Una de las ilusiones más comunes consiste en pensar que, por hacer valer mis caprichos contra los preceptos de la autoridad, estoy manifestando mi libertad, que actúo espontáneamente. Esto no es verdadera espontaneidad ni conduce a la auténtica libertad. No es libertad, sino laxismo. Naturalmente, esta imperfecta espontaneidad puede ser preferible a la rutina sin alma de la sumisión al convencionalismo pasivo, pero ello no debe impedir que veamos sus obvias limitaciones.
Con todo, actualmente resulta muy difícil la obediencia religiosa, precisamente porque se considera abusivo pedir el sacrificio de “la propia personalidad” y de la “espontaneidad”. En realidad, lo que sucede es que muchas veces se confunden terriblemente las cosas. Por un lado, el súbdito puede huir de su responsabilidad. Por otro, es posible que el superior se rija por el capricho y la inmadurez y afronte de manera imperfecta las responsabilidades de su posición.
Sólo quien ha aprendido realmente a obedecer con inteligencia es capaz de dar órdenes con inteligencia. Cuando lo hace, conoce tanto el verdadero valor de la obediencia como la estricta limitación de sus poderes”.
Thomas Merton, Nuevas Semillas de Contemplación.
1 comentario:
Tengo dos cosas claras: que a todos nos cuesta mucho obedecer, y que la obediencia es una condición para el crecimiento y la maduración personal. VEo también lo mal que se ha usado en la historia de la vida religiosa, y veo al mismo tiempo los frutos de santidad que ha dado.
Veo, en fin, que es un tema sobre el cual habrá que meditar siempre, y cada uno, para poder obrar según Dios.
Ernesto.
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