monasterio.
1. Al principio que se comenzó este monasterio a fundar (por las
causas que en el libro tengo escrito están dichas, con algunas
grandezas del Señor, en que dio a entender se había mucho de
servir en esta casa), no era mi intención hubiera tanta aspereza en
lo exterior ni que fuese sin renta, antes quisiera hubiera posibilidad
para que no faltara nada. En fin, como flaca y ruin; aunque algunos
buenos intentos llevaba más que mi regalo.
2. En este tiempo vinieron a mi noticia los daños de Francia y el
estrago que habían hecho estos luteranos y cuánto iba en
crecimiento esta desventurada secta. Dime gran fatiga, y como si yo
pudiera algo o fuera algo, lloraba con el Señor y le suplicaba
remediase tanto mal. Parecíame que mil vidas pusiera yo para
remedio de un alma de las muchas que allí se perdían. Y como me
vi mujer y ruin e imposibilitada de aprovechar en lo que yo quisiera
en el ser servicio del Señor, y toda mi ansia era, y aún es, que pues
tiene tantos enemigos y tan pocos amigos, que ésos fuesen
buenos, determiné a hacer eso poquito que era en mí, que es
seguir los consejos evangélicos con toda la perfección que yo
pudiese y procurar que estas poquitas que están aquí hiciesen lo
mismo, confiada en la gran bondad de Dios, que nunca falta de
ayudar a quien por él se determina a dejarlo todo; y que siendo
tales cuales yo las pintaba en mis deseos, entre sus virtudes no
tendrían fuerza mis faltas, y podría yo contentar en algo al Señor, y
que todas ocupadas en oración por los que son defendedores de la
Iglesia y predicadores y letrados que la defienden, ayudásemos en
lo que pudiésemos a este Señor mío, que tan apretado le traen a
los que ha hecho tanto bien, que parece le querrían tornar ahora ala
cruz estos traidores y que no tuviese adonde reclinar la cabeza.
3. ¡Oh Redentor mío, que no puede mi corazón llegar aquí sin
fatigarse mucho! ¿Qué es esto ahora de los cristianos? ¿Siempre
han de ser los que más os deben los que os fatiguen? ¿A los que
mejores obras hacéis, a los que escogéis para vuestros amigos,
entre los que andáis y os comunicáis por los sacramentos? ¿No
están hartos de los tormentos que por ellos habéis pasado?
4. Por cierto, Señor mío, no hace nada quien ahora se aparta del
mundo. Pues a Vos os tienen tan poco ley, ¿qué esperamos
nosotros? ¿Por ventura merecemos nosotros mejor nos la tengan?
¿por ventura hémosles hecho mejores obras para que nos guarden
amistad? ¿qué es esto? ¿qué esperamos yo los que por la bondad
del Señor estamos sin aquella roña pestilencial, que ya aquéllos
son del demonio? Buen castigo han ganado por sus manos y bien
han granjeado con sus deleites fuego eterno. ¡Allá se lo hayan!,
aunque no me deja de quebrar el corazón ver tantas almas como se
pierden. Mas del mal no tanto: querría no ver perder más cada día.
5. ¡Oh hermanas mías en Cristo! ayudadme a suplicar esto al
Señor, que para eso os juntó aquí; éste es vuestro llamamiento,
éstos han de ser vuestros negocios, éstos han de ser vuestros
deseos, aquí vuestras lágrimas, éstas vuestras peticiones; no,
hermanas mías, por negocios del mundo; que yo me río y aun me
congojo de las cosas que aquí nos vienen a encargar supliquemos
a Dios, de pedir a Su Majestad rentas y dineros, y algunas personas
que querría yo suplicasen a Dios los repisasen todos. Ellos buena
intención tienen y, en fin, se hace por ver su devoción, aunque
tengo para mí que en estas cosas nunca me oye. Estáse ardiendo
el mundo, quieren tornar a sentenciar a Cristo, como dicen, pues le
levantan mil testimonios, quieren poner su Iglesia por el suelo, ¿y
hemos de gastar tiempo en cosas que por ventura, si Dios se las
diese, tendríamos un alma menos en el cielo? No, hermanas mías,
no es tiempo de tratar con Dios negocios de poca importancia.
6. Por cierto que, si no mirase a la flaqueza humana, que se
consuela que las ayuden en todo (y) es bien si fuésemos algo), que
holgaría se entendiese no son éstas las cosas que se han de
suplicar a Dios con tanto cuidado.
4 comentarios:
La sabiduría espiritual de Santa Teresa permanece desconocida para muchas personas, incluso aquellas que andan la senda del espíritu. Creo necesario que encontremos caminos para hacerla más comprensible y cercana.
Mi problema es la falta de tiempo para hacer todo lo que quisiera, y un poco la falta de empeño también. Quiero hacer algo con la obra de Teresa, pero no acabo de hallar el punto justo para sentarme a escribir. Por ahora iremos presentando algo acá, para empezar.
Teresa es una mestra del espíritu. Pero a veces su modo de escribir, estilo antiguo, me inhibe de leerla. Tal vez si se adaptara al lenguaje moderno.
Se puede hacer, y se ha hecho, pero se pierde la gracia propia de su estilo. A Teresa no se lee, se le escucha, y modo de narrar es simpático y sugerente. Poco a poco, con empeño, se llega a comprenderla y tenerla como amiga y maestra imprescindible.
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