"Si en Occidente Dios ya no puede ser experimentado como ‘muerto’, es debido a una ruptura y autoalienación internas que han caracterizado la mente occidental en su dedicación mentalmente simple a sólo la mitad de la vida: la exterior, objetiva y cuantitativa. La ‘muerte de Dios’ y la consecuente muerte del auténtico sentido moral, del respeto por la vida, por la humanidad, por los valores, expresa la muerte de una cualidad de vida interior subjetiva: una cualidad que en las religiones tradicionales era experimentada en términos de conciencia de Dios; no en la concentración en una idea o concepto de Dios, y menos aún, en una imagen de Dios, sino en una sensación de presencia, de un fundamento divino de realidad y significado partiendo de los cuales la vida y el amor pudieran florecer espontáneamente".
Thomas Merton, Reflexiones sobre Oriente. La filosofía oriental a la luz del misticismo occidental. Cap. El hinduísmo. (traducción de Joaquín Adsuar Ortega). Ed.Oniro, Barcelona, 1997.
"Cualquier cosa que la India haya tenido que decirle a Occidente, se vio forzada a permanecer en silencio. Cualquier cosa que China haya tenido que decir, aunque algunos de los primeros misioneros le prestaron oídos y lo entendieron, el mensaje fue en general ignorado por inconcerniente. ¿Es que hubo quien escuchara las voces de los mayas y de los Incas, aunque tenían cosas profundas que decir? Viéndolo bien, su testimonio fue simple y llanamente suprimido. Nadie creyó que los Hijos del Sol pudieran esconder, después de todo, ningún secreto espiritual en sus corazones. Por el contrario se suscitaron discusiones abstractas para determinar, en términos de filosofía puramente académica, si era posible o no considerar al indio como animal racional. Uno se sobrecoge con sólo el eco de la voz del orgullo cerebral de Occidente -ya desde entonces encarnado por el racionalismo que hoy constituye nuestro patrimonio-, alzándose para juzgar el viviente misterio espiritual del hombre primitivo y condenarlo a ser excluido de aquella categoría de que exclusivamente se hacía depender el amor, la amistad, el respeto y la comunión".
Thomas Merton. Carta a Pablo Antonio Cuadra sobre los gigantes, 1962. Mutantia (zona de lucidez implacable), Ediciones del Psiconauta, Buenos Aires, 1981.
"El Gita ve que el problema básico del hombre es su endémica negativa a vivir por otra voluntad que no sea la suya (…) Es renunciando a una libertad falsa e ilusoria, a nivel superficial, como el hombre se une con el fundamento interno de la realidad y la libertad en sí mismo que es la voluntad de Dios, de Krishna, de la Providencia o del Tao. Estos conceptos no coinciden exactamente, pero tienen mucho en común. Es permaneciendo abierto a un número infinito de inesperadas posibilidades, que trascienden su propia imaginación y su capacidad de planificación, como el hombre en verdad realiza plenamente su propia necesidad de libertad. El Gita, como los Evangelios, nos enseña a vivir conscientes de una verdad interior que excede el alcance de nuestros pensamientos y no puede ser sometida a nuestro propio control. Si seguimos el simple afán de poder, seremos esclavos de ese afán. Si obedecemos esa verdad seremos, finalmente, libres".
Thomas Merton, Reflexiones sobre Oriente. La filosofía oriental a la luz del misticismo occidental. Cap. El hinduísmo (traducción de Joaquín Adsuar Ortega). Ed.Oniro, Barcelona, 1997
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