“Thomas Merton hizo el singular viaje sin distancia que es el camino monástico; cultivó el arte de la pregunta inteligente, sin tregua, para sacudir los cimientos de nuestros autoengaños más reconfortantes. Conocedor, como pocos, de los caminos contemplativos de la tradición cristiana desde los Padres del desierto, Merton no está, en realidad, tan interesado en enseñarnos formas particulares de hacer oración como en recordarnos la posibilidad real de ser oración”.
“La voz de Merton es no sólo vigente, sino urgente, como ponen de manifiesto sus escritos en torno al misticismo, al diálogo interconfesional y a la paz. Fue capaz de leer las noticias de su siglo con el ojo interior del amor, en la medida en que supo penetrar en el corazón de la complejidad social con sencillez y sin egoísmo, haciéndose portavoz, con lengua de fuego y corazón herido, de una invitación universal a la santidad. Sus palabras fueron las de un verdadero profeta del siglo XX”.
“Thomas Merton, desde la soledad de su monasterio y desde las luchas de su corazón inquieto, supo proyectar como pocos en su tiempo una mirada compasiva e inteligente sobre las personas, los acontecimientos y las locuras de su tiempo”
Ahora, algunos textos del propio Merton:
“Si quieres saber quién soy,
No me preguntes dónde vivo,
O lo que me gusta comer,
O cómo me peino;
Pregúntame, más bien,
Por lo que vivo, detalladamente,
Y pregúntame si lo que pienso
Es dedicarme a vivir plenamente
Aquello para lo que quiero vivir”.
“De alguna maneras, tengo que buscar mi identidad no sólo en Dios, sino también en los otros. Jamás podré encontrarme a mí mismo si me aíslo del resto de la humanidad como si perteneciera a una especie diferente”.
1 comentario:
La fuerte personalidad de Merton constituye un estímulo para todo aquel que se acerca a sus escritos; ciertamente su vivencia espiritual cristiana tiene como estructura una cultura amplia y una sensibilidad humana tremenda. De ahí su libertad, su capacidad de diálogo y su apertura a otros caminos religiosos. De gente como Merton está muy necesitada nuestra Iglesia y nuestro tiempo.
Gracias, P.Manuel.
Emilio.
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