En La Habana Dios es grande si nace un niño, pero también es chico o no existe y no por ello deja de haber una rosa a la que hermosea un embarazo que viene a sustituir una sonrisa poniendo otra más concertada y, quizás, ojos menos brillantes. En La Habana, si falta Dios viene algún pariente que se esconde debajo de su nombre y, en el peor de los casos, están ellas y está san Lázaro, que ese nunca nos deja aunque tenga lepra. La Habana, según donde, no huele bien, pero uno se acaba acostumbrando y sonríe si en las capitales perfumadas le viene un ramalazo de Habana sucia. La Habana es ruido y coches y negros vestidos de época, pero también es poca ropa como si tal cosa y cientos de abanicos ahuyentando un sol que casi nunca se marcha. Si acaso de noche y dejando recuerdo. En la Habana hay un Capitolio que se ve desde el cielo aunque haya tormenta y unos cuantos baches, hay obras y piedras rosas, siempre calientes y un señor de guayabera que convierte un banco en una iglesia, pero no de las de decir misa, sino de las de enseñar a la gente y con todas sus reliquias muertas. En la Habana hay puros y no son baratos y también cajas de puros que además de puros llevan palos o piedras para pesar más y comprar con ellas un pomo de aceite. En la Habana hay chícharos y un puerco mudo con dos patas de palo que no tiene nevera. Y un colegio prefabricado con una bandera y niños de uniforme rojo o ambarino si son grandes. La Habana de noche tiene helados y de día un pulover y una casa sin fachada y otra que es un palacio desconchado y un río sucio y una playa limpia llenita de camarones y un mercado de colores hechos baratijas y cuadros naïf dignos de un museo limpio, que no se cansan de ser La Bodeguita de Enmedio. En La Habana hay un coche ruso que anda de milagro y otro americano que es un milagro que ande y ya no bebe gasolina sino petróleo, pero lo venden caro y no me lo pude traer a España. Tampoco hubiera sabido cómo hacerlo. La gente de La Habana viaja en camello, todos apretados que es un gusto verlos, pero no para ellos, aunque parezca un trailer o una fiesta. Es mejor pasear, pero te salen ampollas si te asomas a la puerta del cementerio, que siempre andan las auras tiñosas revoloteando por algún monumento y esas dan para muchas metáforas. En La Habana está Lázara y luego hay más cosas más allá de La Habana, como estrellas o agua azul o una ciudad sin cadenas, pero eso no es ahora tiempo de contarlo (Emilio José)
Para intercambiar comentarios sobre Thomas Merton y otros maestros contemporaneos del espíritu.
Seguidores
jueves, 28 de junio de 2007
La Habana.(Emilio J:Mtnez)
En La Habana Dios es grande si nace un niño, pero también es chico o no existe y no por ello deja de haber una rosa a la que hermosea un embarazo que viene a sustituir una sonrisa poniendo otra más concertada y, quizás, ojos menos brillantes. En La Habana, si falta Dios viene algún pariente que se esconde debajo de su nombre y, en el peor de los casos, están ellas y está san Lázaro, que ese nunca nos deja aunque tenga lepra. La Habana, según donde, no huele bien, pero uno se acaba acostumbrando y sonríe si en las capitales perfumadas le viene un ramalazo de Habana sucia. La Habana es ruido y coches y negros vestidos de época, pero también es poca ropa como si tal cosa y cientos de abanicos ahuyentando un sol que casi nunca se marcha. Si acaso de noche y dejando recuerdo. En la Habana hay un Capitolio que se ve desde el cielo aunque haya tormenta y unos cuantos baches, hay obras y piedras rosas, siempre calientes y un señor de guayabera que convierte un banco en una iglesia, pero no de las de decir misa, sino de las de enseñar a la gente y con todas sus reliquias muertas. En la Habana hay puros y no son baratos y también cajas de puros que además de puros llevan palos o piedras para pesar más y comprar con ellas un pomo de aceite. En la Habana hay chícharos y un puerco mudo con dos patas de palo que no tiene nevera. Y un colegio prefabricado con una bandera y niños de uniforme rojo o ambarino si son grandes. La Habana de noche tiene helados y de día un pulover y una casa sin fachada y otra que es un palacio desconchado y un río sucio y una playa limpia llenita de camarones y un mercado de colores hechos baratijas y cuadros naïf dignos de un museo limpio, que no se cansan de ser La Bodeguita de Enmedio. En La Habana hay un coche ruso que anda de milagro y otro americano que es un milagro que ande y ya no bebe gasolina sino petróleo, pero lo venden caro y no me lo pude traer a España. Tampoco hubiera sabido cómo hacerlo. La gente de La Habana viaja en camello, todos apretados que es un gusto verlos, pero no para ellos, aunque parezca un trailer o una fiesta. Es mejor pasear, pero te salen ampollas si te asomas a la puerta del cementerio, que siempre andan las auras tiñosas revoloteando por algún monumento y esas dan para muchas metáforas. En La Habana está Lázara y luego hay más cosas más allá de La Habana, como estrellas o agua azul o una ciudad sin cadenas, pero eso no es ahora tiempo de contarlo (Emilio José)
Ser parte de todo...
-Thomas Merton-
Santidad es descubrir quién soy...
“Es cierto decir que para mí la santidad consiste en ser yo mismo y para ti la santidad consiste en ser tú mismo y que, en último término, tu santidad nunca será la mía, y la mía nunca será la tuya, salvo en el comunismo de la caridad y la gracia. Para mí ser santo significa ser yo mismo. Por lo tanto el problema de la santidad y la salvación es en realidad el problema de descubrir quién soy yo y de encontrar mi yo verdadero… Dios nos deja en libertad de ser lo que nos parezca. Podemos ser nosotros mismos o no, según nos plazca. Pero el problema es este: puesto que Dios solo posee el secreto de mi identidad, únicamente él puede hacerme quien soy o, mejor, únicamente Él puede hacerme quien yo querré ser cuando por fin empiece plenamente a ser. Las semillas plantadas en mi libertad en cada momento, por la voluntad de Dios son las semillas de mi propia identidad, mi propia realidad, mi propia felicidad, mi propia santidad” (Semillas de contemplación).
LA DANZA GENERAL.
Thomas Merton.
ORACIÓN DE CONFIANZA...
“Señor Dios mío, no tengo idea de hacia dónde voy. No conozco el camino que hay ante mí. No tengo seguridad de dónde termina. No me conozco realmente, y el hecho de que piense que cumplo tu voluntad, no significa que realmente lo haga. Pero creo que el deseo de agradarte te agrada realmente. Y espero tener este deseo en todo lo que estoy haciendo. Espero no hacer nunca nada aparte de tal deseo. Y sé que si hago esto, tú me llevarás por el camino recto, aunque yo no lo conozca. Por lo tanto, siempre confiaré en ti aunque parezca perdido y a la sombra de la muerte. No temeré, pues tú estás siempre conmigo y no me dejarás que haga frente solo a mis peligros
Para intercambiar comentarios sobre Thomas Merton y otros maestros contemporaneos del espíritu.
1 comentario:
Bueno, en la Habana hay muchas cosas, si; muchas más de las que cuenta Emilio, y cosas que desearíamos no tener que contar y que vivir. Un montón de cosas tristes y amargas que acompañan nuestro cotidiano vivir. Pero lo que importa es ver la luz en medio de las sombras, y para eso tenemos la fe, o no?
Publicar un comentario