En su reciente biografía de Thomas Merton, apunta Ramón Cao, acerca de las ideas de Merton en esa ocasión: “Que ya no había lugar para la confianza en unas estructuras en sí mismas valiosas, pero que podían ser desmanteladas por un poder político en cualquier momento. Que había que planear el futuro contando con la eventualidad de ser destruidos como institución: lo esencial de la vida monástica no eran ni los edificios, ni las vestimentas, ni la regla, sino la completa transformación interna, la puritas cordis, al servicio de la cual ha de estar todo lo demás”.
Se adelantaba Merton a las discusiones que habrían de suscitarse en la Iglesia sobre este tema; él invitaba a “ir más allá de la división” y “ahondar en la comprensión de lo auténticamente real”. Esa fue la última ocasión en que Merton fue escuchado y visto públicamente: se retiro a su habitación, recomendando antes a todos que se tomasen una coca cola y añadiendo: “Ahora, pues, desapareceré”. Fue encontrado más tarde en su habitación, ya muerto, cuando todos se inquietaron con su ausencia en el segundo momento en que le tocaba animar la discusión sobre lo que antes había expuesto.
Si con 54 años Merton nos había dejado una cantidad increíble de escritos, imaginamos cuánto más podía haber compartido si no lo hubiera sorprendido la muerte de una manera tan inesperada y absurda. Han pasado 40 años desde entonces, y el testimonio que ha dejado está más presente y vivo que nunca; creo que Merton es un maestro, pero sobre todo creo que es un ser humano en el que puede mirarse cualquiera de nosotros. Un maestro y un amigo que nos invita a recorrer la senda de la contemplación, de la pura confianza y de la vida plena.
2 comentarios:
Después de 40 años, Thomas Merton sigue latiendo en compañía de Grün, Küng, Cardenal, Nouwen, Vanier, Casaldáliga, Boff, Rahner, Sobrino, Tamayo y tantos otros. Vive en toda teología y espiritualidad auténticas, sin etiquetas ni fronteras de cualquier clase, libre y por encima de permisos, bendiciones o críticas oficiales. Espiritualidad de carne y hueso, a pie de obra. Contemplación activa, de ida y vuelta: llegamos al OTRO y, una vez en ÉL, vemos reflejado a ese otro de nuestro aquí, y volvemos para amarlo.
Quiero hacer un pequeño, humilde y personal homenaje a Merton con esta anécdota que voy a contar, y que dedico a un rasgo muy notable de su carácter, el sentido del humor: Escuché, su nombre por primera vez en boca de alguien que, con asiduidad, palabrea y teoriza sobre los escritos de Merton. Sin embargo, qué lástima, es la persona menos mertoniana que he conocido en su talante, actitud y modo de obrar en la vida. Y es que, muchas veces, de lo que más usamos es de lo que menos nos beneficiamos. Y es aquí y ahora cuando llegaría la limpia y lúcida carcajada del maestro Thomas Merton, ésa que no acallaba ni todo el polvo radiactivo.
Yo creo que lo mejor de Merton es que no pertenece a ninguna escuela o tendencia particular en la Iglesia; hizo lo que su conciencia le dictaminó, y no se puede decir que sea de izquierda o de derecha, pues sus acciones ocupan un amblio abanico de posturas. Ya sé que muchos le han criticado por su acercamiento al oriente, pero es una postura retrograda, pues hoy la Iglesia está abierta al diálogo con las culturas y Merton es un precursor.
Publicar un comentario