1- Una inquietud interior, un agobio, por alcanzar, por terminar, por conseguir, aun a sabiendas de que nunca me sentiré totalmente satisfecho. Al mismo tiempo no queremos detenernos, tenemos miedo a que de pronto todo quede vacío y en silencio, porque tendremos que mirar de frente nuestra propia realidad, lo que somos o creemos ser. Creemos realmente en Dios y en su amor? Confiamos en Él? Le conocemos de verdad? Qué imagen guardamos de ese Dios en quien decimos creer? Pero en medio de todo el ruido que llena nuestra vida permanece un voz suave, como un susurro, que se empeña en decir: “Vengan a mi todos los que están cansados y agobiados, que yo les aliviaré. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán descanso. Porque mi yugo es llevadero, y mi carga ligera” (MT 11, 28-30). Esa voz habla desde lo más hondo de nuestro corazón.
2- Poder escuchar esa voz, crear las condiciones para ello, creer en lo me dice y vivir de acuerdo con eso es la vida espiritual. Esa voz me dice: DIOS ES AMOR<>. Esa simple afirmación tiene enormes consecuencias desde que vivimos a partir de ella: Si Dios, que me ha creado, es amor y solo amor, yo soy amado antes de que ningún ser humano me amara. Este primer amor es la razón y el fundamento de mi vida. Pero: Nosotros andamos por la vida indagando acerca del amor, preguntando siempre a todos y a todo: Me quieres? Y ese amor que encontramos nunca colma, siempre nos deja insatisfechos. El gran reto espiritual consiste en descubrir a lo largo de nuestra vida que el amor limitado, condicional y temporal que recibimos de nuestros seres queridos es reflejo del amor ilimitado, incondicional y eterno de Dios.
3- Siempre estamos tentados por el fatalismo, el desaliento, la desesperanza. El fatalismo es la actitud que nos hace vivir como víctimas pasivas de las circunstancias exteriores que escapan a nuestro control. Los cubanos sabemos mucho de esto. Lo opuesto al fatalismo es la fe. La fe consiste en la confianza profunda en que el amor de Dios es más fuerte que todos los poderes anónimos del mundo y puede transformarnos de víctimas de las tinieblas en siervos de la luz. (MT 17, 19-20). Pensemos en los diferentes modos fatalistas que tenemos de pensar, hablar o actuar, e irlos transformando poco a poco en actos de fe. Este movimiento del fatalismo a la fe es una parte importante de nuestra vida espiritual, porque ayuda a disipar las tinieblas de nuestro corazón y nos transforma en personas cuya confianza en el amor de Dios puede realmente “mover montanas”.
4- Una vida espiritual es una vida agradecida. La verdadera gratitud espiritual abarca todo nuestro pasado, tanto los buenos como los malos acontecimientos, los momentos alegres y los tristes. Aun lo malo que sucede, ocurre estando nosotros en la presencia amorosa de Dios. El propio sufrimiento de Jesús fue causado por los poderes de las tinieblas, y sin embargo él habla de su pasión y su muerte como de su camino de gloria. A veces resulta difícil conservar toda nuestra vida bajo la luz del agradecimiento: cosas que rechazamos, por las que nos sentimos avergonzados o culpables, cosas que no debieron ocurrir, que nos lastiman. Pero siempre que aprendemos a mirarlo COMO DIOS LO VE, todo se vuelve bendición porque nos lleva a un conocimiento más profundo de la misericordia de Dios, a la convicción de la guía providente de Dios. “Todo es bien para los que aman a Dios”-dirá San Pablo. Ser agradecidos nos hace más libres y capaces para ser enviados al mundo y anunciar la BUENA NUEVA. Todas nuestras faltas y dolores pueden transformarse en agradecimiento y hacernos a nosotros capaces de convertirnos en mensajeros de esperanza.
5- Una vida espiritual transcurre bajo el signo de la sencillez y la confianza. Y en ella ocupa el pobre un lugar muy, especial. Dice Jesús: “Bienaventurados los pobres”, y no Bienaventurados los que ayudan a los pobres. Aquí está una clave importante del reino y de la vida espiritual. Ayudar, servir, ofrecer consuelo, todo esto es bueno. PERO: es mucho más importante reconocer que los pobres son portadores de una bendición de Dios para mí. Cuál? Ellos me permiten vislumbrar el rostro de Dios. El cielo consiste en ver a Dios, podemos ver a Dios en el rostro de Jesús, y vemos a Jesús en los pobres. Los pobres nos muestran a Jesús y nos dan vida –dijo una vez Jean Vanier. En esto radica el misterio del servicio cristiano: los que sirven a Jesús en el pobre serán alimentados por el mismo a quien sirven. (LC 12,37). Necesitamos tanto que nos bendigan y el pobre está esperando bendecirnos. Los pobres son portadores de Gracia.
6- La soledad y el silencio son importantes en la vida espiritual, pero Jesús envió a sus discípulos “de dos en dos”, porque no quiere que hagamos este viaje solos. “Miren que los envío como ovejas en medio de lobos; sean sencillos como palomas y astutos como serpientes”. La comunidad es importantísima para la vida espiritual, ella nos envía y nos protege, nos alimenta y nos sostiene. Dijo Jesús: “Donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. Juntos podemos revelar algo de Dios que ninguno de nosotros puede revelar por sí solo.
RESUMEN: Una vida espiritual es una vida celebrada, agradecida, compartida, aceptada. Una vida en la que puedo escuchar la voz de Dios, revelándome su amor en los pobres y en toda su creación. Dijo Henri Nouwen:
“La grandeza espiritual no tiene nada que ver con ser mayor que los demás. Tiene mucho que ver con llegar al nivel al que cada uno de nosotros tiene que llegar. La verdadera santidad es precisamente beber tu propia copa y confiar en que así, asimilándote plenamente a tu propio caminar por la tierra, que es irremplazable, puedes llegar a ser una fuente de esperanza para muchos”.
1 comentario:
La foto que acompaña a este artículo fue tomada en la Iglesia parroquial de Limonar, provincia de Matanzas, Cuba, atendida por una congregación religiosa femenina y los PPCarmelitas Descalzos.
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