Echemos una mirada a los textos bíblicos propuestos para hoy:
1- Isaías: Desde una perspectiva universalista y audaz el profeta comprende que la acción redentora de Dios no termina con Israel, sino que llega a todas las naciones de la tierra. La unidad y solidaridad serán signos, “señal”, del tiempo nuevo que se anuncia. En el posexilio los israelitas comprenden algunos errores causados por su estrechez de mente a la hora de entender el plan de Dios. La salvación no está restringida a Israel. Y en medio de la tribulación nace la esperanza.
2- Lucas: Según la doctrina rabínica de la elección, todo Israel se salva, porque la , salvación no depende de la cualidad moral del individuo, sino de la pertenencia al pueblo elegido. Jesús no responde directamente a la pregunta que se le hace, pero da una orientación práctica sobre el valor del esfuerzo para entrar a la vida: “Esforzaos en entrar por la puerta estrecha”. Y apunta que los gentiles vendrán desde lejos y entrarán. Serán primeros, y los primeros, últimos. Este pasaje sigue la línea escatológica del domingo anterior, y a la curiosidad por el fin, realidad especulativa que no interesa demasiado, Jesús nos dice: obren de tal modo que puedan contarse entre los elegidos. La salvación está abierta a todo aquel que quiera ser parte y trabaje por ella. Todos están llamados.
3- Hebreos: Habla acerca de la pedagogía de Dios. En los combates de la fe, en el combate de la vida, debemos descubrir la mano paternal del Dios de la vida, del que somos hijos, y por el cual trabajamos en este mundo, para el Reino. Es importante perseverar hasta el fin, pues la vida y la vida cristiana en particular, es una lucha, pero en la cual el Hijo de Dios nos da la posibilidad con sus lágrimas de que las nuestras se conviertan un día en sonrisas.
Resumiendo: Dios sale al encuentro del hombre y se presenta como un Dios que salva de toda clase de esclavitud. Otros dioses acechan el camino del hombre, dioses pequeños y falsos que esclavizan al hombre: el poder político, el dinero, la violencia, el odio, la mentira, etc; ellos absorben la libertad humana y tiranizan. Para liberarnos vino Cristo: “el hombre para los demás”, y a través de Él, el cristiano ha de ser también un libertador. Ha de luchar contra toda clase de esclavitud e indigencia, indigencias materiales, morales y espirituales, y no hacerlo desde lejos, desde fuera, sino “derramando su sangre”, es decir trabajando en el mundo por la salvación. El creyente no puede evadirse de la tierra, es hijo de la tierra y del cielo, y ha de luchar por la salvación de toda realidad humana: hombres, instituciones y estructuras. Jesucristo resucitado es anticipo de que solo la fuerza de Dios es capaz de salvar enteramente al hombre.
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