1- La excepcional recuperación del Verbum Domini, “desencadenando” la Palabra, que estaba prisionera de la teología liberal de sus maestros.
2- El “recentramiento” cristológico de la teología, también para liberar al verdadero Dios, el Dios Bíblico, por definición el “Totalmente Otro”, de las trabas religiosas, existenciales y pietistas.
3- El compromiso en la acción política, en sentido elevado y distinto, y particularmente (aunque no sólo) del lado de la “Iglesia confesora” alemana, anulando la extendida dicotomía entre Iglesia y mundo (Los dos reinos).
Todo lo anterior fue expresado en un sentido majestuoso, con frecuencia bello, e incluso poético, a menudo polémico, pero con humor. Y más aun, con una especie de alma “mística”, frecuentemente desatendida, y que quizá el mismo Barth negaría. No obstante otros teólogos y cristianos de su tiempo lo definieron como un místico. Esa “huella” mística está presente en sus escritos, que evidencian su fuerte experiencia de Dios, y avalan su propia conducta profética frente a diversas formas de idolatría y su compromiso, que fue también político.
Tuvo que enfrentar al nazismo, que le privó de su cátedra; enseñó en Basilea hasta 1962. Escribió muchísimo, y estuvo comprometido con el movimiento ecuménico; fue enviado como observador de su comunidad eclesial al Concilio Vaticano II, y se encontró con Pablo VI. Murió el 10 de diciembre de 1968, a los 82 años (el mismo día que murió Thomas Merton). Hans Küng, en el discurso conmemorativo pronunciado en la Catedral de Basilea, lo definió como “Doctor utriusque theologiae”, es decir, doctor de teología protestante y católica. Lector incansable, Thomas Merton conoció la obra de Karl Barth, la leyó, y la comenta en varios pasajes de “Conjeturas de un espectador culpable".
1 comentario:
Es compleja la teología de Barth por lo que puedo sacar de lo leído, y me alegra que al menos acá alguien se tome tiempo para que yo me entere de algo. La fe no es sólo emoción, sentimiento, ino también, pensar, razonar.
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