“Ayer, en Louisville, en la esquina de las calles Cuarta y Walnut, comprendí de pronto que yo amaba a todo el mundo y que nadie me era o podía ser totalmente extraño. Fue como si despertase de un sueño: el sueño de mi distanciamiento, de la vocación “especial” a ser diferente. Realmente mi vocación no me hace diferente del resto de los hombres ni me coloca en una categoría especial si no es de manera artificial, jurídicamente. Yo sigo siendo un miembro de la raza humana, y ningún otro destino es más glorioso para el hombre, si tenemos en cuenta que la Palabra se hizo carne, convirtiéndose también en miembro de la Raza Humana”.
Este descubrimiento supuso para Merton un salto en su camino espiritual. El 5 de mayo de 1958, escribe: “Está muy bien decir que yo he estado viendo a Dios en Sí mismo. Pero no lo he visto. Yo sólo lo he visto en un mundo monástico muy pequeño. Éste es demasiado pequeño”.
La meta de Merton es ahora mayor: “Debo ver y abrazar a Dios en el mundo entero”.Para eso, dice: “Debo conocer el mundo en que vivimos y en que se supone que luchamos a favor del Reino de Dios”. Ya no es el monje que huye del mundo, que reniega de él, sino que algo ha despertado y le permite vislumbrar una Presencia en ese mismo mundo. Esa es la fuente de su creciente sentido ecuménico también, además de su compromiso con las causas nobles de su tiempo.
“Tengo que escribir y hablar, no como el individuo que se ha distanciado del mundo y desea que el mundo lo sepa, sino como la persona que se ha perdido a sí misma al servicio de la inmensa sabiduría del plan de Dios de revelarse a Sí mismo en el mundo y en el hombre”.
1 comentario:
Merton es genial. Es el monje por excelencia, mostrando como la vida contemplativa ilumina para redescubrir todo alrededor. Esta "visión" suya acerca del mundo lo coloca a la cabeza de los testigos de la fe para el nuevo siglo
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