"En el Adviento nos confrontamos claramente con nuestras necesidades y deseos
insatisfechos. Miramos por encima de los límites de nuestra vida. La mirada a la tierra
prometida hace que crezca en nosotros el anhelo de mudarnos y de no acomodarnos
para siempre en lo familiar y en lo conocido.
Quien logra celebrar la expresión de su nostalgia no tiene necesidad de ahogar sus
deseos insatisfechos en refugios enfermizos. Y así descubrirá en sí dónde radica el
peligro de huir hacia sucedáneos morbosos. La celebración del Adviento quiere
ayudarnos una vez más a transformar las huidas en deseos positivos.
En el tiempo de Adviento oímos las promesas de Dios tal como los profetas nos la
han transmitido. En ellas se nos ha anunciado que las aguas surgirán en medio del
desierto, que las espadas se cambiarán en arados y que el lobo y el cordero, la pantera y
el cabrito, vivirán juntos pacíficamente, esto no son ilusiones piadosas con las que los
profetas quieren arrullarnos; son más bien sueños en los que descubrimos nuestras
propias posibilidades. Son los sueños de Dios en nosotros.
Y en el Adviento nos hundimos en esos sueños nuestros de Dios para afirmar así
cada vez más nuestras propias posibilidades. Así nos damos cuenta de qué somos
capaces. Si Dios viene, entonces florecerá en nuestro corazón el desierto; entonces
brotará en medio de nuestro vació y sequedad una fuente que nos llenará de vida. O
como lo vemos expresado en otra imagen del profeta que empleamos constantemente
durante estos días: Un rocío caerá del cielo y fecundará la tierra. Las nubes del cielo
cubrirán a los justos a fin de que germine nueva vida y nuestro mundo vuelva a ser
habitable.
El desierto floreciente y el rocío fecunde fueron para Israel las imágenes con las
cuales se describió la llegada de Dios. En nuestras latitudes, la oscuridad y el frío
pasaron a ser más bien los símbolos de nuestro mundo que espera la venida del Señor.
En las tinieblas no nos podemos orientar, nos sentimos desamparados, abandonados: no
encontramos ningún camino para volver a casa. En las sombras nos agarramos a las
personas que están cerca de nosotros para no caer en un hoyo. El miedo ante la
inseguridad de nuestra existencia nos impulsa a sujetarnos a los hombres. Esperamos de
ellos que nos ayuden en nuestra inestabilidad, pero con ello abusamos de las fuerzas de cualquier persona. Nadie puede darnos un apoyo definitivo, porque la oscuridad lo pone a él también en peligro. Por eso es un mensaje liberador lo que clama Isaías: “El
pueblo que andaba en las tinieblas ha visto una gran luz” (Is 9,1). Esta palabra puede
tranquilizar nuestra angustia, puede traer luz a nuestras tinieblas".
2 comentarios:
Navidad es la gran fiesta del amor. Dios se hace Amor Encarnado. Nos regala su humanización.
Sólo cuando se ama se vive en la luz y se abren las puertas de la esperanza. Después de tantas mentiras, sólo por amor seguimos creyendo,como en esta canción:
SENTIR
Abre la puerta, no digas nada,
deja que entre el sol.
Deja de lado los contratiempos,
tanta fatalidad
porque creo en ti cada mañana
aunque a veces tú no creas nada.
Abre tus alas al pensamiento
y déjate llevar;
vive y disfruta cada momento
con toda intensidad
porque creo en ti cada mañana
aunque a veces tú no creas nada.
Sentir que aún queda tiempo
para intentarlo, para cambiar tu destino.
Y tú, que vives tan ajeno,
nunca ves más allá
de un duro y largo invierno.
Abre tus ojos a otras miradas
anchas como la mar.
Rompe silencios y barricadas,
cambia la realidad
porque creo en ti cada mañana
aunque a veces tú no creas nada.
Sentir que aún queda tiempo
para intentarlo, para cambiar tu destino...
Abre la puerta, no digas nada...
Sal a mi encuentro, llámame y habla…
Luz Casal
Me alegra esta nota sobre María en su blog, veo que su mirada sobre la Virgen es equilibrada y profunda. María es verdadero modelo para quien sepa verlo.
Publicar un comentario