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viernes, 1 de junio de 2007

Seguimos hablando de Merton y el sacerdocio.


En el libro “El Signo de Jonás”, Thomas Merton nos permite asomarnos a las interioridades de la vida de un monje trapense. Es un diario que recoge acontecimientos entre 1946 y 1952, y en su cuarta parte, titulada “Ante el altar de Dios” aparece todo lo relacionado con su ordenación sacerdotal. Primero, una introducción, que nos prepara para comprender la narración, y donde hace TM algunas afirmaciones fundamentales:
1- “Mi ordenación sacerdotal era el gran secreto para el que he nacido”.
2- Ningún hombre es ordenado sacerdote para sí solo”.
3- “Los dos aspectos más característicos de la caridad divina en el corazón de un sacerdote son la gratitud y la clemencia”.
4- “Después de celebrar mi primera misa comprendí perfectamente que en la vida nada hay importante fuera de amar a Dios y servirlo con sencillez y alegría”.

En una de las entras del diario, correspondiente al 8 de mayo de 1946, Merton apunta: “¿Cómo es posible que alcance yo algo tan maravilloso como el sacerdocio?”, y una semana después se pregunta: “¿Qué efectos producirá la Misa en mi vida interior?”.
Sólo once días antes de su ordenación escribe: “Me vuelvo hacia Dios y comprendo que mi vocación es ser un sacerdote y un contemplativo, que mi vocación es la plegaria. Esto me llena de ventura”.
El día 23, con su habitual sentido del humor, dirá:


Dentro de tres días, si vivo y si el arzobispo no sufre una caída y se rompe una pierna, seré sacerdote. Pienso sin cesar: Voy a cantar Misa, voy a cantar Misa. Y recuerdo a Nuestra Señora del Cobre, cuya basílica visité hace nueve años en este mes de mayo. La Virgen se ha portado muy bien conmigo. Su amor me ha seguido hasta aquí y me conducirá hasta Dios”.


Está leyendo a San Juan de la Cruz, “Llama de amor viva” y dice que no atina a leer otra cosa. Otras dos afirmaciones interesantes:

“La mayor parte de lo que se ha escrito sobre el sacerdocio no me satisface. He llegado al extremo de no poder ni siquiera leer esos textos. Los encuentro demasiado técnicos y lo que yo necesito no es literatura, sino al Dios viviente”.

“El problema del sacerdocio constituye para mí, entre otras cosas, un problema de pobreza. Ser sacerdote significa, al menos en mi caso particular, no tener nada, no desear nada y no ser nada, sino pertenecer a Cristo”.

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Ser parte de todo...

¡Oh Dios! Somos uno contigo. Tú nos has hecho uno contigo. Tú nos has enseñado que si permanecemos abiertos unos a otros Tú moras en nosotros. Ayúdanos a mantener esta apertura y a luchar por ella con todo nuestro corazón. Ayúdanos a comprender que no puede haber entendimiento mutuo si hay rechazo. ¡Oh Dios! Aceptándonos unos a otros de todo corazón, plenamente, totalmente, te aceptamos a Ti y te damos gracias, te adoramos y te amamos con todo nuestro ser, nuestro espíritu está enraizado en tu Espíritu. Llénanos, pues, de amor y únenos en el amor conforme seguimos nuestros propios caminos, unidos en este único Espíritu que te hace presente en el mundo, y que te hace testigo de la suprema realidad que es el amor. El amor vence siempre. El amor es victorioso. AMÉN.
-Thomas Merton-

Santidad es descubrir quién soy...

“Es cierto decir que para mí la santidad consiste en ser yo mismo y para ti la santidad consiste en ser tú mismo y que, en último término, tu santidad nunca será la mía, y la mía nunca será la tuya, salvo en el comunismo de la caridad y la gracia. Para mí ser santo significa ser yo mismo. Por lo tanto el problema de la santidad y la salvación es en realidad el problema de descubrir quién soy yo y de encontrar mi yo verdadero… Dios nos deja en libertad de ser lo que nos parezca. Podemos ser nosotros mismos o no, según nos plazca. Pero el problema es este: puesto que Dios solo posee el secreto de mi identidad, únicamente él puede hacerme quien soy o, mejor, únicamente Él puede hacerme quien yo querré ser cuando por fin empiece plenamente a ser. Las semillas plantadas en mi libertad en cada momento, por la voluntad de Dios son las semillas de mi propia identidad, mi propia realidad, mi propia felicidad, mi propia santidad” (Semillas de contemplación).

LA DANZA GENERAL.

"Lo que es serio para los hombres a menudo no tiene importancia a los ojos de Dios.Lo que en Dios puede parecernos un juego es quizás lo que El toma más seriamente.Dios juega en el jardin de la creación, y, si dejamos de lado nuestras obsesionessobre lo que consideramos el significado de todo, podemos escuchar el llamado de Diosy seguirlo en su misteriosa Danza Cósmica.No tenemos que ir muy lejos para escuchar los ecos de esa danza.Cuando estamos solos en una noche estrellada; cuando por casualidad vemos a los pajaros que en otoño bajan sobre un bosque de nísperos para descansar y comer; cuando vemos a los niños en el momento en que son realmente niños; cuando conocemos al amor en nuestros corazones; o cuando, como el poeta japonés Basho, oímos a una vieja ranachapotear en una solitaria laguna; en esas ocasiones, el despertar, la inversiónde todos los valores, la "novedad", el vacío y la pureza de visión que los hace tan evidentes nos dan un eco de la danza cosmica.Porque el mundo y el tiempo son la danza del Señor en el vacío. El silencio de las esferas es la música de un festín de bodas. Mientras más insistimos en entender mal los fenómenos de la vida, más nos envolvemos en tristeza, absurdo y desesperación. Pero eso no importa, porque ninguna desesperación nuestra puede alterar la realidad de las cosas, o manchar la alegría de la danza cósmica que está siempre allí. Es más, estamos en medio de ella, y ella está en medio de nosotros, latiendo en nuestra propia sangre, lo queramos o no".
Thomas Merton.

ORACIÓN DE CONFIANZA...

“Señor Dios mío, no tengo idea de hacia dónde voy. No conozco el camino que hay ante mí. No tengo seguridad de dónde termina. No me conozco realmente, y el hecho de que piense que cumplo tu voluntad, no significa que realmente lo haga. Pero creo que el deseo de agradarte te agrada realmente. Y espero tener este deseo en todo lo que estoy haciendo. Espero no hacer nunca nada aparte de tal deseo. Y sé que si hago esto, tú me llevarás por el camino recto, aunque yo no lo conozca. Por lo tanto, siempre confiaré en ti aunque parezca perdido y a la sombra de la muerte. No temeré, pues tú estás siempre conmigo y no me dejarás que haga frente solo a mis peligros

Para intercambiar comentarios sobre Thomas Merton y otros maestros contemporaneos del espíritu.