Ayer celebraba la Iglesia la Fiesta de la Transfiguración, hermosa tradición que resulta muy significativa para quienes intentan recorrer el sendero místico; este pasaje evangélico es icono de la rica interioridad que guarda cada ser humano y la llamada que recibimos para adentrarnos en el descubrimiento de ese tesoro interior. Me habría gustado escoger algunos textos para esta ocasión, pero me faltó tiempo, pues tuve que irme a mi pueblo natal, Guines, provincia de la Habana, para participar de la primera misa de un neo sacerdote. El sábado pasado fueron tres los que recibieron la ordenación sacerdotal de manos del arzobispo diocesano: Boris, de la Isla de la Juventud; Sergio, buen amigo mío, del barrio capitalino de Arroyo Apolo, y Roberto, natural de Guines, a quien conozco desde los lejanos tiempos de mi niñez. Los tres rebozaban de alegría, y yo mismo sentía renovar mi propio llamado vocacional al compartir con ellos esa especial ocasión. Para la iglesia cubana cada nuevo presbítero es una oportunidad especial para la alegría, pues no son muchas las vocaciones en estos tiempos, y además, en este caso, son tres excelentes muchachos, que ojalá perseveren en el empeño de servir al pueblo de Dios por muchos años.
Pues, como decía, en Guines celebró ayer Roberto su primera misa, es decir, la primera que él preside como sacerdote, y quise acompañarle, junto a otros hermanos en el sacerdocio, en esta oportunidad, compartiendo el gozo de su familia y de toda la parroquia. Roberto es la primera vocación güinera que llega a la ordenación católica después de que yo lo hiciera hace ya casi 13 años, y el actual párroco comentaba acerca de las muchas vocaciones que a la vida sacerdotal y religiosa había dado esa comunidad y pueblo habanero.
Además de lo anterior, la celebración sirvió para que reencontrara a mucha gente conocida, incluso dos compañeros de mis años adolescentes: Pepe y Aulet. Agradezco al P.Luis Alberto Formoso que me llevara a Guines ayer, y espero confiadamente en que estos tres nuevos hermanos en el ministerio sean parte de esa necesaria renovación espiritual que nuestra iglesia necesita.
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