Para intercambiar comentarios sobre Thomas Merton y otros maestros contemporaneos del espíritu.
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jueves, 28 de octubre de 2010
VIDA SACERDOTAL
Ser parte de todo...
-Thomas Merton-
Santidad es descubrir quién soy...
“Es cierto decir que para mí la santidad consiste en ser yo mismo y para ti la santidad consiste en ser tú mismo y que, en último término, tu santidad nunca será la mía, y la mía nunca será la tuya, salvo en el comunismo de la caridad y la gracia. Para mí ser santo significa ser yo mismo. Por lo tanto el problema de la santidad y la salvación es en realidad el problema de descubrir quién soy yo y de encontrar mi yo verdadero… Dios nos deja en libertad de ser lo que nos parezca. Podemos ser nosotros mismos o no, según nos plazca. Pero el problema es este: puesto que Dios solo posee el secreto de mi identidad, únicamente él puede hacerme quien soy o, mejor, únicamente Él puede hacerme quien yo querré ser cuando por fin empiece plenamente a ser. Las semillas plantadas en mi libertad en cada momento, por la voluntad de Dios son las semillas de mi propia identidad, mi propia realidad, mi propia felicidad, mi propia santidad” (Semillas de contemplación).
LA DANZA GENERAL.
Thomas Merton.
ORACIÓN DE CONFIANZA...
“Señor Dios mío, no tengo idea de hacia dónde voy. No conozco el camino que hay ante mí. No tengo seguridad de dónde termina. No me conozco realmente, y el hecho de que piense que cumplo tu voluntad, no significa que realmente lo haga. Pero creo que el deseo de agradarte te agrada realmente. Y espero tener este deseo en todo lo que estoy haciendo. Espero no hacer nunca nada aparte de tal deseo. Y sé que si hago esto, tú me llevarás por el camino recto, aunque yo no lo conozca. Por lo tanto, siempre confiaré en ti aunque parezca perdido y a la sombra de la muerte. No temeré, pues tú estás siempre conmigo y no me dejarás que haga frente solo a mis peligros
Para intercambiar comentarios sobre Thomas Merton y otros maestros contemporaneos del espíritu.
1 comentario:
Respecto al sacerdocio oficial católico, comparto la opinión de todos aquellos que en nuestra iglesia pensamos que es necesario y urgente llevar a cabo una transformación radical, amplia y profunda de todo lo que concierne al sacerdocio funcionarial. Respetando, por supuesto, a los que opinan lo contrario, que son, por otra parte, los únicos que, por ahora, pueden ver realizados sus puntos de vista.
Creo que la primera transformación ha de empezar por el lenguaje, porque las palabras no son neutrales, contienen una carga semántica que puede dar lugar a equivocaciones.
Creo que si queremos encontrar una guía que nos dé pistas de hacia dónde debería dirigirse el sacerdocio del presente y del futuro, el Evangelio es la respuesta. Jesús de Nazaret nos enseñó que todos y todas somos pueblo sacerdotal, en el sentido en que ejercemos la mediación gratuita entre nuestras hermanas y hermanos (sobre todo en el caso de aquellas personas más golpeadas por el dolor, la enfermedad o la injusticia) y un Padre todo bondad y todo amor. Y ese sacerdocio universal, gratuito y extensible al prójimo no puede ser, no debería ser, una casta que, además, se ha terminado convirtiendo en un club privado de hombres en el que se prohíbe la entrada a las mujeres. Todo ser humano, hombre o mujer, alberga dentro de sí la Gracia del Señor, y tendría que sentir la necesidad de hacerla extensible a toda persona que la necesite. En un mundo sediento de caridad-amor, el ministerio sacerdotal sólo se entiende, al menos desde la lectura creyente del Evangelio, como el agua viva de una Fuente que nunca se agota.
También pienso que sería conveniente clarificar que Jesús no fue sacerdote, ni se movió por los ámbitos del sacerdocio oficial de su propia religión. El Nuevo Testamento nunca califica como “sacerdocio” al ministerio cristiano. La iglesia arrastra muchos lastres adquiridos por circunstancias históricas pasadas, conveniencias sociales superadas e intereses humanos heredados y mantenidos.
El texto de Grün, Manuel, es interesante, sugiere reflexiones que dan pie a lo que he comentado. A mí también me gusta este autor, y me admira su capacidad para escribir tan prolífica lista de libros. Los fragmentos dan lugar a pensar que todos hemos nacido para ser sacerdotes, y que lo somos cuando protegemos nuestro espacio interior sagrado y velamos por el de los demás, cuando damos testimonio a través del servicio al otro, fundamentando ese servicio en el Amor; cuando bendecimos la humanidad y la vida, cuando celebramos la creación entera como sacramento de Dios. También coincido en que los ritos son un mecanismo útil para la creación y mantenimiento de una determinada atmósfera emocional o espiritual.
Gracias una vez más, Manuel, por ser ejemplo, con este espacio que administras, de que la pluralidad es posible en nuestra iglesia. Gracias por alimentar la esperanza de muchos. ¡De nuevo me entusiasmé y me extendí!
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