Seguidores

martes, 20 de enero de 2009

Acerca de Karl Barth.


En la entrada anterior aparece un texto de Thomas Merton que hace referencia a un sueño de Karl Barth. No todos han de saber necesariamente quién era, aunque ya hemos compartido acá algún texto suyo. Digamos por eso algunas ideas a partir de lo que aparece en el “Diccionario de Mística”, de la editorial San Pablo. Karl Barth fue uno de los grandes teólogos del siglo XX. Con su pensamiento teológico destaca fundamentalmente en tres aspectos:
1- La excepcional recuperación del Verbum Domini, “desencadenando” la Palabra, que estaba prisionera de la teología liberal de sus maestros.
2- El “recentramiento” cristológico de la teología, también para liberar al verdadero Dios, el Dios Bíblico, por definición el “Totalmente Otro”, de las trabas religiosas, existenciales y pietistas.
3- El compromiso en la acción política, en sentido elevado y distinto, y particularmente (aunque no sólo) del lado de la “Iglesia confesora” alemana, anulando la extendida dicotomía entre Iglesia y mundo (Los dos reinos).
Todo lo anterior fue expresado en un sentido majestuoso, con frecuencia bello, e incluso poético, a menudo polémico, pero con humor. Y más aun, con una especie de alma “mística”, frecuentemente desatendida, y que quizá el mismo Barth negaría. No obstante otros teólogos y cristianos de su tiempo lo definieron como un místico. Esa “huella” mística está presente en sus escritos, que evidencian su fuerte experiencia de Dios, y avalan su propia conducta profética frente a diversas formas de idolatría y su compromiso, que fue también político.
Tuvo que enfrentar al nazismo, que le privó de su cátedra; enseñó en Basilea hasta 1962. Escribió muchísimo, y estuvo comprometido con el movimiento ecuménico; fue enviado como observador de su comunidad eclesial al Concilio Vaticano II, y se encontró con Pablo VI. Murió el 10 de diciembre de 1968, a los 82 años (el mismo día que murió Thomas Merton). Hans Küng, en el discurso conmemorativo pronunciado en la Catedral de Basilea, lo definió como “Doctor utriusque theologiae”, es decir, doctor de teología protestante y católica. Lector incansable, Thomas Merton conoció la obra de Karl Barth, la leyó, y la comenta en varios pasajes de “Conjeturas de un espectador culpable".

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es compleja la teología de Barth por lo que puedo sacar de lo leído, y me alegra que al menos acá alguien se tome tiempo para que yo me entere de algo. La fe no es sólo emoción, sentimiento, ino también, pensar, razonar.

Ser parte de todo...

¡Oh Dios! Somos uno contigo. Tú nos has hecho uno contigo. Tú nos has enseñado que si permanecemos abiertos unos a otros Tú moras en nosotros. Ayúdanos a mantener esta apertura y a luchar por ella con todo nuestro corazón. Ayúdanos a comprender que no puede haber entendimiento mutuo si hay rechazo. ¡Oh Dios! Aceptándonos unos a otros de todo corazón, plenamente, totalmente, te aceptamos a Ti y te damos gracias, te adoramos y te amamos con todo nuestro ser, nuestro espíritu está enraizado en tu Espíritu. Llénanos, pues, de amor y únenos en el amor conforme seguimos nuestros propios caminos, unidos en este único Espíritu que te hace presente en el mundo, y que te hace testigo de la suprema realidad que es el amor. El amor vence siempre. El amor es victorioso. AMÉN.
-Thomas Merton-

Santidad es descubrir quién soy...

“Es cierto decir que para mí la santidad consiste en ser yo mismo y para ti la santidad consiste en ser tú mismo y que, en último término, tu santidad nunca será la mía, y la mía nunca será la tuya, salvo en el comunismo de la caridad y la gracia. Para mí ser santo significa ser yo mismo. Por lo tanto el problema de la santidad y la salvación es en realidad el problema de descubrir quién soy yo y de encontrar mi yo verdadero… Dios nos deja en libertad de ser lo que nos parezca. Podemos ser nosotros mismos o no, según nos plazca. Pero el problema es este: puesto que Dios solo posee el secreto de mi identidad, únicamente él puede hacerme quien soy o, mejor, únicamente Él puede hacerme quien yo querré ser cuando por fin empiece plenamente a ser. Las semillas plantadas en mi libertad en cada momento, por la voluntad de Dios son las semillas de mi propia identidad, mi propia realidad, mi propia felicidad, mi propia santidad” (Semillas de contemplación).

LA DANZA GENERAL.

"Lo que es serio para los hombres a menudo no tiene importancia a los ojos de Dios.Lo que en Dios puede parecernos un juego es quizás lo que El toma más seriamente.Dios juega en el jardin de la creación, y, si dejamos de lado nuestras obsesionessobre lo que consideramos el significado de todo, podemos escuchar el llamado de Diosy seguirlo en su misteriosa Danza Cósmica.No tenemos que ir muy lejos para escuchar los ecos de esa danza.Cuando estamos solos en una noche estrellada; cuando por casualidad vemos a los pajaros que en otoño bajan sobre un bosque de nísperos para descansar y comer; cuando vemos a los niños en el momento en que son realmente niños; cuando conocemos al amor en nuestros corazones; o cuando, como el poeta japonés Basho, oímos a una vieja ranachapotear en una solitaria laguna; en esas ocasiones, el despertar, la inversiónde todos los valores, la "novedad", el vacío y la pureza de visión que los hace tan evidentes nos dan un eco de la danza cosmica.Porque el mundo y el tiempo son la danza del Señor en el vacío. El silencio de las esferas es la música de un festín de bodas. Mientras más insistimos en entender mal los fenómenos de la vida, más nos envolvemos en tristeza, absurdo y desesperación. Pero eso no importa, porque ninguna desesperación nuestra puede alterar la realidad de las cosas, o manchar la alegría de la danza cósmica que está siempre allí. Es más, estamos en medio de ella, y ella está en medio de nosotros, latiendo en nuestra propia sangre, lo queramos o no".
Thomas Merton.

ORACIÓN DE CONFIANZA...

“Señor Dios mío, no tengo idea de hacia dónde voy. No conozco el camino que hay ante mí. No tengo seguridad de dónde termina. No me conozco realmente, y el hecho de que piense que cumplo tu voluntad, no significa que realmente lo haga. Pero creo que el deseo de agradarte te agrada realmente. Y espero tener este deseo en todo lo que estoy haciendo. Espero no hacer nunca nada aparte de tal deseo. Y sé que si hago esto, tú me llevarás por el camino recto, aunque yo no lo conozca. Por lo tanto, siempre confiaré en ti aunque parezca perdido y a la sombra de la muerte. No temeré, pues tú estás siempre conmigo y no me dejarás que haga frente solo a mis peligros

Para intercambiar comentarios sobre Thomas Merton y otros maestros contemporaneos del espíritu.