El viaje en el tiempo de Thomas Merton adoptó la forma de un peregrinaje en soledad, pero a lo largo de su andadura el camino fue conformando al propio viajero; como conviene recordar, desde un inicio exclusivamente vertical en soledad con Dios, Merton pasó por una relación horizontal mediante la solidaridad con los semejantes, hasta alcanzar la integración de ambas en la Cruz de un solo mundo.
Para Merton la “soledad” contenía básicamente tres significados próximos, pero diferenciados:
1- Indicaba las condiciones de soledad física convenientes y, al menos en un grado mínimo, necesarias para apartarse de ciertos consensos sociales establecidos y asumidos automáticamente por los hombres; esto es, sin perspectiva ni reflexión acerca del significado final de la condición humana. Esas condiciones físicas se pueden encontrar en una comunidad monástica, o, incluso en un clima de soledad más extremo, en el desierto eremita, aunque Merton se dirigía a menudo a un público seglar o no católico, sugiriéndole el recogimiento en un “monasterio del corazón”.
2- En segundo lugar, la auténtica soledad únicamente podía significar soledad interior: es cierto que la primera puede ser ocasión de la segunda, pero las dos no se encuentran siempre unidas, y más todavía, la soledad física sin la soledad interior puede ocultar sencillamente una huida de las responsabilidades humanas o una actitud de menosprecio hacia los semejantes, mientras que quizá pueda hallarse verdadera soledad interior sin apartarse completamente del entorno cotidiano.
3- En tercer lugar, y como objetivo de la segunda, en su acepción más radical, la soledad es realmente un encuentro con Dios y con la humanidad; desde esa consideración, la soledad es verdadero centro, eje y corazón de la persona y de su sociedad (Y toda sociedad que tiene a Dios como centro es una comunidad).
Para Merton, un hombre que no acepta su condición básica de soledad, es decir, que no se cuestiona su identidad última, es un hombre atrapado en las ficciones colectivas de la sociedad, alguien que responde mecánicamente a dictados ajenos, es decir, un individuo alienado. Solo en el ámbito del Amor se resuelve esa elección paradójica entre soledad y sociedad, dice Merton.
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