"La verdadera pobreza evangélica es una pobreza interior, donde únicamente cuenta la actitud del corazón. Esto se pone de manifiesto en el caso de los ricos (materialmente hablando) en el Evangelio, que tienen un corazón pobre.
Están en primer lugar las mujeres que seguían a Jesús y lo asistían lo mismo que a los apóstoles, con sus bienes (Lc 8, 3). Están Nicodemo y José de Arimatea, que enterraron a Cristo. Está también el rico Zaqueo, que responde magníficamente al Señor: "Daré la mitas de mis bienes a los pobres y, si en algo defraudé a alguien, le devolveré el cuádruple" (Lc 19, 8). Su corazón era libre o supo liberarse.
Además se puede ser rico, no solamente de dinero y posesiones materiales, sino más aún de bienes intelectuales, estéticos e incluso espirituales. Se puede ser rico de sus méritos, de sus renuncias, de su perseverancia. Nada cierra, con más seguridad, a la gracia de Cristo que esto. En la parábola evangélica (Lc 18, 9-14), dirigiéndose a algunos que estaban convencidos de ser justos y despreciaban a todos los demás, el fariseo, materialmente más pobre, se muestra rico en su complacencia en sí mismo y en su desprecio de los demás, mientras que el publicano, con toda seguridad materialmente más rico, tiene un corazón pobre:
"El fariseo, de pie, oraba en su interior de esta manera: '¡Oh Dios!, te
doy gracias porque no soy como los demás hombres, rapaces,
injustos, adúlteros, ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces
por semana y doy el diezmo de todas mis ganancias' " (Lc18, 11-12)
Odioso. ¿verdad? Pero ¡cuidado!, que cada uno se examine en este punto… El monje "modelo" que se cree mejor que los demás…
"En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se atrevía a
alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: '¡Oh
Dios!, ten compasión de mí, que soy pecador'. Os digo que éste bajó
a su casa justificado y aquel no, porque todo el que se ensalce será
humillado, pero el que se humille será ensalzado" (Lc 18, 13-14)
Nosotros nos identificamos, naturalmente, con el "buen" publicano. Pero ¿esto es verdad? A veces tenemos dificultad con la fórmula de la Oración de Jesús (calcada, en parte, de la oración del publicano): "Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí, pecador". No nos sentimos pecadores hasta ese punto…
En el silencio de la oración, en el fondo de nuestro corazón todos nos sentimos pobres, precisamente ante el Amor que nos ama con pura gratuidad."
CARIDAD.
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