1- Los lunes son siempre tranquilos, duermo hasta un poco más tarde, y luego desayuno. Silencio, soledad, recogimiento; el verde del patio, los sonidos callejeros, el ambiente agradable y acogedor de mi habitación. En este silencio mi estar se convierte en oración, sin necesidad de palabras. (12, agosto, 2002).
2- Sigo saliendo por las noches a caminar por la ciudad; la razón fundamental es que amo la noche: su silencio, la soledad de las calles, el misterio que esconden los trasnochadores. Se que necesito ciertos ejercicios para el espíritu que me ayuden a equilibrar mi mundo interior. Celebrar la eucaristía, aun estando cansado, me deja lleno de gozo, me alivia interiormente y me llena de ganas de ser mejor; en la eucaristía soy perdonado y sanado de todas mis miserias. Ahí sí me siento parte de algo. (15, agosto, 2002).
3- Dos ideas alimentan mi interioridad, las que hacen referencia al ocultamiento y a la pobreza. Es fundamental en mi vida espiritual descubrir otra vez la pobreza y redescubrir al pobre. (16, agosto, 2002).
4- Soy mentiroso, Señor, soy un gran pecador; no hay exageración o vana piedad en mis palabras. Ningún hombre o mujer de este mundo podría perdonarme ¿Podrías Tú?
5- Podría escribir: en este instante lo tengo todo. Estoy solo, y los ruidos del entorno no logran romper el silencio de este instante; silencio de piar de los pájaros del patio, de las nubes grises arriba en el cielo. Y luego, por contraste, ruido interior.
6- Me acosté anoche con el libro de Merton, y esta mañana desayuno con el libro de Merton; leer a Merton es mi oración de estos días.
7- Yo he vivido de una forma desenfrenada, sin medida, sin prudencia, sin sentido común. Y a pesar de ello, por la misericordia y la gracia de Dios, no he perdido totalmente el deseo de lo espiritual, porque puedo ver que eso es lo único que me mantiene el deseo de vivir, de no rendirme ante lo evidente. Cuando he tenido que decidir entre vivir o morir, el creer en Dios, el pensar que Dios está conmigo, me ha hecho elegir la vida. (28, agosto, 2002).
8- Mi felicidad siempre estuvo íntimamente ligada a Dios; ser feliz sin Dios es una pretensión absurda, pero una tentación que ronda inevitablemente en mi vida. En este momento de mi vida no hay tierra firme bajo mis pies, y vivo de la pequeñita fe que todavía guarda mi corazón. Una frase de Thomas Merton para la oración del día: “Mi paraíso es el corazón de Cristo”. (D I, 120).
9- La escritura puede ser un camino terapéutico que ayude a clarificar la propia identidad, que ayude a descubrir a Dios en la oscuridad. En definitiva, con palabras de H. Nouwen: “Escribir se convirtió en parte de mi lucha por la supervivencia”, y sigue diciendo: “Me daba la pequeña distancia de mí mismo que necesitaba para evitar ahogarme en mi desesperación”. (La Voz… ; 13)
10- Una de las invitaciones de Henri Nouwen es: Vuelve a casa. ¿Cuál es mi casa, mi hogar? Pienso en la posibilidad de que mi casa sea el Carmelo Teresiano, o la soledad y el retiro a que me invita una voz interior. “Tu casa es donde estás verdaderamente a salvo. Es donde puedes recibir lo que deseas”. (27) El Corazón de Jesús es el paraíso, es el hogar al que debo regresar; y el amor de María es también casa para los discípulos de Jesús.
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