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jueves, 4 de diciembre de 2008

Hace cuarenta años...


Este 10 de diciembre se estarán cumpliendo 40 años de la muerte de Thomas Merton. Ese día, del año 1968, estaba Merton en Bangkok, Tailandia, participando de un Congreso de Abades Cistercienses, al que había sido invitado para pronunciar una conferencia sobre “Marxismo y perspectivas monásticas”, tema de mucha actualidad en aquellos años de cambios y revueltas. El encuentro se celebraba en el Centro de Conferencias de la Cruz Roja, exactamente en Samutprakan, situado a unos 40 kilómetros de la ciudad. Como era habitual en sus reflexiones el tema resultó crítico y abierto, invitando a pensar en el papel que tendría que jugar el monje ante las urgentes necesidades de su tiempo.
En su reciente biografía de Thomas Merton, apunta Ramón Cao, acerca de las ideas de Merton en esa ocasión: “Que ya no había lugar para la confianza en unas estructuras en sí mismas valiosas, pero que podían ser desmanteladas por un poder político en cualquier momento. Que había que planear el futuro contando con la eventualidad de ser destruidos como institución: lo esencial de la vida monástica no eran ni los edificios, ni las vestimentas, ni la regla, sino la completa transformación interna, la puritas cordis, al servicio de la cual ha de estar todo lo demás”.
Se adelantaba Merton a las discusiones que habrían de suscitarse en la Iglesia sobre este tema; él invitaba a “ir más allá de la división” y “ahondar en la comprensión de lo auténticamente real”. Esa fue la última ocasión en que Merton fue escuchado y visto públicamente: se retiro a su habitación, recomendando antes a todos que se tomasen una coca cola y añadiendo: “Ahora, pues, desapareceré”. Fue encontrado más tarde en su habitación, ya muerto, cuando todos se inquietaron con su ausencia en el segundo momento en que le tocaba animar la discusión sobre lo que antes había expuesto.
Si con 54 años Merton nos había dejado una cantidad increíble de escritos, imaginamos cuánto más podía haber compartido si no lo hubiera sorprendido la muerte de una manera tan inesperada y absurda. Han pasado 40 años desde entonces, y el testimonio que ha dejado está más presente y vivo que nunca; creo que Merton es un maestro, pero sobre todo creo que es un ser humano en el que puede mirarse cualquiera de nosotros. Un maestro y un amigo que nos invita a recorrer la senda de la contemplación, de la pura confianza y de la vida plena.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Después de 40 años, Thomas Merton sigue latiendo en compañía de Grün, Küng, Cardenal, Nouwen, Vanier, Casaldáliga, Boff, Rahner, Sobrino, Tamayo y tantos otros. Vive en toda teología y espiritualidad auténticas, sin etiquetas ni fronteras de cualquier clase, libre y por encima de permisos, bendiciones o críticas oficiales. Espiritualidad de carne y hueso, a pie de obra. Contemplación activa, de ida y vuelta: llegamos al OTRO y, una vez en ÉL, vemos reflejado a ese otro de nuestro aquí, y volvemos para amarlo.
Quiero hacer un pequeño, humilde y personal homenaje a Merton con esta anécdota que voy a contar, y que dedico a un rasgo muy notable de su carácter, el sentido del humor: Escuché, su nombre por primera vez en boca de alguien que, con asiduidad, palabrea y teoriza sobre los escritos de Merton. Sin embargo, qué lástima, es la persona menos mertoniana que he conocido en su talante, actitud y modo de obrar en la vida. Y es que, muchas veces, de lo que más usamos es de lo que menos nos beneficiamos. Y es aquí y ahora cuando llegaría la limpia y lúcida carcajada del maestro Thomas Merton, ésa que no acallaba ni todo el polvo radiactivo.

Anónimo dijo...

Yo creo que lo mejor de Merton es que no pertenece a ninguna escuela o tendencia particular en la Iglesia; hizo lo que su conciencia le dictaminó, y no se puede decir que sea de izquierda o de derecha, pues sus acciones ocupan un amblio abanico de posturas. Ya sé que muchos le han criticado por su acercamiento al oriente, pero es una postura retrograda, pues hoy la Iglesia está abierta al diálogo con las culturas y Merton es un precursor.

Ser parte de todo...

¡Oh Dios! Somos uno contigo. Tú nos has hecho uno contigo. Tú nos has enseñado que si permanecemos abiertos unos a otros Tú moras en nosotros. Ayúdanos a mantener esta apertura y a luchar por ella con todo nuestro corazón. Ayúdanos a comprender que no puede haber entendimiento mutuo si hay rechazo. ¡Oh Dios! Aceptándonos unos a otros de todo corazón, plenamente, totalmente, te aceptamos a Ti y te damos gracias, te adoramos y te amamos con todo nuestro ser, nuestro espíritu está enraizado en tu Espíritu. Llénanos, pues, de amor y únenos en el amor conforme seguimos nuestros propios caminos, unidos en este único Espíritu que te hace presente en el mundo, y que te hace testigo de la suprema realidad que es el amor. El amor vence siempre. El amor es victorioso. AMÉN.
-Thomas Merton-

Santidad es descubrir quién soy...

“Es cierto decir que para mí la santidad consiste en ser yo mismo y para ti la santidad consiste en ser tú mismo y que, en último término, tu santidad nunca será la mía, y la mía nunca será la tuya, salvo en el comunismo de la caridad y la gracia. Para mí ser santo significa ser yo mismo. Por lo tanto el problema de la santidad y la salvación es en realidad el problema de descubrir quién soy yo y de encontrar mi yo verdadero… Dios nos deja en libertad de ser lo que nos parezca. Podemos ser nosotros mismos o no, según nos plazca. Pero el problema es este: puesto que Dios solo posee el secreto de mi identidad, únicamente él puede hacerme quien soy o, mejor, únicamente Él puede hacerme quien yo querré ser cuando por fin empiece plenamente a ser. Las semillas plantadas en mi libertad en cada momento, por la voluntad de Dios son las semillas de mi propia identidad, mi propia realidad, mi propia felicidad, mi propia santidad” (Semillas de contemplación).

LA DANZA GENERAL.

"Lo que es serio para los hombres a menudo no tiene importancia a los ojos de Dios.Lo que en Dios puede parecernos un juego es quizás lo que El toma más seriamente.Dios juega en el jardin de la creación, y, si dejamos de lado nuestras obsesionessobre lo que consideramos el significado de todo, podemos escuchar el llamado de Diosy seguirlo en su misteriosa Danza Cósmica.No tenemos que ir muy lejos para escuchar los ecos de esa danza.Cuando estamos solos en una noche estrellada; cuando por casualidad vemos a los pajaros que en otoño bajan sobre un bosque de nísperos para descansar y comer; cuando vemos a los niños en el momento en que son realmente niños; cuando conocemos al amor en nuestros corazones; o cuando, como el poeta japonés Basho, oímos a una vieja ranachapotear en una solitaria laguna; en esas ocasiones, el despertar, la inversiónde todos los valores, la "novedad", el vacío y la pureza de visión que los hace tan evidentes nos dan un eco de la danza cosmica.Porque el mundo y el tiempo son la danza del Señor en el vacío. El silencio de las esferas es la música de un festín de bodas. Mientras más insistimos en entender mal los fenómenos de la vida, más nos envolvemos en tristeza, absurdo y desesperación. Pero eso no importa, porque ninguna desesperación nuestra puede alterar la realidad de las cosas, o manchar la alegría de la danza cósmica que está siempre allí. Es más, estamos en medio de ella, y ella está en medio de nosotros, latiendo en nuestra propia sangre, lo queramos o no".
Thomas Merton.

ORACIÓN DE CONFIANZA...

“Señor Dios mío, no tengo idea de hacia dónde voy. No conozco el camino que hay ante mí. No tengo seguridad de dónde termina. No me conozco realmente, y el hecho de que piense que cumplo tu voluntad, no significa que realmente lo haga. Pero creo que el deseo de agradarte te agrada realmente. Y espero tener este deseo en todo lo que estoy haciendo. Espero no hacer nunca nada aparte de tal deseo. Y sé que si hago esto, tú me llevarás por el camino recto, aunque yo no lo conozca. Por lo tanto, siempre confiaré en ti aunque parezca perdido y a la sombra de la muerte. No temeré, pues tú estás siempre conmigo y no me dejarás que haga frente solo a mis peligros

Para intercambiar comentarios sobre Thomas Merton y otros maestros contemporaneos del espíritu.