“No puede haber duda ni componenda posible en mi decisión de ser completamente fiel a la voluntad de Dios; por consiguiente, debo buscar siempre y en todo actuar en pro de Su voluntad y Su verdad, y de esta manera tratar con su gracia de ser “santo”.
Pero al mismo tiempo descubre que esa decisión tiene un supuesto mucho más complejo y difícil de vivir, y que es para mí lo más interesante de esta decisión.
“Puede darse el caso de que lo que Dios pida de mí pueda hacerme parecer menos perfecto cara a los demás y pueda quitarme su apoyo, su afecto, su respeto. Hacerme santo, por tanto, puede conllevar la angustia de parecer, y en sentido real “ser”, pecador, marginal. Puede conllevar un aparente conflicto con determinados criterios de medida que pueden ser malinterpretados por mí o por los demás o por todos”
De qué manera atravesar esa realidad oscura, en la que podemos perdernos o angustiarnos, nos la ofrece el propio Merton en el tercer punto de sus conclusiones:
“La cuestión es aferrarse a la voluntad y la verdad de Dios en su pureza y tratar de ser sincero y de actuar en todas las cosas por amor genuino en la medida que pueda”
¿Cómo llegar a “ser santos”? Cada uno debe hacerlo a su propia manera y “evitar falsear esta obra de la verdad teniendo excesivamente en cuenta lo que otros aprueban y ven como santo”.
La santidad es la obra de toda la vida, la obra de la cotidianidad, la obra de lo sencillo, la obra de lo auténtico. Y también la obra de la contradicción:
“Dios se revela en medio del conflicto y la contradicción, y nosotros queremos encontrarle al margen de cualquier contradicción”. (20 de enero de 1966)
1 comentario:
Me gustaría poder conversar personalmente sobre este tema de la santidad, pues también me apasiona, y creo es mucho más complejo que el que le da cierta mirada devota y simplista. Aquí mismo Merton hace una aclaración que me llena de preguntas y me deja pensando.
Miguel.
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