos en el amor conforme seguimos nuestros propios caminos, unidos en este único Espíritu que te hace presente en el mundo, y que te hace testigo de la suprema realidad que es el amor. El amor vence siempre. El amor es victorioso. AMÉN.
-Thomas Merton-

Santidad es descubrir quién soy...

“Es cierto decir que para mí la santidad consiste en ser yo mismo y para ti la santidad consiste en ser tú mismo y que, en último término, tu santidad nunca será la mía, y la mía nunca será la tuya, salvo en el comunismo de la caridad y la gracia. Para mí ser santo significa ser yo mismo. Por lo tanto el problema de la santidad y la salvación es en realidad el problema de descubrir quién soy yo y de encontrar mi yo verdadero… Dios nos deja en libertad de ser lo que nos parezca. Podemos ser nosotros mismos o no, según nos plazca. Pero el problema es este: puesto que Dios solo posee el secreto de mi identidad, únicamente él puede hacerme quien soy o, mejor, únicamente Él puede hacerme quien yo querré ser cuando por fin empiece plenamente a ser. Las semillas plantadas en mi libertad en cada momento, por la voluntad de Dios son las semillas de mi propia identidad, mi propia realidad, mi propia felicidad, mi propia santidad” (Semillas de contemplación).

LA DANZA GENERAL.

"Lo que es serio para los hombres a menudo no tiene importancia a los ojos de Dios.Lo que en Dios puede parecernos un juego es quizás lo que El toma más seriamente.Dios juega en el jardin de la creación, y, si dejamos de lado nuestras obsesionessobre lo que consideramos el significado de todo, podemos escuchar el llamado de Diosy seguirlo en su misteriosa Danza Cósmica.No tenemos que ir muy lejos para escuchar los ecos de esa danza.Cuando estamos solos en una noche estrellada; cuando por casualidad vemos a los pajaros que en otoño bajan sobre un bosque de nísperos para descansar y comer; cuando vemos a los niños en el momento en que son realmente niños; cuando conocemos al amor en nuestros corazones; o cuando, como el poeta japonés Basho, oímos a una vieja ranachapotear en una solitaria laguna; en esas ocasiones, el despertar, la inversiónde todos los valores, la "novedad", el vacío y la pureza de visión que los hace tan evidentes nos dan un eco de la danza cosmica.Porque el mundo y el tiempo son la danza del Señor en el vacío. El silencio de las esferas es la música de un festín de bodas. Mientras más insistimos en entender mal los fenómenos de la vida, más nos envolvemos en tristeza, absurdo y desesperación. Pero eso no importa, porque ninguna desesperación nuestra puede alterar la realidad de las cosas, o manchar la alegría de la danza cósmica que está siempre allí. Es más, estamos en medio de ella, y ella está en medio de nosotros, latiendo en nuestra propia sangre, lo queramos o no".
Thomas Merton.

ORACIÓN DE CONFIANZA...

“Señor Dios mío, no tengo idea de hacia dónde voy. No conozco el camino que hay ante mí. No tengo seguridad de dónde termina. No me conozco realmente, y el hecho de que piense que cumplo tu voluntad, no significa que realmente lo haga. Pero creo que el deseo de agradarte te agrada realmente. Y espero tener este deseo en todo lo que estoy haciendo. Espero no hacer nunca nada aparte de tal deseo. Y sé que si hago esto, tú me llevarás por el camino recto, aunque yo no lo conozca. Por lo tanto, siempre confiaré en ti aunque parezca perdido y a la sombra de la muerte. No temeré, pues tú estás siempre conmigo y no me dejarás que haga frente solo a mis peligros

Para intercambiar comentarios sobre Thomas Merton y otros maestros contemporaneos del espíritu.