“…después de la comunión, durante alrededor de 30 segundos, de repente supe a qué se referían San Bernardo y San Juan de la Cruz cuando hablaban de “amor puro”.
No tiene nada que ver con la paz de Dios que uno puede sentir que lleva en su interior. Uno no descansa porque sencillamente uno ya no es. No importa cuán absorto esté uno en esa paz, todas las funciones y modalidades del ser en las que uno advierte su propia existencia son laboriosas y monótonas y arduas y recuerdan y saben a la esclavitud de Egipto comparadas con ese vacío y esa libertad a través de cuya puerta entré por aquel medio minuto, que me basta ahora para toda una vida, porque implicó una vida completamente nueva. No hay nada con lo que pueda comparar esta experiencia. Podría referirme a ella como a la Nada, pero es que el carecer de todas las cosas y de uno mismo en el aire fresco de aquella felicidad que trasciende todas las modalidades de la existencia implica una libertad infinitamente prolífica.
¿Qué puedo decir acerca de ello? No quisiera construir más murallas en torno a la experiencia no sea que me quede excluido y atrapado fuera de ella para siempre”.
Como todos los místicos, Merton nos asegura que el regreso a la mismidad cotidiana es trágico, ya que la felicidad, y la libertad, última es perder el ser en Dios. Transformar el ser en Dios. En unas palabras que nos persuaden de su agobio sincero, el contemplativo nos explica cómo fue para él volver a su limitada humanidad consciente después de haber saboreado el infinito:
“Enseguida después, volví a un estado en el cual mi propia existencia, mi puro acto de ser, me pareció burdo y laborioso y miserable y ordinario y vil en comparación con la pureza de aquel amor, toda dulzura y todo reposo es intolerable comparado con esta suprema actividad que trasciende todas las formas de existencia.
…Aquello sólo duró medio minuto ¡Qué lástima tener que replegarme otra vez dentro de mí mismo! Sufrir la indignidad de pertenecer al género humano es para mí ahora, en efecto, una indignidad. Sin duda podría argumentar que es un privilegio, pero en estos momentos cualquier razonamiento lo que me produce es dolor de cabeza”.
“Asedios a lo Indecible”.
Luce López-Baralt. Trotta.
2 comentarios:
Gracias, estas experiencias que Merton puede expresar en un lenguaje cercano y profundo son como agua fresca: ..."medio minuto que me basta para toda la vida"...
reaniman, dan confianza para seguir buscando a Dios.
Inés
Decía Teresa que una cosa es tener la experiencia y otra saber contarla; Merton tiene eso, que habla y nos resulta cercano, comprensible. Nos deja ver que esas experiencias no son tan extrañas ni imposibles, sino don de Dios, que reciben los simples mortales. Cualquiera que haya dedicado un poco de tiempo a Dios sabe cuánto premia.
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