Para intercambiar comentarios sobre Thomas Merton y otros maestros contemporaneos del espíritu.
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jueves, 6 de diciembre de 2012
DIARIO DE ASIA
Ser parte de todo...
-Thomas Merton-
Santidad es descubrir quién soy...
“Es cierto decir que para mí la santidad consiste en ser yo mismo y para ti la santidad consiste en ser tú mismo y que, en último término, tu santidad nunca será la mía, y la mía nunca será la tuya, salvo en el comunismo de la caridad y la gracia. Para mí ser santo significa ser yo mismo. Por lo tanto el problema de la santidad y la salvación es en realidad el problema de descubrir quién soy yo y de encontrar mi yo verdadero… Dios nos deja en libertad de ser lo que nos parezca. Podemos ser nosotros mismos o no, según nos plazca. Pero el problema es este: puesto que Dios solo posee el secreto de mi identidad, únicamente él puede hacerme quien soy o, mejor, únicamente Él puede hacerme quien yo querré ser cuando por fin empiece plenamente a ser. Las semillas plantadas en mi libertad en cada momento, por la voluntad de Dios son las semillas de mi propia identidad, mi propia realidad, mi propia felicidad, mi propia santidad” (Semillas de contemplación).
LA DANZA GENERAL.
Thomas Merton.
ORACIÓN DE CONFIANZA...
“Señor Dios mío, no tengo idea de hacia dónde voy. No conozco el camino que hay ante mí. No tengo seguridad de dónde termina. No me conozco realmente, y el hecho de que piense que cumplo tu voluntad, no significa que realmente lo haga. Pero creo que el deseo de agradarte te agrada realmente. Y espero tener este deseo en todo lo que estoy haciendo. Espero no hacer nunca nada aparte de tal deseo. Y sé que si hago esto, tú me llevarás por el camino recto, aunque yo no lo conozca. Por lo tanto, siempre confiaré en ti aunque parezca perdido y a la sombra de la muerte. No temeré, pues tú estás siempre conmigo y no me dejarás que haga frente solo a mis peligros
Para intercambiar comentarios sobre Thomas Merton y otros maestros contemporaneos del espíritu.
1 comentario:
Para la espiritualidad cristiana católica que vivimos todos aquellos que no tenemos ninguna dependencia vital con la institución eclesiástica vaticana que dirige las manifestaciones religiosas, no tiene la menor relevancia si Merton fue o no sacerdote, si cumplía o no con todos los cánones establecidos para catalogarlo así oficialmente.
Porque ni para Merton, ni para nadie, supone un mayor o menor mérito, otorga más o menos valor, confiere un grado mas elevado de consagración a Dios, ni es un signo de mayor santidad, el hecho de que permaneciese en las funciones de una ministerio establecido y regulado por los hombres.
Ya es hora de que nos liberemos de la carga de los siglos de exégesis que han obedecido y responden a conveniencias de subsistencia e inmovilismo institucionales.
Pero no podemos olvidar a quien seguimos. No podemos confundirnos de Maestro, de Pastor, de Padre. Abramos los ojos y veamos claro. Creamos y vivamos a Jesús como verbo, no como sustantivo, a pesar de todos los pesares, a pesar de que que Joseph Ratzinger (oficialmente encumbrado como su máximo representante, investido de la infalibilidad) sea el hombre que ostenta el quinto puesto de poder en el mundo. A pesar de que la iglesia católica sea una institución que ocupa el segundo puesto mundial en la posesión de reservas de oro (el primer puesto es de USA). Por no hablar de su inmenso patrimonio artístico, inmobiliario y bancario.
No renunciemos por eso a creer en la utopia del Reino, no renunciemos a reivindicar otra iglesia, renovada en su organización, en sus ministerios, en sus cánones, en las clasificaciones para el pueblo de Dios. Hay que desprenderse de mucho lastre, si queremos que la nave siga navegando.
Porque seguimos al Jesús histórico, al Galileo, al judío marginal, al hombre laico que no fundó ninguna religión, ni levantó templos ni ordenó sacerdotes, ni hizo discriminaciones de género. Seguimos al profeta y místico que nos reveló a su Abba (Madre/Padre), Amor incondicional, infinita bondad y ternura. Seguimos su memoria subversiva, la del hombre que se enfrentó al poder del Imperio y al poder del Templo, al hombre que reclamaba la liberación política y la religiosa. Al Jesús parido por una mujer valiente, que hizo apuesta por su fe y siguió a su conciencia por encima de presiones sociales y obediencias instituidas. Seguimos al Jesús Cristo de la fe, de la historia, por el que supimos que el final no es posible cuando se ama. Por eso sentimos, experimentamos que El sigue vivo, viviendo en cada uno de nosotros, partiendose y repartiendose en cada célula de nuestra humanidad, regalándose para que tengamos una vida feliz y en abundancia.
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