RELIGIÓN
"La religión de nuestro tiempo, para ser auténtica, debe ser del tipo que escapa prácticamente a toda definición religiosa. Porque hubo definiciones interminables, verbalizaciones incesantes, y las palabras se convirtieron en dioses. Abundan tantas palabras que uno no puede llegar hasta Dios mientras se piense que Él se encuentra al otro lado de las palabras".
Thomas MERTON
Ser parte de todo...
¡Oh Dios! Somos uno contigo. Tú nos has hecho uno contigo. Tú nos has enseñado que si permanecemos abiertos unos a otros Tú moras en nosotros. Ayúdanos a mantener esta apertura y a luchar por ella con todo nuestro corazón. Ayúdanos a comprender que no puede haber entendimiento mutuo si hay rechazo. ¡Oh Dios! Aceptándonos unos a otros de todo corazón, plenamente, totalmente, te aceptamos a Ti y te damos gracias, te adoramos y te amamos con todo nuestro ser, nuestro espíritu está enraizado en tu Espíritu. Llénanos, pues, de amor y únenos en el amor conforme seguimos nuestros propios caminos, unidos en este único Espíritu que te hace presente en el mundo, y que te hace testigo de la suprema realidad que es el amor. El amor vence siempre. El amor es victorioso. AMÉN.
-Thomas Merton-
Santidad es descubrir quién soy...
“Es cierto decir que para mí la santidad consiste en ser yo mismo y para ti la santidad consiste en ser tú mismo y que, en último término, tu santidad nunca será la mía, y la mía nunca será la tuya, salvo en el comunismo de la caridad y la gracia. Para mí ser santo significa ser yo mismo. Por lo tanto el problema de la santidad y la salvación es en realidad el problema de descubrir quién soy yo y de encontrar mi yo verdadero… Dios nos deja en libertad de ser lo que nos parezca. Podemos ser nosotros mismos o no, según nos plazca. Pero el problema es este: puesto que Dios solo posee el secreto de mi identidad, únicamente él puede hacerme quien soy o, mejor, únicamente Él puede hacerme quien yo querré ser cuando por fin empiece plenamente a ser. Las semillas plantadas en mi libertad en cada momento, por la voluntad de Dios son las semillas de mi propia identidad, mi propia realidad, mi propia felicidad, mi propia santidad” (Semillas de contemplación).
LA DANZA GENERAL.
"Lo que es serio para los hombres a menudo no tiene importancia a los ojos de Dios.Lo que en Dios puede parecernos un juego es quizás lo que El toma más seriamente.Dios juega en el jardin de la creación, y, si dejamos de lado nuestras obsesionessobre lo que consideramos el significado de todo, podemos escuchar el llamado de Diosy seguirlo en su misteriosa Danza Cósmica.No tenemos que ir muy lejos para escuchar los ecos de esa danza.Cuando estamos solos en una noche estrellada; cuando por casualidad vemos a los pajaros que en otoño bajan sobre un bosque de nísperos para descansar y comer; cuando vemos a los niños en el momento en que son realmente niños; cuando conocemos al amor en nuestros corazones; o cuando, como el poeta japonés Basho, oímos a una vieja ranachapotear en una solitaria laguna; en esas ocasiones, el despertar, la inversiónde todos los valores, la "novedad", el vacío y la pureza de visión que los hace tan evidentes nos dan un eco de la danza cosmica.Porque el mundo y el tiempo son la danza del Señor en el vacío. El silencio de las esferas es la música de un festín de bodas. Mientras más insistimos en entender mal los fenómenos de la vida, más nos envolvemos en tristeza, absurdo y desesperación. Pero eso no importa, porque ninguna desesperación nuestra puede alterar la realidad de las cosas, o manchar la alegría de la danza cósmica que está siempre allí. Es más, estamos en medio de ella, y ella está en medio de nosotros, latiendo en nuestra propia sangre, lo queramos o no".
Thomas Merton.
ORACIÓN DE CONFIANZA...
“Señor Dios mío, no tengo idea de hacia dónde voy. No conozco el camino que hay ante mí. No tengo seguridad de dónde termina. No me conozco realmente, y el hecho de que piense que cumplo tu voluntad, no significa que realmente lo haga. Pero creo que el deseo de agradarte te agrada realmente. Y espero tener este deseo en todo lo que estoy haciendo. Espero no hacer nunca nada aparte de tal deseo. Y sé que si hago esto, tú me llevarás por el camino recto, aunque yo no lo conozca. Por lo tanto, siempre confiaré en ti aunque parezca perdido y a la sombra de la muerte. No temeré, pues tú estás siempre conmigo y no me dejarás que haga frente solo a mis peligros
2 comentarios:
La regligión institucionalizada ha creado muchos infiernos para muchos seres humanos. Ha causado mucho sufrimiento, ha provocado demasiadas muertes en vida.
El templo, sus hombres y sus reglas fueron corresponsables de la muerte de Jesús. Y lo siguen siendo de sentimientos, emociones, y personas.
Las religiones institucionalizan y sacralizan el poder. Por eso, en todas nuestras referencias a Dios, en nuestra espiritualidad, en nuestras oraciones, Dios es “poder”. En toda adoración a Dios, adoramos el poder. Tanto que hemos llegado a sacralizar el poder. Por ejemplo, se sacramentaliza la elección y la entronización del que ostenta el poder. Contamos con una teología del poder. Los que mandan han sido puestos por Dios. Han sido elegidos por Dios. Representan a Dios. Quien los obedece, obedece a Dios. Al pueblo le gusta que Dios mande. Es un orgullo tener unos jefes que están puestos por Dios. Da prestigio y seguridad.
Esto ha ocurrido en toda religión que se precie. Los Faraones eran dioses. Los Emperadores de Roma eran divinizados al morir. Cuando ya la degeneración era total, consiguieron la divinidad sin tener que morirse.
Parece evidente que en esto del poder, autoridad, jefaturas, canonjías, papados, abadías, cardenalatos y demás jerga curial la Institución Católica prefirió el Antiguo Testamento.
Y para el pueblo es más cómodo seguir siendo niños. Es más práctico y rentable delegar responsabilidades en la madre superiora, en el obispo, en la conferencia episcopal, en el papa: ellos nos evitan el riesgo de ser adultos. Se está bien en el seno materno. Desviaciones freudianas de infantilismos enquistados. En cuestiones de fe el creyente siente pánico a ser adulto. Huye del riesgo de la madurez y vende su conciencia al poderoso de turno.
Por contra, la sociedad civil ha alcanzado notables grados de madurez. Incluso las viejas monarquías han de ser refrendadas, ya, por el pueblo: única fuente del poder. Dios no tiene nada que ver -¡alabado sea el Señor!- en la designación de sus monarcas. Dios no los ha elegido, ni ungido.
La democracia es un gran paso en el lento caminar de los hombres. Se consigue sólo en sociedades adultas. En ambientes más primitivos, las masas prefieren que Dios siga al mando. Que sea Él quien elige y garantice. Quedan algunas momias ridículas en sociedades sacralizadas como el Rey de Marruecos, los Jomeinis, los Hassanes, los Ulemas de Afganistán. Todos “liberan” a sus pueblos de la obligación de pensar, decidir y crecer.
Mientras la Institución católica insista en mantener su teología del poder, el pueblo cristiano no saldrá de la guardería.
Secularizar el poder no es negar a Dios. Es dejar al hombre que sea hombre para que Dios sea Dios. Al Cesar lo del Cesar y a Dios lo de Dios.
Podrá parecer ateo o paradójico: para que la sociedad se acerque a los designios de Dios tendrá que liberarse del pegajoso sistema teocrático, del paternalismo clerical y asumir su madurez, su mayoría de edad. No es posible escribir nuestra autobiografía si, antes o después, no hemos corrido el riesgo de ser libres. Ahí radica el progreso de la humanidad.
Con frecuencia el infantil recurso a Dios no es otra cosa que la huida de sí mismo, bien por miedo bien por abdicación de la libertad.
Una Iglesia católica dirigida, gobernada por una camada de supuestos elegidos, ungidos, sacramentalizados, cuya aportación más eficaz a las religiones sea su Derecho Canónico, es simplemente una traición a Jesús de Nazaret.
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