El amor me acogió, mas mi alma se apartaba,
Culpable de polvo y de pecado.
Pero el Amor que todo lo ve, observando
Mi vacilante entrada,
Se acercó hasta mí, diciéndome con dulzura:
¿Hay algo que eches en falta?
Un invitado, respondí, digno de de encontrarse aquí.
Tú serás ese invitado, dijo el Amor.
¿Yo, el malvado, el ingrato? ¡Ah, mi amado!,
ya no puedo mirarte.
El Amor tomó mi mano y replicó sonriente:
¿Quién ha hecho esos ojos sino yo?
Es cierto, Señor, pero yo los ensucié; que mi vergüenza
Vaya donde se merece.
¿Y no sabes, dijo el Amor, quién ha tomado sobre sí la
Culpa?
¡Mi Amado! Entonces, podré quedarme.
Siéntate, dijo el Amor, y degusta mis manjares.
Así que me senté y comí.
George Herbert.
1 comentario:
Es un hermoso poema, que expresa lo que es fundamento y centro de nuestra fe: el amor incondicional de Dios.
Emilio.
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