“Algunos de nosotros tuvimos la oportunidad de conocer a Merton en Getsemaní durante mucho tiempo, día a día, del modo en que los monjes se conocen unos a otros: con sencillez, de inmediato, y sin pretensiones. Algunos de nosotros lo conocíamos como un discípulo conoce a su maestro, como un alumno conoce a su profesor, como un médico conoce a su paciente. Lo conocíamos con sus buenos y con sus malos días, en sus mejores momentos y en los peores. Lo sentíamos como a un hermano, porque era un hombre muy querible por su disponibilidad inagotable y desinteresada. Pero por sobre todas las cosas, lo valorábamos por ser un hombre de Dios, con un entusiasmo total e ilimitado por la vida monástica y por las prácticas centrales de contemplación, especialmente el silencio y la soledad. Comprendimos que cuando hablaba con compasión sobre los oprimidos de la tierra, hablaba desde una conciencia alcanzada con la angustia de su propio corazón y con esfuerzo y discernimiento contemplativo. Descubrió que era compasivo porque sabía que había recibido la compasión de Dios. Y finalmente descubrimos que no era su aguda inteligencia la que le permitía discernir los problemas sociológicos y políticos, sino más bien su compasión.
Todo lo que se diga sobre Merton, si se dice de verdad, debe presentar su visión y su trabajo como el fruto del conocimiento de Dios alcanzado por medio de una fe que se hizo vida a través de la contemplación”.
En otro lugar del mismo prólogo, se afirma:
Y es que, como dice Henri Nouwen, en este mismo libro, la compañía espiritual de los escritos de Merton, nos ayudan a encontrar “un fundamento contemplativo para nuestras vidas fragmentadas e inquietas”.
2 comentarios:
Es muy cierto que el encuentro con personas como Merton marcan nuestra vida, y aunque yo no le conocí personalmente tengo la impresión de haberlo hecho a través de sus libros. Él y otros, con sus escritos, han sido siempre mis maestros, y con el tiempo se han hecho imprescindibles, una compañía necesaria y saludable en los momentos difíciles. De ahí que entienda muy bien las palabras del Abad de Genesee, y sobre todo destacar esa llamada de atención a la "humanidad" de Merton. No caer en la tentación de idealizar a los maestros, y es una advertencia que nos hace la tradición contemplativa; el mestro no es perfecto, pero tiene una sabiduría, y sobre todo una compasión, que nos ayudan a entrar también a nosotros en una nueva manera de vivir.
Es cierto, a menudo leo cosas negativas sobre Merton en algunos sitios de la web, y siento pena de que esas personas no sean capaces de valorar la sabiduria y la santidad de un hombre como este. Sus limitaciones humanas no son un límite, al contrario, le hacen más cercano y más real.
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