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sábado, 10 de marzo de 2007

SOBRE LA LECTURA DE LA BIBLIA (Benedicto XVI).

"Sin duda alguna, la Biblia, en su integridad, es algo grandioso y que hay que descubrir poco a poco. Porque si la consideramos sólo parcialmente, a menudo puede resultar difícil comprender que se trata de la palabra de Dios: por ejemplo, en ciertas partes de los libros de los Reyes, con las crónicas, con el exterminio de los pueblos existentes en Tierra Santa. Muchas otras cosas son difíciles. Precisamente también el Qohélet puede ser aislado y puede resultar muy difícil: justamente parece teorizar la desesperación, porque nada permanece y porque también el sabio al final muere junto con los necios. Acabamos de leerlo ahora en el Breviario. Un primer punto me parece precisamente leer la Sagrada Escritura en su unidad e integridad. Cada parte forma parte de un camino, y sólo viéndolas en su integridad, como un camino único, donde una parte explica la otra, podemos comprender esto. Detengámonos, por ejemplo, con el Qohélet. En otro tiempo estaba la palabra de la sabiduría, según la cual quien es bueno vive también bien, es decir, Dios premia a quien es bueno. Y después viene Job y se ve que no es así, y precisamente quien vive bien sufre más. Parece verdaderamente olvidado por Dios. Siguen los Salmos de aquel período, donde se dice: ¿qué hace Dios? Los ateos, los soberbios viven bien, están gordos, se alimentan bien, se ríen de nosotros y dicen: ¿dónde está Dios? No se interesa por nosotros, y nosotros hemos sido vendidos como ovejas de matadero ¿Qué haces con nosotros? ¿Por qué es así? Llega el momento en que el Qohélet dice: pero toda esta sabiduría, al final, ¿dónde permanece? Es un libro casi existencialista, en el que se afirma: todo es vano. Este primer camino no pierde su valor, sino que se abre a la nueva perspectiva que, al final, conduce hacia la cruz de Cristo, "el Santo de Dios", como dice san Pedro en el capítulo sexto del evangelio de san Juan. Termina con la cruz. Y precisamente así se demuestra la sabiduría de Dios, que luego nos describirá san Pablo. Y, por tanto, sólo si consideramos todo como un único camino, paso a paso, y aprendemos a leer la Escritura en su unidad, podemos también realmente acceder a la belleza y a la riqueza de la Sagrada Escritura. Por consiguiente, leer todo, pero siempre teniendo presente la totalidad de la Sagrada Escritura, donde una parte explica la otra, un paso del camino explica el otro. La exégesis moderna puede ser de gran ayuda en lo que respecta a este punto. Consideremos, por ejemplo, el libro de Isaías, cuando los exegetas descubrieron que a partir del capítulo 40 el autor es otro, el Deutero-Isaías, como se dijo en aquel tiempo. Para la teología católica fue un momento de gran terror. Alguno pensó que así se destruía Isaías y, al final, en el capítulo 53, la visión del Siervo de Dios ya no era del Isaías que había vivido casi 800 años antes de Cristo. ¿Qué hacemos?, se preguntaron. Ahora hemos comprendido que todo el libro es un camino de relecturas siempre nuevas, donde se entra cada vez con más profundidad en el misterio propuesto al inicio y se abre cada vez más plenamente cuanto estaba inicialmente presente, pero aún cerrado. En un libro podemos comprender precisamente todo el camino de la Sagrada Escritura: se trata de una relectura permanente, un volver a comprender cuanto se ha dicho antes. La luz se va encendiendo lentamente y el cristiano puede comprender cuanto el Señor ha dicho a los discípulos de Emaús, explicándoles que todos los profetas habían hablado de él. El Señor nos abre la última relectura: Cristo es la clave de todo, y sólo uniéndose en el camino a los discípulos de Emaús, sólo caminando con Cristo, releyendo todo en su luz, con él crucificado y resucitado, entramos en la riqueza y en la belleza de la Sagrada Escritura. Por esta razón, diría que el punto importante es no fragmentar la Sagrada Escritura. Precisamente la crítica moderna, como vemos ahora, nos ha hecho comprender que es un camino permanente. Y también podemos ver que es un camino que tiene una dirección y que Cristo es el punto de llegada. Comenzando desde Cristo podemos reanudar el camino y entrar en la profundidad de la Palabra. Resumiendo, diría que la lectura de la Sagrada Escritura debe ser siempre una lectura a la luz de Cristo. Sólo así podemos leer y comprender, incluso en nuestro contexto actual, la Sagrada Escritura y obtener realmente de ella la luz. Debemos comprender esto: la Sagrada Escritura es un camino con una dirección. Quien conoce el punto de llegada también puede dar, ahora de nuevo, todos los pasos y aprender así, de modo más profundo, el misterio de Cristo. Comprendiendo esto, también hemos comprendido el carácter eclesial de la Sagrada Escritura, porque estos caminos, estos pasos del camino, son pasos de un pueblo. Es el pueblo de Dios que va adelante. El verdadero propietario de la Palabra es siempre el pueblo de Dios, guiado por el Espíritu Santo, y la inspiración es un proceso complejo: el Espíritu Santo guía adelante, y el pueblo recibe. Es, pues, el camino de un pueblo, del pueblo de Dios. La sagrada Escritura hay que leerla bien. Pero esto sólo puede hacerse si caminamos dentro de este sujeto que es el pueblo de Dios que vive, que es renovado y fundado de nuevo por Cristo, pero que conserva siempre su identidad. Por consiguiente, diría que hay tres dimensiones relacionadas y compenetradas entre sí: la dimensión histórica, la dimensión cristológica y la dimensión eclesiológica —del pueblo en camino—. En una lectura completa las tres dimensiones están presentes. Por eso, la liturgia —la lectura común y orante del pueblo de Dios— sigue siendo el lugar privilegiado para la comprensión de la Palabra, porque precisamente aquí la lectura se convierte en oración y se une a la oración de Cristo en la Plegaria eucarística. Quisiera añadir aún una cosa, que han subrayado todos los Padres de la Iglesia. Pienso, sobre todo, en un bellísimo texto de san Efrén y en otro de san Agustín, en los que se dice: si has comprendido poco, acepta, no pienses que has comprendido todo. La Palabra sigue siendo siempre mucho más grande de lo que has podido comprender. Y esto hay que decirlo ahora de modo crítico ante una cierta parte de la exégesis moderna, que piensa que ha comprendido todo y que por eso, después de la interpretación elaborada por ella, ya no se puede decir nada más. Esto no es verdad. La Palabra es siempre más grande que la exégesis de los Padres y que la exégesis crítica, porque también esta comprende sólo una parte, diría, más bien, una parte mínima. La Palabra es siempre más grande, este es nuestro gran consuelo. Y, por una parte, es hermoso saber que hemos comprendido solamente un poco. Es hermoso saber que existe aún un tesoro inagotable y que cada nueva generación redescubrirá nuevos tesoros e irá adelante con la grandeza de la palabra de Dios, que va siempre delante de nosotros, nos guía y es siempre más grande. Con esta certeza se debe leer la Escritura. San Agustín dijo: beben de la fuente la liebre y el asno. El asno bebe más, pero cada uno bebe según su capacidad. Sea que seamos liebres, sea que seamos asnos, estemos agradecidos porque el Señor nos permite beber de su agua".

Benedicto XVI

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Aun cuando muchas veces no compartia los criterios del cardenal Ratzinger siempre me admiró su capacidad intelectual. Ahora, como papa, creo que ha sabido llamar la atención sobre algunos temas importantes de la vida espiritual, y con un lenguaje, además, muy fácil de entender. Creo que busca una renovación de la vida cristiana y no desde una postura restauradora, sino desde una renovación espiritual. Hay que reconocerlo, y es algo muy bueno.

Anónimo dijo...

No soy muy amigo del papa ratzinger, pero puedo ver su tremenda capacidad teológica. Bien por este texto en la línea de la espiritualidad bíblica.

Ser parte de todo...

¡Oh Dios! Somos uno contigo. Tú nos has hecho uno contigo. Tú nos has enseñado que si permanecemos abiertos unos a otros Tú moras en nosotros. Ayúdanos a mantener esta apertura y a luchar por ella con todo nuestro corazón. Ayúdanos a comprender que no puede haber entendimiento mutuo si hay rechazo. ¡Oh Dios! Aceptándonos unos a otros de todo corazón, plenamente, totalmente, te aceptamos a Ti y te damos gracias, te adoramos y te amamos con todo nuestro ser, nuestro espíritu está enraizado en tu Espíritu. Llénanos, pues, de amor y únenos en el amor conforme seguimos nuestros propios caminos, unidos en este único Espíritu que te hace presente en el mundo, y que te hace testigo de la suprema realidad que es el amor. El amor vence siempre. El amor es victorioso. AMÉN.
-Thomas Merton-

Santidad es descubrir quién soy...

“Es cierto decir que para mí la santidad consiste en ser yo mismo y para ti la santidad consiste en ser tú mismo y que, en último término, tu santidad nunca será la mía, y la mía nunca será la tuya, salvo en el comunismo de la caridad y la gracia. Para mí ser santo significa ser yo mismo. Por lo tanto el problema de la santidad y la salvación es en realidad el problema de descubrir quién soy yo y de encontrar mi yo verdadero… Dios nos deja en libertad de ser lo que nos parezca. Podemos ser nosotros mismos o no, según nos plazca. Pero el problema es este: puesto que Dios solo posee el secreto de mi identidad, únicamente él puede hacerme quien soy o, mejor, únicamente Él puede hacerme quien yo querré ser cuando por fin empiece plenamente a ser. Las semillas plantadas en mi libertad en cada momento, por la voluntad de Dios son las semillas de mi propia identidad, mi propia realidad, mi propia felicidad, mi propia santidad” (Semillas de contemplación).

LA DANZA GENERAL.

"Lo que es serio para los hombres a menudo no tiene importancia a los ojos de Dios.Lo que en Dios puede parecernos un juego es quizás lo que El toma más seriamente.Dios juega en el jardin de la creación, y, si dejamos de lado nuestras obsesionessobre lo que consideramos el significado de todo, podemos escuchar el llamado de Diosy seguirlo en su misteriosa Danza Cósmica.No tenemos que ir muy lejos para escuchar los ecos de esa danza.Cuando estamos solos en una noche estrellada; cuando por casualidad vemos a los pajaros que en otoño bajan sobre un bosque de nísperos para descansar y comer; cuando vemos a los niños en el momento en que son realmente niños; cuando conocemos al amor en nuestros corazones; o cuando, como el poeta japonés Basho, oímos a una vieja ranachapotear en una solitaria laguna; en esas ocasiones, el despertar, la inversiónde todos los valores, la "novedad", el vacío y la pureza de visión que los hace tan evidentes nos dan un eco de la danza cosmica.Porque el mundo y el tiempo son la danza del Señor en el vacío. El silencio de las esferas es la música de un festín de bodas. Mientras más insistimos en entender mal los fenómenos de la vida, más nos envolvemos en tristeza, absurdo y desesperación. Pero eso no importa, porque ninguna desesperación nuestra puede alterar la realidad de las cosas, o manchar la alegría de la danza cósmica que está siempre allí. Es más, estamos en medio de ella, y ella está en medio de nosotros, latiendo en nuestra propia sangre, lo queramos o no".
Thomas Merton.

ORACIÓN DE CONFIANZA...

“Señor Dios mío, no tengo idea de hacia dónde voy. No conozco el camino que hay ante mí. No tengo seguridad de dónde termina. No me conozco realmente, y el hecho de que piense que cumplo tu voluntad, no significa que realmente lo haga. Pero creo que el deseo de agradarte te agrada realmente. Y espero tener este deseo en todo lo que estoy haciendo. Espero no hacer nunca nada aparte de tal deseo. Y sé que si hago esto, tú me llevarás por el camino recto, aunque yo no lo conozca. Por lo tanto, siempre confiaré en ti aunque parezca perdido y a la sombra de la muerte. No temeré, pues tú estás siempre conmigo y no me dejarás que haga frente solo a mis peligros

Para intercambiar comentarios sobre Thomas Merton y otros maestros contemporaneos del espíritu.