rápidamente el período de profundas contradicciones internas durante el que se gestó
The Strange Islands y dibuja para sí mismo un nuevo horizonte hacia el que dirigir
sus esfuerzos. No satisfecho con afrontar los problemas de su tiempo desde la
posición de escritor devocional perteneciente a otro mundo, empieza a hablar desde
una perspectiva más global acerca de una amplia gama de problemas
contemporáneos. De esta manera Merton abandona su pose de asceta medieval, (algo
que le hacía despreciar su propio siglo) y se convierte en un intelectual post-moderno
capaz de dialogar con pensadores contemporáneos como Boris Pasternak, Allen
Ginsberg, William Carlos Williams, Dietrich Bonhoeffer o Albert Camus.
Más aún, tras la publicación de “Poetry and Contemplation: A Reappraisal” (1958),
el monje acepta su vocación de escritor. Ya no la considera como un impedimento
para progresar en su vida espiritual. La imagen bíblica de sí mismo como un Jonás
apartado del mundo cotidiano y atrapado en el vientre de la vida contemplativa se
transmutó por la de un escritor que se hace cómplice del sufrimiento de su siglo y
que adopta una postura crítica ante ese joven monje contemplativo algo arrogante de
los años 40 y 50 caracterizado por un excesivo entusiasmo piadoso y una visión
demasiado simplista de la realidad. En los años 60 nace un nuevo Merton, no tan
seguro de sus respuestas, un humanista más vulnerable, capaz de compartir con sus
contemporáneos (ya fuesen católicos o protestantes, agnósticos o ateos), la
incertidumbre de un mundo turbulento y confuso.
Después de negársele el permiso de abandonar el monasterio en enero de 1960, la
correspondencia de Merton cambió su centro de interés hacia problemas de
actualidad y versó sobre todo acerca de la paz y la justicia social.
Si las cartas de finales de los años cincuenta dirigidas a Don Jean Leclercq
y a Ernesto Cardenal trataban acerca de su insatisfacción con la vida monacal cisterciense y
sus planes para conseguir una vida de mayor aislamiento y dedicación genuina a un
ideal eremítico, las misivas de la nueva década reflejan un mayor sentimiento de
responsabilidad personal y una actitud crítica ante la pasividad e indiferencia no sólo
de los monjes sino también de los católicos laicos hacia los problemas sociales y
políticos de la época, ante la sombría perspectiva de una guerra nuclear: “I observe
with a kind of numb silence, the inaction, the passivity, the apparent indifference and
incomprehension with which most Catholics (...) watch the development of pressure
that builds up to nuclear war”, escribe a Cardenal en la carta citada.
Merton no puede quedarse quieto e inactivo, y a lo largo de los años, desarrolla en su
escritura póetica y en prosa una postura más comprometida con su tiempo:El poeta considera que no puede volver la espalda a horrores como los de la Alemania nazi, la guerra
del Vietnam, el desastre de Hiroshima, o la amenaza latente de una guerra nuclear.
denuncia con acritud y sin piedad alguna las utopías destructoras y las estrategias
alienantes de las dos grandes potencias enfrentadas por aquel entonces: Rusia y
Estados Unidos, personificados en las figuras bíblicas de Gog y Magog respectivamente. (Estas imágenes de Gog y Magog aparecen por primera vez en las profecías de Ezequiel en el
Antiguo Testamento y posteriormente en Revelaciones. Se identifican con naciones extranjeras
monstruosas, brutales, arrastradas por poderes satánicos que luchan entre sí hasta destruirse
mutuamente. Como el profeta Ezequiel, Merton siente la llamada a convertirse en “watchman”, en
vigilante (una de las metáforas favoritas del poeta) que debe advertir a su pueblo acerca de la
aproximación del enemigo, en este caso del avance sin tregua de las dos superpotencias hacia una
guerra sin precedentes).
Entre los sueños más sórdidos referidos por el poeta, se halla, sin asomo
de duda, la creación y utilización de la bomba atómica, que inspiró a Merton su
poema Original Child Bomb, una de las obras más significativas dentro de la
construcción poética mertoniana y precursora de lo que él denominaría antipoesía
tanto por su temática como por tono lacónico e inexpresivo y su estilo a base de
citas. Según nos indica su biógrafo Michael Mott, el monje se inspiró en escritos
diversos para componer lo que se puede considerar como su propia versión del
bombardeo de Hiroshima. Cuando fue publicada a comienzos de 1962, se generaron
fuertes polémicas: algunos tacharon la obra de alegato antiamericano mientras que
otros la contemplaron como un panegírico al bombardeo nuclear. Incluso algunas
librerías, confundidas por el título, la colocaron en la sección de literatura infantil.
Caracterizada por un lenguaje estilístico a base de artificios como la ironía, Original
Child Bomb encierra una violenta caricatura política. Se trata de un ejercicio
ensayístico o largo poema en prosa dividido en cuarenta y una secciones, donde se
narra con detenimiento y aguda percepción la invención de la bomba y todo el
despiadado y cínico ritual que constituyó el primer ataque nuclear norteamericano
contra Japón durante la Segunda Guerra Mundial.
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