Sin embargo, no faltarán momentos de dificultad. A veces no podrás acallar el ruido que te rodea y que está en ti; a veces sentirás el cansancio y hasta el desagrado de rezar; a veces tu sensibilidad preferirá cualquier otra cosa menos que estar en oración frente a Dios, como si ese fuera sólo "tiempo perdido". Sentirás, finalmente, las tentaciones del Maligno, que tratará de separarte del Señor, de alejarte de la oración. No temas. Las mismas pruebas que tú vives las experimentaron antes los santos, a menudo mucho más abrumadoras. Persevera, resiste y recuerda que lo único que realmente podemos darle a Dios es la prueba de nuestra fidelidad. Con la perseverancia salvarás tu oración y tu vida.
Llegará después la hora de la "noche oscura", cuando todo te parecerá árido o inclusive absurdo en las cosas de Dios. No temas. Ese es el momento en que Dios lucha junto a ti: remueve todo pecado en la confesión humilde y sincera de tus culpas y busca el perdón sacramental. Dale a Dios más de tu tiempo. Deja que la noche de los sentidos y del espíritu se convierta para ti en la hora de la participación en la pasión del Señor. En este punto Jesús mismo cargará con tu cruz y te conducirá consigo hacia la alegría de la Pascua. No te asombrará, entonces, descubrir como amable esa noche, ya que la verás transformada para ti en noche de amor, inundada por la alegría de la presencia del Amado.
No tengas miedo, por tanto, de las pruebas y de las dificultades de la oración. Recuerda solamente que Dios es fiel y no permitirá nunca una prueba sin salida, no dejará nunca que seas tentado sin darte la fuerza para soportar y vencer. Déjate amar por Dios. Como una gota de agua que se evapora bajo los rayos del sol y sube para volver a la tierra como lluvia fecunda o rocío consolador, deja así que tu ser sea cincelado por Dios, plasmado por el amor de los Tres, absorbido y restituido a la historia como regalo fecundo. Deja que la oración haga crecer en ti la libertad de todo miedo, el valor y la audacia del amor, la fidelidad a las personas que Dios te ha confiado y a las situaciones en las que te ha puesto, sin buscar evasiones o consuelos mediocres. Aprende, al rezar, a vivir la paciencia de esperar los tiempos de Dios, que no son los nuestros, y a seguir sus caminos, que a menudo tampoco son los nuestros.
4 comentarios:
no sé si desde arriba alguien te va dictando que buscar y compartir;o si es que todo en este tiempo me cae "justo"...pero GRACIAS, una vez más, por ser puente para que me llegue todo esto que hace bien y da luz a algunas situaciones.
FELICIDADES a los Amigos de tu blog!!
Es cierto, Analía, yo creo que al P.Manuel le dictan que poner en cada momento en el blog. "Siempre acierta", "siempre lo que necesitamos saber esta aquí..."
P.Manuel, ¿quién es Bruno Forte?
Muchas gracias y FELICIDAD a todos
Jose
Feliz Navidad a todos los amigos del Blog de Merton. Muchas gracias, Manuel, por todo el tiempo que pones en mantenernos alimentados espiritualmente.
Pienso igual que Analía y M. José. El Padre Manuel es alguien de quien el PADRE se vale para hacerme llegar lo que necesito en cada momento. Visito su página a diario, aunque no suelo escribir comentarios porque no tengo facilidad de expresión.
Hoy especialmente quiero darle las gracias deseando que pase unas felices fiestas así como a todos los amigos de su blog.
M. José: he encontrado estos datos sobre BRUNO FORTE, además hay una página que trae cosas suyas:
ARVO.NET
Un abrazo
Bruno Forte
Nace en 1949 en Nápoles. Sacerdote desde 1973 y arzobispo de Chieti-Vasto desde 2004. Estudió en Tubinga y en París. Doctor en teología y filosofía, ha sido profesor de teología dogmática en la Pontificia Facultad teológica de Italia meridional y consultor del Consejo pontificio para la unidad de los cristianos y del Consejo pontificio para el diálogo con los no creyentes. Es miembro de la Comisión teológica internacional.
Obras: «La Chiesa nell’eucaristia», 1975; «Jesús de Nazaret», 1983; «La teología como compañía, memoria y profecía», 1990; «Teología de la historia», 1995; «La Iglesia de la Trinidad», 1996; «En memoria del Salvador», 1997; «La Iglesia, icono de la Trinidad», 1997 (2a. ed.); «María, la mujer icono del misterio», 2001 (2a. ed.); «Trinidad como historia», 2001 (3a. ed.); «La eternidad en el tiempo», 2000; «La esencia del cristianismo», 2002.
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