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jueves, 17 de enero de 2008

Mirar a los otros en Comunidad



Hace varias entradas comenzamos a presentar algunas ideas sobre dirección espiritual, y hablábamos de tres vías o disciplinas básicas, según Henri Nouwen. Ya comentamos dos de ellas: la disciplina del corazón y la disciplina del libro; ahora comentamos la tercera, la de la Iglesia o comunidad de fe. "Estas tres disciplinas (el corazón, el libro y la Iglesia) exigen discernimiento espiritual, cuenta de conciencia y dirección, en orden a superar nuestra sordera y nuestra resistencia y convertirnos en personas libres y obedientes que escuchamos la voz de Dios cuando nos llama a lugares desconocidos".


La tercera disciplina clave para la dirección espiritual es la disciplina de la Iglesia o comunidad de fe. Esta práctica espiritual exige de nosotros estar en relación con el pueblo de Dios, testimoniando la presencia activa de Dios en la historia y en la comunidad. (Mateo 18, 20).
La comunidad de fe nos recuerda continuamente lo que está sucediendo realmente en el mundo y en nuestra vida. La liturgia y el leccionario de la Iglesia (oraciones, ritos y pasajes de la Escritura utilizados habitualmente, así como el calendario que sigue la vida cristiana a lo largo del año) desarrollan para nosotros, por ejemplo, la plenitud del acontecimiento Cristo. Cristo va a llegar, Cristo ha nacido, Cristo se manifiesta al mundo, Cristo sufre, Cristo muere, Cristo es resucitado, Cristo asciende al cielo, Cristo envía el Espíritu.
No son acontecimientos que tuvieron meramente lugar hace mucho tiempo y que recordamos ahora con una cierta melancolía, sino que tienen lugar en la vida cotidiana de la comunidad cristiana. En la vida de Cristo y a través de ella, recordada en la comunidad y en el culto, Dios nos da a conocer su presencia activa. La Iglesia dirige nuestra atención a los acontecimientos divinos subyacentes a la Historia, permitiéndonos dar sentido a nuestra propia historia.
Escuchar a la Iglesia es escuchar al Señor de la Iglesia. Esto significa, en concreto, tomar parte en la vida litúrgica de la Iglesia. Cuanto más permitamos que nos informen los acontecimientos de la vida de Cristo, tanto más capaces seremos de conectar nuestra propia historia cotidiana con la gran historia de la presencia de Dios en nuestra vida.
La disciplina de la Iglesia como comunidad de fe funciona como nuestro director espiritual, dirigiendo nuestro corazón y nuestra mente a Aquel que hace nuestra vida verdaderamente plena de acontecimientos. Reunirse con un director espiritual proporciona una experiencia interpersonal de la comunidad cristiana y permite que la conversión verse acerca de cómo nuestra vida individual es parte de la gran historia evolutiva del pueblo de Dios.

Henri Nouwen.

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Ser parte de todo...

¡Oh Dios! Somos uno contigo. Tú nos has hecho uno contigo. Tú nos has enseñado que si permanecemos abiertos unos a otros Tú moras en nosotros. Ayúdanos a mantener esta apertura y a luchar por ella con todo nuestro corazón. Ayúdanos a comprender que no puede haber entendimiento mutuo si hay rechazo. ¡Oh Dios! Aceptándonos unos a otros de todo corazón, plenamente, totalmente, te aceptamos a Ti y te damos gracias, te adoramos y te amamos con todo nuestro ser, nuestro espíritu está enraizado en tu Espíritu. Llénanos, pues, de amor y únenos en el amor conforme seguimos nuestros propios caminos, unidos en este único Espíritu que te hace presente en el mundo, y que te hace testigo de la suprema realidad que es el amor. El amor vence siempre. El amor es victorioso. AMÉN.
-Thomas Merton-

Santidad es descubrir quién soy...

“Es cierto decir que para mí la santidad consiste en ser yo mismo y para ti la santidad consiste en ser tú mismo y que, en último término, tu santidad nunca será la mía, y la mía nunca será la tuya, salvo en el comunismo de la caridad y la gracia. Para mí ser santo significa ser yo mismo. Por lo tanto el problema de la santidad y la salvación es en realidad el problema de descubrir quién soy yo y de encontrar mi yo verdadero… Dios nos deja en libertad de ser lo que nos parezca. Podemos ser nosotros mismos o no, según nos plazca. Pero el problema es este: puesto que Dios solo posee el secreto de mi identidad, únicamente él puede hacerme quien soy o, mejor, únicamente Él puede hacerme quien yo querré ser cuando por fin empiece plenamente a ser. Las semillas plantadas en mi libertad en cada momento, por la voluntad de Dios son las semillas de mi propia identidad, mi propia realidad, mi propia felicidad, mi propia santidad” (Semillas de contemplación).

LA DANZA GENERAL.

"Lo que es serio para los hombres a menudo no tiene importancia a los ojos de Dios.Lo que en Dios puede parecernos un juego es quizás lo que El toma más seriamente.Dios juega en el jardin de la creación, y, si dejamos de lado nuestras obsesionessobre lo que consideramos el significado de todo, podemos escuchar el llamado de Diosy seguirlo en su misteriosa Danza Cósmica.No tenemos que ir muy lejos para escuchar los ecos de esa danza.Cuando estamos solos en una noche estrellada; cuando por casualidad vemos a los pajaros que en otoño bajan sobre un bosque de nísperos para descansar y comer; cuando vemos a los niños en el momento en que son realmente niños; cuando conocemos al amor en nuestros corazones; o cuando, como el poeta japonés Basho, oímos a una vieja ranachapotear en una solitaria laguna; en esas ocasiones, el despertar, la inversiónde todos los valores, la "novedad", el vacío y la pureza de visión que los hace tan evidentes nos dan un eco de la danza cosmica.Porque el mundo y el tiempo son la danza del Señor en el vacío. El silencio de las esferas es la música de un festín de bodas. Mientras más insistimos en entender mal los fenómenos de la vida, más nos envolvemos en tristeza, absurdo y desesperación. Pero eso no importa, porque ninguna desesperación nuestra puede alterar la realidad de las cosas, o manchar la alegría de la danza cósmica que está siempre allí. Es más, estamos en medio de ella, y ella está en medio de nosotros, latiendo en nuestra propia sangre, lo queramos o no".
Thomas Merton.

ORACIÓN DE CONFIANZA...

“Señor Dios mío, no tengo idea de hacia dónde voy. No conozco el camino que hay ante mí. No tengo seguridad de dónde termina. No me conozco realmente, y el hecho de que piense que cumplo tu voluntad, no significa que realmente lo haga. Pero creo que el deseo de agradarte te agrada realmente. Y espero tener este deseo en todo lo que estoy haciendo. Espero no hacer nunca nada aparte de tal deseo. Y sé que si hago esto, tú me llevarás por el camino recto, aunque yo no lo conozca. Por lo tanto, siempre confiaré en ti aunque parezca perdido y a la sombra de la muerte. No temeré, pues tú estás siempre conmigo y no me dejarás que haga frente solo a mis peligros

Para intercambiar comentarios sobre Thomas Merton y otros maestros contemporaneos del espíritu.